Cómic

Nacidos perdedores (3)

Un cómic de Ferran Vidal y Kiko Amat

Nacidos perdedores (3)
Ferran Vidal i Kiko Amat
20/10/2025
2 min

Hace un par de años, el estreno de la serie Gambit de dama (Netflix) provocó una moda inesperada: el furor por el ajedrez (ni escribiéndolo me suena más creíble). La venta de tableros se disparó, los padres inscribían a sus hijos en la Unión Gracienca de Ajedrez, y en los patios de escuela nacían encendidos debates sobre la defensa escandinava. Sin embargo, nadie hablaba del libro original de Walter Tevis (1928-1984); ni siquiera cuando el NY Times publicó el artículo "Walter Tevis era un novelista. Posiblemente conozcas (mucho) más sus libros como películas".

En efecto, el escritor había visto (en vida) como dos de sus mejores obras, El buscavidas (1959) y El hombre que cayó en la tierra (1963) se adaptaban en películas célebres, lo que debería excluirle de nuestra serie de artículos sobre escritores perdedores. En realidad, ese éxito fue una condena fáustica, y empezar a cobrar de Hollywood le cerró definitivamente las puertas de la "alta literatura".

No era la primera vez que le daban una mala pasada. Tevis escribía novelas de acción y de personajes cuando el cónclave intelectualoide premiaba la confusión posmoderna; hablaba de marginados y borne losers (él se inventó el término), no de profesores universitarios adúlteros; escribió obras de ciencia ficción en un momento en que —según los críticos-con-basura-al-culo— el género era mierda barata para las masas; encima, tenía cierto éxito.

Una infancia alienada le marcó de por vida. Nacido en San Francisco, a los once años le ingresaron con corazón reumático; mientras el chaval todavía estaba en la cama, sus padres se mudaron a una granja de los Apalaches (sin él, se entiende). A los doce años, un Tevis convaleciente hizo solo un viaje hasta el trasero del mundo. Como bienvenida, los padres le matricularon en una escuela de purria blanca, donde recibiría palizas regularmente. Años más tarde diría que salvó la vida gracias a los salones de billar (ver El buscavidas).

En realidad no la salvó del todo. Durante media vida, Tevis fue un alcohólico "de andar por casa" (la experiencia de alteridad le ayudó a escribir sobre extraterrestres desarraigados y robots deprimidos); se quedó en Kentucky, lejos de la élite letraherida, lo que acabaría de sepultar su nombre, y, quizás lo peor de todo ello, optó por dedicarse a la docencia. Pasarían diecisiete años antes de que saliera su siguiente obra (Sinsonte, 1980).

El final es medio feliz: el escritor superó su alcoholismo en 1980, se trasladó a Nueva York, y al final de su vida le cogió un frenesí literario: tres novelas en dos años: Las huellas del sol (1983), la mencionada Gambit de dama (1983) y El color de los dineros (1984), secuela deEl buscavidas. Las tres, como todas las previas, son alucinantes.

Kiko Amat

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