Barcelona-Madrid: ¿dónde está la decadencia?
Las dos ciudades representan, más allá del tópico de la rivalidad, modelos económicos y sociales diferentes
Madrid/BarcelonaHace justo tres años el semanario The Economist publicó una amplia comparativa entre los Estados de California y Texas en Estados Unidos y llegó a la conclusión de que representaban dos maneras opuestas, pero prósperas, de afrontar los retos del futuro. En California se apostaba por una fuerte regulación medioambiental, impuestos para los ricos, un incipiente modelo de estado de bienestar y un modelo económico basado en la economía del conocimiento. En cambio, en Texas las regulaciones medioambientales eran mínimas para poder explotar al máximo los yacimientos de petróleo, los impuestos también, y el crecimiento se concentraba en el área que rodea las ciudades de Houston, Dallas, Austin y San Antonio. Salvando todas las distancias, el ARA propone hacer lo mismo con el modelo económico y social que representan Catalunya y la Comunidad de Madrid, y más en concreto las áreas metropolitanas de sus dos capitales.
La distancia tanto económica como de modelo de ciudad entre Barcelona y Madrid no ha hecho más que crecer en los últimos años. Las cifras demuestran que Madrid crece más, el conjunto de la región ha superado a Catalunya en PIB a pesar de tener un millón menos de habitantes y, por lo tanto, tiene una renta per cápita superior, de entre 4.000 y 5.000 euros más anuales. En el centro de la península se concentran las sedes de las principales empresas del IBEX 35 y también las sedes tanto de los ministerios como de los organismos reguladores estatales. En cambio, Barcelona tiene menos paro que Madrid, mejores universidades y escuelas de negocio, es un clúster de investigación biomédica de nivel mundial y tiene un tejido industrial y empresarial que lo ha convertido en un ecosistema ideal para start-ups. Esto hace que, a pesar de los números macro, Barcelona supere a Madrid en casi todos los rankings internacionales que miden el atractivo para invertir o vivir.
Desde el punto de vista político, los caminos son especialmente divergentes desde los años 90. En Madrid, excepto en el periodo de Manuela Carmena en el Ayuntamiento (2015-2019), gobierna la derecha desde mediados de los 90. Barcelona, en cambio, es la ciudad de su tamaño más de izquierdas de Europa y, cuando gobernó la teórica derecha, CiU, de 2011 a 2015, lo hizo con el socialdemócrata Xavier Trias al frente. En las últimas elecciones, las tres primeras fuerzas (ERC, Barcelona en Comú y PSC) ocupan el espacio progresista del espectro político. En Catalunya los impuestos son más altos que la media española (en Madrid no saben qué es la tasa de residuos, por ejemplo) y en Barcelona se ha iniciado una batalla crucial para quitar los coches y pacificar las calles, mientras que en la capital española se tiró para atrás el ambicioso plan Madrid Central que había puesto en marcha Carmena. Mientras Madrid se ha convertido en un paraíso de la escuela privada y concertada, en Barcelona, con una gran tradición histórica de concertada, la pública gana peso año tras año. En Madrid, las mujeres tienen muchas dificultades para poder abortar en la pública. En Barcelona, no.
Aun así, en los últimos años, la sociedad catalana, y la barcelonesa en particular, no ha dejado de preguntarse si, en paralelo o justamente debido a la fuerza de Madrid, Barcelona había entrado en una dulce pero innegable decadencia y con ella el resto del país. ¿Qué dicen las cifras?
Si estás viendo este contenido en un dispositivo móvil, puedes encontrar en este enlace el gráfico con el resto de los datos.
Catalunya resiste
"Es cierto que Madrid ha aumentado su peso en el PIB español desde los años 50, pero ha crecido a costa de otros territorios, no de Catalunya, que es de las pocas que ha resistido bien y se mantiene alrededor del 19%", afirma el economista Albert Carreras, actual catedrático de la UPF y que fue número dos de Andreu Mas-Colell en la conselleria de Economía entre 2011 y 2016. Otro economista, Jordi Angusto, señala que las cifras pueden ser engañosas por el llamado efecto commuting. "Los números de Madrid capital están hinchados porque mucha gente que trabaja allí en realidad vive fuera de la capital e incluso de la comunidad", explica.
