Acortar las vacaciones de verano en la escuela, una cuestión de igualdad

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Verano sin vacaciones

"Que no se acabe, que no se acabe, el verano, el verano (hm-hm, hm)...". Ésta ha sido una de las bandas sonoras de estos últimos meses para muchos niños y adolescentes catalanes. Con el regreso a las aulas –y sintiendo mucho por los Figa Flawas–, se acabó el verano o, como mínimo, se acabó con las vacaciones escolares. Coincidiendo con el inicio de curso, las familias recibimos una carta de la nueva consellera de Educación para comunicarnos que asume con respeto sus grandes retos.

El capital humano, que se adquiere en buena parte en la escuela, es un factor clave para las trayectorias vitales individuales y para el crecimiento y la prosperidad económica del país. De esta forma, las inversiones en educación por parte del Gobierno tienen un elevado retorno tanto privado como social. Además, el sistema educativo, principalmente el público, juega un importante papel en lo que se refiere a la cohesión social.

A pesar del elevado grado de segregación socioeconómica de las escuelas catalanas, en las aulas los niños de entornos más o menos diversos comparten recursos, vivencias y experiencias, que en muchos casos compensan carencias que sufren fuera de la escuela. Pero este muro de contención de la desigualdad que representa el sistema educativo (público) se agrieta durante las vacaciones de verano.

Las vivencias y experiencias de los niños durante el verano pueden llegar a ser muy diversas, y esto se manifiesta al volver a la escuela. En tres meses de vacaciones, ¡se puede llegar a desaprender mucho! Además, y como era de esperar, este desaprendizaje es mucho más severo entre el alumnado procedente de entornos desfavorecidos.

Varios estudios han analizado el fenómeno del desaprendizaje durante el verano (o, en inglés, summer learning loss). La mayoría de estos estudios se han realizado con datos de Estados Unidos e indican que, en términos de habilidades lectoras, durante las vacaciones escolares, los niños pueden perder el equivalente a los conocimientos adquiridos durante un mes de escolarización. Esta pérdida puede llegar a ser mucho mayor, el equivalente a dos o tres meses de escolarización, entre los más desaventajados.

En cuanto a las habilidades matemáticas, todos los niños se ven negativamente afectados durante el verano, aunque las pérdidas son menores que en términos de habilidades lectoras. Los estudios también ponen de manifiesto que el desaprendizaje que tiene lugar durante los meses de verano es mayor entre los niños más pequeños, aunque el efecto de varios veranos se va acumulando a lo largo de la etapa educativa y acentúa aún más las diferencias entre estudiantes de distintos entornos socioeconómicos. Esta evidencia sugiere que las vacaciones de verano son una fuente importante de desigualdades.

Durante el curso escolar existe un sistema de educación gratuito y universal con una calidad mínima garantizada. En cambio, los meses de verano están mayoritariamente gestionados por las familias, estando condicionada la calidad y la cantidad de las actividades a sus recursos. Por tanto, ya diez meses vista, uno de los retos importantes que tienen la consellera de Educación y el nuevo equipo de gobierno es diseñar estrategias para minimizar los efectos negativos del desaprendizaje veraniego.

Una primera medida sería reducir la duración de las vacaciones de verano y realizar vacaciones durante otras épocas del año. Hay evidencia descriptiva, que no causal, de que en los países donde las vacaciones escolares están repartidas de forma más uniforme durante el año, por ejemplo, Japón y Corea, los resultados escolares mejoran.

Es cierto que en Cataluña, a pesar de los ventiladores y otras medidas que se están implementando en los centros educativos, resulta difícil estar en las aulas con las elevadas temperaturas de los últimos veranos. Por tanto, otra propuesta sería aumentar la oferta de actividades educativas de ocio durante los meses de vacaciones. Todos los niños y adolescentes deberían tener garantizado un verano digno, lleno de experiencias y nuevas vivencias. Casals y sobre todo campamentos fuera de casa, en entornos nuevos y estimulantes, podrían ser una buena herramienta para minimizar el efecto del desaprendizaje de los meses de verano, con beneficios individuales y colectivos.

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