La apuesta aragonesa de BonÀrea
El complejo industrial de Zaragoza es la punta de lanza de la expansión del grupo alimentario catalán en el mercado español
Épila (Aragón)La expansión de BonÀrea más allá de Cataluña tiene parada obligatoria en Aragón. La compañía con sede en Guissona (Segarra) lleva desde 2019 construyendo un macrocentro de producción y logística en el municipio de Épila, en la provincia de Zaragoza, que debe servir para abastecer a los supermercados de la empresa más allá del mercado catalán.
El nuevo complejo es "una pieza clave" para la estructura operativa y para el futuro de la empresa, asegura el consejero delegado de BonÀrea, Ramon Alsina, ya que debe servir para abastecer a los mercados de Aragón, Navarra, La Rioja, Madrid y Valencia. Actualmente es "la principal inversión" del grupo, añade, que debe permitir "llevar el modelo de BonÀrea a más hogares de España". De momento, el grupo ha invertido unos 223 millones de euros y tiene terminadas un 25% de las instalaciones previstas.
La decisión de BonÀrea de ampliar su operativa hacia Aragón se tomó por la "comunicación envidiable" de Zaragoza en el mapa peninsular, según Alsina. El pueblo de Épila se encuentra a una cuarentena de kilómetros al suroeste de la capital aragonesa, y el nuevo complejo industrial está justo a la salida de la A-2, la autovía que conecta Zaragoza con Guadalajara y Madrid, dos provincias donde BonÀrea tiene ya abiertas catorce tiendas. Los camiones de la compañía que salgan desde el nuevo complejo tienen como máximo tres horas de camino hasta la capital española, Valencia y País Vasco, donde la empresa tiene puesto el ojo desde hace unos años pese a no haber materializado todavía su desembarco. Si salieran de Guissona, donde se encuentra el principal punto logístico y productivo de la compañía, el viaje de los camiones se alargaría más de dos horas, lo que dificultaría el transporte de los productos.
De momento, sin embargo, el complejo abastece a 132 de los más de 600 establecimientos de la empresa segarrenca en todo el Estado. El mercado catalán aún concentra el grueso de la actividad de BonÀrea y Guissona sigue siendo el epicentro de la actividad, pero está previsto que, a medida que el resto del mercado estatal gana peso, también lo haga la actividad en el complejo aragonés. Cuando el centro de Épila esté terminado, tendrá que tener una capacidad productiva un 60% superior a la que ahora tienen las instalaciones del grupo en Guissona.
La expansión a otras comunidades autónomas le ha ido bien al grupo. Cerró en 2024 con unos ingresos de 2.680 millones de euros, que este año prevé aumentar un 5%. El beneficio el pasado año fue de 88 millones.
La necesidad de BonÀrea de construir un centro industrial en Aragón responde al modelo logístico elegido por la empresa ya su modelo productivo. Por un lado, las tiendas son abastecidas a diario. El hecho de minimizar la distancia entre los centros de reparto y los puntos de venta explica la apuesta por Épila.
En segundo lugar, BonÀrea es una de las pocas empresas del sector que tiene una integración vertical completa, es decir, que produce buena parte de los productos que vende (en Cataluña, Ametller Origen tiene un modelo similar). El haber nacido hace 66 años como cooperativa ganadera hace que dentro del grupo la actividad del sector primario y el negocio industrial tengan un peso que no tienen en otras empresas del sector de la distribución. Así pues, necesita complejos industriales grandes para tener las plantas de distribución.
Los límites de Guissona
Desde BonÀrea aseguran que el complejo de Guissona, donde tiene su sede central y concentra el grueso de su actividad industrial, tiene espacio para crecer, pero limitado. Por eso el solar de 180 hectáreas de Épila será la punta de lanza del crecimiento del grupo. El nuevo complejo funciona con el sistema de cross-docking que el grupo ya utiliza en sus otros centros productivos y que sirve para clasificar las cajas con las que llegan y salen los productos. De hecho, toda la mercancía física se transporta a un mismo tipo de cajas, que son el elemento central de la logística del grupo porque permiten estandarizar el transporte de todos los productos.
El punto neurálgico del complejo es el almacén automático, que tendrá una capacidad para 300.000 cajas y está dividido en varias áreas según la temperatura que requieran los productos. También existe operativa una nave de 15.000 metros cuadrados para el tratamiento y envasado de frutos secos, que se ampliará en el 2026, así como una planta para limpiar dichas cajas de transporte, con capacidad para lavar 22.500 unidades al día. Además, también hay talleres de reparación y mantenimiento, balsas de agua, una depuradora y una gasolinera, además de dos túneles subterráneos de más de tres kilómetros por los que pasan las instalaciones de electricidad, agua, vapor y, en un futuro, las cintas transportadoras que moverán los productos entre fábricas y almacenes.
A corto plazo, está prevista la construcción en los próximos dos años de una fábrica de alimentos para mascotas y una nave de líquidos donde se tratarán y envasarán leche, zumos de fruta, agua, vino y aceites y, eventualmente, deberá tener varios mataderos, una panificadora, un secador helipuerto, entre otras instalaciones.