Estos dos economistas señalan un factor de carácter histórico: la obsesión de Madrid por ser más grande, por crecer en volumen y superar a cualquier otra ciudad española, sobre todo a Barcelona. "Yo no fui consciente de ello hasta que hablé con muchos colegas que me lo señalaron", afirma Carreras. En efecto, después de un siglo XIX muy igualado, en los años 30 Barcelona supera a Madrid en población. La respuesta de las autoridades franquistas a finales de los 40 y principios de los 50 fue multiplicar la población del municipio de Madrid asimilando todos los pueblos de alrededor: Aravaca, Barajas, Carabanchel, Chamartín, El Pardo, Fuencarral, Hortaleza o Vallecas fueron anexionados en esta época, medio siglo después de que lo hiciera Barcelona con su entorno, pero con un impacto demográfico mucho menor.
Es entonces cuando se abre camino a la idea de que Madrid tiene que ser no solo una capital política, como hasta entonces, sino también una capital económica. Sin embargo, la gran aceleración se produce después de los Juegos Olímpicos de 1992, que habían colocado a Barcelona en el escaparate del mundo. Es en aquel momento cuando se empieza a invertir en grandes proporciones, tanto para conectar Madrid con ella misma, con el metro y las autopistas de circunvalación, como con el exterior, con el AVE y Barajas. La entrada al euro hace el resto, según explica el director del Instituto de Estudios Económicos, Gregorio Izquierdo, un think tank ligado a la CEOE. "La entrada al euro beneficia a las economías más abiertas, que son Madrid, por un lado, y el triángulo formado por Catalunya, Baleares y Valencia, por el otro".
Izquierdo recuerda como en los 80 las políticas equivocadas de los gobiernos municipales y autonómicos madrileños (ocupados por los socialistas) estuvieron a punto de estrangular a Madrid. "Como Madrid había perdido población en los 70, se previó que ya no crecería más y, por lo tanto, no hacían falta tantas infraestructuras. Fue un grave error que estuvo a punto de provocar cuellos de botella brutales. Fíjate que cuando se completó la M-30 enseguida se colapsó y fue necesario hacer la M-40 y la M-50", comenta. Aquí es donde entra en juego el concepto que los economistas denominan efecto aglomeración, es decir, el crecimiento de por sí provoca un círculo virtuoso: cuanto más gente, más posibilidades de tener a más gente preparada, más interacciones de las cuales puede salir la idea para un nuevo negocio y, por lo tanto, más crecimiento económico. Según datos recopilados por Santiago Montero, Madrid era en 1975 la sede del 25% de grandes empresas españolas. Veinte años después, en 1995, acogía ya el 55%.
Barcelona, potencia turística
El caso es que en la época en la que Barcelona se convertía en un destino turístico de primera orden, Madrid se preparaba para dar un gran salto y ser una gran capital de servicios. Mientras Catalunya se concentraba en ser una pequeña Alemania en el contexto ibérico (o un Massachussets, según el caso), Madrid se disponía a jugar en la liga de las grandes metrópolis del planeta, aquellas que por el solo hecho de tener una medida concreta son polos de atracción de capital, talento y actividad económica. La tesis de Angusto es que, mientras Madrid se engorda, Catalunya prospera. "Catalunya ha visto aumentar más que Madrid el producto interior bruto por trabajador y los salarios, y los catalanes tienen una renta disponible per cápita más alta que los madrileños. Sobre todo si se tiene en cuenta el coste de la vida relativo, que es mayor en el caso de estos últimos", escribía en un artículo en el ARA que concluía así: "En definitiva, el sorpaso de Madrid es más de cantidad que de calidad. O, como decía en el título, el resultado más de engordar que de prosperar".
