Moda

¿Pagarías 1.000 € por una mochila escolar?

Una madre se despide de su hija - que lleva una mochila estilo randoseru - camino de la escuela
17/09/2025
Analista de Moda i Tendències
3 min

Desde la semana pasada, las calles han recuperado una imagen familiar: estudiantes encorvados bajo el peso de mochilas que, a menudo, superan la mitad de su propio peso. En esta época, padres y madres nos preguntamos cómo tiene que ser la mochila ideal: resistente, ergonómica y que evite lesiones… no solo a los niños, sino también a los adultos que, con demasiada frecuencia, acabamos cargándolas. En Japón, sin embargo, este debate está resuelto desde hace más de un siglo gracias a las randoseru, unas mochilas icónicas que todos los niños y niñas llevan durante la primaria. ¿Su precio? No baja de los 300 € y, en algunos casos, puede subir hasta los 2.000 €. Puede parecer una locura, pero su historia y diseño explican por qué se han convertido en un auténtico símbolo nacional.

El término randoseru proviene de la palabra neerlandesa ransel (mochila rígida). No es casualidad: durante el período Edo (1603-1868), Japón mantenía un único contacto con el exterior a través de los Países Bajos, de donde tomó palabras y conceptos. El origen de la randoseru no es escolar, sino militar, puesto que a finales del siglo XIX el ejército japonés adoptó mochilas rígidas inspiradas en modelos europeos como parte del proceso de modernización.

La entrada en la escuela se produce en los años 1880, cuando la elitista escuela Gakushūin, vinculada a la familia imperial, impuso el uso de la mochila para fomentar disciplina e igualdad. El gesto decisivo llegó en 1887, cuando el príncipe heredero Yoshihito (futuro emperador Taishō) recibió una y la llevó a clase, lo que provocó que un objeto militar transformado en símbolo aristocrático se convirtiera ahora en moda y luego en norma nacional.

Una niña mostrando en la cámara su 'randoseru'.

La randoseru, además del resultado de una cadena de préstamos culturales, es sin duda un ejemplo de diseño perfecto. Su cuerpo cuadrado y rígido de cuero (o material sintético de gran calidad) mantiene los libros ordenados, la gran solapa con cierre de imán facilita su uso, la base plana evita deformaciones, las esquinas redondeadas previenen golpes y el sistema de arnés ajustable reparte el peso de forma ergonómica en función del centro de gravedad. Tiene una capacidad óptima de 15 litros, acolchado transpirable para reducir el sudor, cierres metálicos de larga duración y bandas reflectantes para hacer visibles a los niños. Todo está pensado para que dure, en perfecto estado, los seis años que dura la primaria. Su fama de resistencia es tal que en 2009 se envió una a la Estación Espacial Internacional para demostrar su durabilidad en condiciones extremas. Incluso en situaciones de terremoto se enseña a los niños a colocárselas como casco improvisado para protegerse de posibles impactos. Un uso que se ha demostrado efectivo en emergencias, ya que mantuvo a salvo a muchos niños durante el Gran Terremoto del Este de Japón (2011).

Pero la randoseru también es un ritual de paso: a menudo la regalan los abuelos cuando el niño o niña comienza la primaria, convirtiéndola en un objeto de gran valor emocional. Es, a la vez, símbolo de disciplina, igualdad y pertenencia, sin obviar que, a través de las diferentes cualidades y precios, permite diferenciarse socialmente.

Así pues, ¿es caro pagar 300 € por una mochila? Quizás sí, si la miramos como un simple contenedor de libros. Pero si consideramos que es un objeto pensado hasta el mínimo detalle, que garantiza seguridad, que contiene procesos artesanales, que puede salvar vidas y está hecho para durar media infancia… quizás el precio ya no parece tan excesivo. Quizás lo que debería sorprendernos es que aquí sigamos comprando mochilas a un precio medio de 60 € que, además de sobrecargar la espalda de nuestros hijos, se rompen en un solo curso.

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