REPORTAJE

La FP vasca: el modelo que todo el mundo quiere copiar

La colaboración entre las pymes y los centros educativos en proyectos de innovación es una de las fortalezas del tejido industrial vasco

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Una de las estudiantes del Instituto Miguel Altuna en Bergara, Gipuzkoa.

Bergara“Trabajé de higienista dental, pero cobraba poco y el trabajo era poco estable. Ahora estoy haciendo aquí un ciclo superior de formación profesional de preparación de la producción en fabricación mecánica”, explica con una sonrisa Dámaris Briongos, rodeada de una especie de robots que parecen extraídos de una película de la saga de Star Wars. Estamos en el centro Miguel Altuna de Bergara, la alegría de la corona del sistema de FP vasco. Tanto es así que a menudo es visitado por delegaciones internacionales. Hace poco les han visitado dos grupos de Estados Unidos, unos llevados directamente por la embajada y otros a través de uno college, explica orgulloso el director del centro, Joxu Arana. La autoestima por la FP es lo primero que se detecta en Miguel Altuna; no en vano Euskadi ha desarrollado un modelo referente que todo el mundo quiere copiar.

Las instalaciones son espectaculares y los métodos de enseñanza, avanzados. "Aquí ya no hay clases con la clásica pizarra, es un aprendizaje cooperativo basado en retos, y así es como los alumnos adquieren las competencias", explica el viceconsejero de Formación Profesional del gobierno vasco, Jorge Arévalo. Y, en efecto, paseando por el centro vemos a grupos de alumnos distribuidos por mesas mientras varios profesores les van atendiendo. "Aquí se hace una simulación del funcionamiento de una empresa que es real y tiene sede en Barcelona: se hacen los contratos, se pagan los impuestos... En fin, todo", relata. En Euskadi el 49% de los estudiantes cursan FP frente al 34% de media en España. Y la mitad estudian con esa metodología de alto rendimiento.

La zona de talleres del centro de FP Miguel Altuna en Bergara, Gipuzkoa, centro especializado en ciclos dedicados al sector de la industria.

Este curso se han ofrecido 60.000 plazas públicas de FP en Euskadi y sólo se han llenado 50.000, el 80%. Ninguno de los ciclos ofrecidos se ha llenado, de hecho. "Nos faltan alumnos", se queja Arévalo. Pero para el gobierno vasco ese sobrante no es un problema. “El próximo año ofreceremos 66.000 plazas, la clave es acercarnos al máximo a lo que reclaman las empresas, y por eso hacemos una planificación año a año”, explica. Allí no tienen el problema de Cataluña o Madrid, donde cada año miles de alumnos se quedan fuera.

Muchos de estos ciclos, sobre todo los que tienen que ver con la industria, tienen tasas de empleo superiores al 90%. Dámaris Briongos ya sabe que el próximo curso hará la formación en una empresa y que mientras se forma cobrará el salario mínimo. "Aquí es el único lugar de España donde ocurre esto", recalca Arana, que antes de ser director era el responsable de la relación con las empresas para gestionar la FP dual. Actualmente, Euskadi cuenta con 15.000 alumnos haciendo el modelo dual en 9.000 empresas. Es un porcentaje que se aproxima al alemán, que es el referente a seguir.

"El tema de las chicas en la industria nos preocupa mucho, porque las familias todavía están reticentes", lamenta Arévalo. En el centro Miguel Altuna tienen un 20% de chicas cursando ciclos industriales, pero la media en todo Euskadi es del 13%. “Subamos más o menos un punto cada año. Por el contrario, en los ciclos sanitarios y de biotecnología hemos pasado en pocos años de un 40% de chicas a un 78%”, afirma. Joxu Arana explica que antes las fábricas del Alt Deba, la comarca industrial donde está situado el centro, ponían pegas porque no tenían los vestuarios adaptados, pero ahora las reclaman. "Han visto que las chicas son a menudo más serias y mejoran la dinámica del grupo", subraya. En esa zona en concreto también llama la atención la densidad de centros de FP. "En 15 kilómetros a la redonda hay nueve", especifica Arana.

Dos alumnos realizando una práctica de mecánica en el centro Miguel Altuna de Bergara.
Una de las zonas de estudio del Centro Miguel Altuna.
Un profesor dando clase a los alumnos de Miguel Altuna con una metodología de alto rendimiento.

La gran arma de la FP vasca es su apuesta por la innovación y su estrecha relación con las empresas de su entorno. De hecho, en la práctica se han convertido en los departamentos de I+D de todo este tejido de pymes y micropymes vascas que no pueden permitirse tener propios. Uno de los ejemplos que mejor explica esta evolución es el caso de la forja en frío, una nueva técnica de fabricación de lo que antes se llamaba caracoles, tornillería en castellano, y que ahora son "elementos de fijación para el automóvil". Las empresas que los fabricaban pusieron dinero para poder enviar a profesores del centro a Estados Unidos para que se formaran en esta técnica. "Nos decían que si no podían hacer este tipo de nuevos caracoles que les pedían en Alemania se hundirían", recuerda Arévalo. “Antes siempre íbamos por detrás, pero ahora ya no. Aquí tenemos máquinas y tecnología que las empresas todavía no tienen. Vamos por delante”, resume Arana.