El primero en plantear el debate sobre los efectos de convertir Madrid en una megalópolis fue Pasqual Maragall en aquel célebre artículo publicado en febrero de 2001 –hace, pues, más de 20 años– titulado Madrid se va. El entonces jefe de la oposición afirmaba: "Se tiene la sensación desde la periferia de que Madrid se va de España. Que juega en otra liga, la liga mundial de ciudades. [...] Que ya no le interesamos". Y lanzaba una advertencia: "Si Madrid se va sola por allí, quizás un día se encuentra con que el resto vamos juntos por otro lado". Los cuatro factores que señala Angusto del modelo Madrid, y que responden al efecto capitalidad, son concentración de estructuras públicas, estructura radial de las infraestructuras, concentración de capital público y el efecto BOE sobre las empresas.
Madrid, absorbedor de recursos
Su teoría es que este modelo es insostenible porque se está convirtiendo en un absorbedor de recursos del resto del Estado. Carreras también señala este fenómeno. "Por mi experiencia puedo afirmar que en Madrid no entienden que no vayas cuando te ofrecen una cátedra. Madrid es el destino final de todo el mundo que quiere hacer carrera en España. Nadie quiere quedarse en Valladolid, Logroño o incluso Valencia. Solo catalanes y vascos nos resistimos", explica.
En cambio, para Izquierdo, que fue presidente del INE, toda España se beneficia de la fuerza de Madrid y asegura: "De las expansiones se beneficia el conjunto del territorio, es lo que se llama motores de crecimiento económico. La economía española está muy interrelacionada y la prosperidad de una determinada CCAA beneficia al conjunto. Cuando miramos los inputs y outputs por territorio, son ficciones contables, es muy difícil asignar por territorios los flujos de comercio y capital. Hay un efecto desbordamiento. Y la prosperidad de Madrid ha desbordado los límites de la capital e incluso de la comunidad".
El debate sobre si la prosperidad de Madrid beneficia o no al conjunto no es puramente académico, sino que tiene un componente ideológico, sobre todo en cuanto al modelo territorial. Por eso las críticas a este gigantismo madrileño vienen sobre todo de la periferia, en especial de Catalunya y el País Vasco, pero no solo. Uno de los últimos grandes estudios sobre el llamado efecto capital lo firma el IVIE, el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, que concluye que Madrid se beneficia básicamente de ser el centro del poder político. Un dato lo ilustra bien: el 60% de las licitaciones del sector público que se adjudican a empresas españolas se hacen a empresas con sede en Madrid. Y, si se mira el importe de los contratos, el porcentaje sube hasta el 64,5%. O sea, que el gran pastel de la contratación pública se reparte en Madrid y en empresas con sede en Madrid. Muchas de ellas, además, provienen de las privatizaciones de los monopolios públicos de los años 90, que también han beneficiado a Madrid.
Aparte de esto, la capital concentra el 30% de los empleados públicos estatales, que coincide en que son los de categoría superior y, por lo tanto, con los sueldos más elevados. La carrera para ser alto funcionario en Madrid lleva a la capital cada año a centenares de jóvenes de todo el Estado a pesar de que en algunas especialidades más del 50% de los aspirantes son también de la capital. Aquí se marca una diferencia muy grande entre Barcelona, una ciudad hecha básicamente por la sociedad civil y la burguesía local, y Madrid, donde el primer gran edificio de Estado proyectado por Carlos III y ejecutado por Francesco Sabatini en 1769 fue la sede de la Real Casa de la Aduana, sede todavía del ministerio de Hacienda. Este fue el primero de los centenares de edificios públicos de medidas gigantescas que acogen las instituciones del Estado y también autonómicas y municipales. Incluso Izquierdo reconoce que en Catalunya hay más tradición de empresa. "Aquí el problema que tenemos es que la gente buena quiere ser funcionaria. En cambio, en Catalunya lo mejor que hay es el tejido empresarial", reconoce.
Ecosistema de 'start-ups'
Barcelona es una capital mediterránea muy singular. En muchos rankings, es la única ciudad europea que no es capital de un Estado. Y esta lejanía del poder le ha conferido una idiosincrasia particular y la ha hecho un motor económico, según economistas como Antón Costas. Para Albert Carreras, es verdad que en Barcelona hay un medio especialmente propicio a la creatividad que la beneficia. "Hay sectores, como la banca, las energéticas o la obra pública, que necesitan estar muy cerca del poder. En cambio, en Catalunya hay otros sectores más creativos que se encuentran más cómodas, sobre todo los más tecnológicos, siguiendo el modelo de California o Seattle". Esto hace que el Financial Times considere que Catalunya y Barcelona tienen la mejor estrategia europea para captar inversión extranjera. Es lo que defiende Richard Florida, uno de los intelectuales norteamericanos más influyentes y que ha puesto en circulación el concepto de "clase creativa". Según él, el futuro será de las ciudades abiertas, con artistas y bohemios, gente rompedora e iconoclasta, que es la que hace avanzar al mundo. Y aquí, afirma, Barcelona está muy bien situada.
Más allá del tópico de Mariano Rajoy ("los catalanes hacen cosas"), la economía catalana está orientada a la exportación y está cada vez más internacionalizada. El mercado español, que representaba a principios del siglo XX el 90% de lo que se vendía fuera de Catalunya, ahora a penas es un tercio. A pesar de que las episódicas campañas contra los productos catalanes tienen efecto en mercados como el del cava, hay multinacionales como Grifols, Cellnex o Fluidra que son inmunes a los boicots. La carrera española para fabricar la vacuna contra el covid la ganó Hipra, una empresa dedicada al sector veterinario ubicada en el pequeño pueblo de Amer, cerca de Girona, el pueblo de Carles Puigdemont. Y en Barcelona se han creado unicornios (start-ups que valen más de 1.000 millones) como Glovo, eDreams, Travelpark o Wallbox.
Ahora bien, Madrid se ha especializado en los últimos tiempos en atraer patrimonios elevados con una política fiscal muy criticada por el resto de las comunidades autónomas. Es lo que se denomina dumping fiscal. La Comunidad de Madrid es la única que ha bonificado totalmente este impuesto, de forma que se paga cero. En Catalunya se paga más o menos igual que en el resto de los territorios, pero es de largo el que más recauda, el 39% del total, porque aquí hay más ricos y en el otro lugar donde los hay, Madrid, no se paga. Así, por ejemplo, un contribuyente que tenga un patrimonio de 15 millones de euros paga cero en Madrid y cerca de 300.000 euros anuales en Catalunya.
'Dumping' fiscal
El resultado es que hay personas con un alto patrimonio que se trasladan a la capital para pagar menos. "No tanto catalanes como de otras autonomías", señala la secretaria de Hacienda, Marta Espasa. "El dumping fiscal funciona y es peligroso", puntualiza Angusto, que avisa de que de este modo Madrid detrae bases fiscales de otros territorios. En cambio, Gregorio Izquierdo niega que Madrid sea un paraíso fiscal. "Es absurdo decir esto cuando los madrileños son los que pagan más impuestos per cápita, lo que tiene es una fiscalidad más inteligente y ha sacado un impuesto que provocaba una distorsión", explica. "La recaudación per cápita es engañosa porque allí se concentran los grandes patrimonios y los grandes sueldos de la administración pública y el sector privado", avisa Angusto.
En efecto, consultando el informe Panorama de la fiscalidad autonómica y foral 2021, del Consejo General de Economistas, se puede comprobar que en Madrid los contribuyentes que ingresan más de 100.000 euros son los que menos IRPF pagan. Y en el resto solo está por debajo de las haciendas forales. Un sueldo de 30.000 euros paga 300 euros menos al año en Madrid. Pero uno de 300.000 se ahorra 10.000.
Volvemos al inicio. ¿Quién lo hace mejor? La conclusión es que la competencia entre Madrid y Barcelona no se hace en igualdad de condiciones. Por lo tanto, no tiene mucho sentido confrontar números sin más ni menos, porque en cuestión de volumen siempre ganará la capital del Estado. La pregunta es si Barcelona y Catalunya, que soportan un déficit fiscal y de infraestructuras tan elevado y tienen al lado un polo de atracción de capitales tan potente como Madrid, sale adelante. Y la respuesta es que, a pesar de los eternos debates sobre la decadencia catalana, los rankings y las cifras a nivel más cualitativo nos dicen que sí, que Barcelona sigue haciendo su camino. Un camino que, por otro lado, es cada vez más diferente del de Madrid.