En Miguel Altuna tienen unas aulas digitales que parecen de ciencia ficción. No sólo las tablas son como una mesita gigante, sino que las paredes también. Es una tecnología inmersiva que permite al alumno simular cualquier situación. “Hoy en día ya no hace falta enviar un mecánico a Chequia cuando se te estropea una máquina. Desde aquí puedes trabajar en un gemelo digital”, relata Arévalo. La apuesta del gobierno vasco por la digitalización de los centros puede cuantificarse en dinero: 62 millones en los últimos cuatro años. El aula que vemos ha costado 250.000 euros y se están construyendo unos setenta más. El precio ya ha descendido ya a 180.000 euros.

"Piensa que los puestos de trabajo sin calificación prácticamente han desaparecido de la comarca", dice Arana señalando el edificio de al lado, donde hace una década estaba la fábrica de las famosas lavadoras Otsein, que en los años 80 llegó a dar trabajo a 800 trabajadores, la mayoría mujeres. El grupo Candy la deslocalizó. “Aquí ya no quedan las típicas cadenas de montaje. Esto ha terminado”, apunta. "Cuando alguna empresa necesita un perfil específico nuevo, nosotros se lo preparamos a la carta", añade Arévalo. De hecho, actualmente existen formaciones que sólo se imparten en Euskadi.

Relación con las empresas

Gorka Lazkano es ahora el responsable de llevar la relación del centro con las empresas. Su teléfono no para de sonar. Le piden alumnos, preguntan horarios, piden citas... “Tengo más contactos de empresas que de amigos”, comenta, divertido, mientras nos lleva en coche a ver a una empresa donde una alumna del centro está haciendo la FP dual. Los alumnos tienen un tutor que visita la fábrica tres veces durante el curso para comprobar que todo va bien y allí tienen un instructor de la misma empresa. Los últimos veranos le han enviado a China a formar trabajadores de allí en una planta vasca y tiene un montón de anécdotas que contar. “Hasta que los chinos no vieron que me ponía en la máquina y me ensuciaba como ellos no me gané su respeto”, explica. La internacionalización es otra de las claves del éxito industrial vasco. "Este año la FP vasca tiene proyectos concretos con 84 países", puntualiza el viceconsejero.

Llegamos a PMG Polmetasa, una empresa de propiedad alemana de 300 trabajadores, 190 de ellos en producción. El ambiente respecto al centro ha cambiado. Ya no hay tanta luz y no todo es tan futurista, ni limpio y pulido. El ruido es ensordecedor en algunas zonas, pero menos molesto en la zona donde trabaja Ainhoa ​​Garay, de 24 años. “Antes había hecho administración, pero no me gustaba trabajar en un despacho. Prefiero este ambiente”, comenta apuntando a sus compañeros. Ella trabaja en la renovación de utillajes con un programa individualizado, un trabajo básico para que la producción no se detenga nunca. Su hermana, que también trabaja, le animó a hacer el ciclo. Y su instructor en la empresa, Mikel Lasa, está muy satisfecho. “Es una suerte para nosotros tener a alguien como Ainhoa. Lo estamos esperando con los brazos abiertos”, comenta.

Ainhoa, estudiante de FP dual en el Instituto Miguel Altuna de Bergara, realizando prácticas de trabajo en una empresa de la zona.

Cuando termine el ciclo podrá entrar a trabajar con el sueldo mínimo que marca el convenio del metal de Gipuzkoa: 30.000 euros anuales. “Nosotros no ponemos limitaciones en las plazas de ciclos para la industria. Todas las que piden las ofrecemos”, apunta Arévalo. “Piensa que un puesto de trabajo en la industria genera dos o dos y medio en el sector servicios”, apunta. “Lamentablemente, los jóvenes ven lo de la industria como algo de otra época. Nos cuesta mucho, pero es el futuro”, concluye.

Cataluña, lejos de las cifras vascas

En Cataluña la implantación de la FP dual está lejos de las cifras vascas. Si se cuentan los alumnos de segundo curso que le siguen, son un 20%, pero si se calcula sobre el total, la cifra cae al 5%. En Catalunya están los mismos alumnos que en Euskadi cursando la FP dual, 15.000, pero con una población cuatro veces mayor, y el próximo año se llegará a los 20.000. El presidente del Consejo Catalán de Formación Profesional, Fabián Mohedano, reconoce la superioridad tanto en recursos como en empleabilidad del modelo vasco, pero pide que aquí también suba la autoestima. "Yo defiendo que en realidad no estamos tan lejos de Euskadi porque ahí tenemos una FP mucho más diversificada, con un hub digital muy potente, mientras que ellos son fuertes sólo en industria y gastronomía", afirma. "Y somos superiores en la gobernanza, ya que aquí tenemos un consejo que cuelga de Presidencia y en el que están representados todos: educación, universidades, sindicatos y patronal", añade. "Este curso por primera vez ha habido más matriculados en FP que en bachillerato, lo que hace unos años habría sido impensable", concluye. El gobierno catalán destina en estos momentos alrededor de 1.000 millones a la FP, mientras que en el caso vasco son 400 para sólo dos millones de habitantes. Para equipararse, pues, debería alcanzarse los 1.500 millones de euros.

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