Periscopio global

Un icono de Oxford Street, en el centro de una batalla comercial y financiera entre La Meca y París

El Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudí y la compañía francesa Kering se disputan el 50% de los grandes almacenes de lujo Selfridge's

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Exterior del histórico edificio de Selfridge's, en Oxford Street, en una imagen de archivo.

LondresDos grupos financieros internacionales, el Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita y el gigante de productos de lujo Kering, propiedad del multimillonario francés François Pinault, sobrevuelan uno de los edificios más emblemáticos y majestuosos de Oxford Street: el de los grandes almacenes Selfridge's. El interés ha despertado a causa del hundimiento del propietario de la mitad de la compañía, la inmobiliaria austríaca Signa, del millonario Rene Benko, que en noviembre del año pasado se declaró insolvente y entró en un caótico proceso de reestructuración de la deuda, todavía no resuelta.

El propietario del otro 50% de la empresa, el Central Group tailandés –compañía de la familia también de multimillonarios Chirativat, que posee otros verdaderos grandes comercios del lujo en Europa, como Brown Thomas & Arnotts, en Irlanda, o De Bijenkorf, en los Países Bajos– busca un socio con el que compartir la carga financiera que, de momento, supone operar Selfridge's. Esta compañía está muy afectada por los recientes aumentos de los tipos de interés y las deudas de los créditos firmados y endosados ​​a la misma a finales de 2022 por valor de 1.990 millones de euros para los hasta ahora dos propietarios. Además, si bien ha habido una mejora a lo largo del pasado año en el beneficio operativo –45,50 millones de euros–, las pérdidas antes de impuestos todavía subieron en el mismo periodo a los 44,33 millones , sin embargo, una mejora en relación con la pérdida equivalente de 142,13 millones de 2022.

Selfridge's no tiene un origen inglés, como Fortune & Mason, por ejemplo. Pero después de más de un siglo de presencia continuada en Londres y en otras dos ciudades del Reino Unido –en Manchester tiene dos establecimientos y en Birmingham uno; además de la tienda online–, la marca es tan popular como respetada por los compradores británicos de clase media y alta.

Anuncio publicado en 'The Times' de la inauguración de los grandes almacenes Selfridge's, en marzo de 1909.
Imagen del edificio de Selfridge's, en diciembre de 1944.
Harry Gordon Selfridge, en torno a 1910.

En 1906 Harry Gordon Selfridge, el empresario estadounidense fundador de los grandes almacenes de Chicago Marshall Field, llegó a Londres con su mujer y cuatro hijos. Tenía cincuenta años y "un ego enorme, tan grande como Oxford Street", en palabras de su biógrafa, Lindy Woodhead. En esa calle, sólo tres años después, en 1909, abrió los primeros grandes almacenes modernos de la capital británica, donde aplicó las mismas técnicas comerciales que con tanto éxito había llevado a cabo en Estados Unidos.

Harry Selfridge revolucionó el concepto de ir de compras, una experiencia que era entonces, a principios de siglo, sobre todo, una forma de entretenimiento. En los grandes almacenes se podían tocar, jugar y disfrutar los artículos a la venta, aunque no se compraran; los escaparates, además, se convirtieron en ventanas espectaculares, hasta popularizar la expresión window shopping; y los empleados eran aleccionados sobre cómo vender de forma más efectiva, y obtenían gratificaciones por sus registros, práctica no utilizada hasta entonces en las islas. El edificio original, de 50.000 metros cuadrados, obra del arquitecto estadounidense Daniel Burnham, fue restaurado en 2002, manteniendo intacto el encanto de un clasicismo beaux-art pero nada recargado.

Ahora, como si el destino de Harry Gordon Selfridge se repitiera –murió en 1947 casi en la ruina y despojado de su negocio–, Selfridge's se encuentra en un cruce y sin un rumbo concreto. A la espera de eventos y con la necesidad, anunciada el pasado verano por su director general, Andrew Keith, de "trabajar de forma más eficiente", reto que supondrá la "redimensión de algunos de nuestros equipos de la central, incluidos algunos pequeños equipos de comercio al por menor que apoyan a nuestras tiendas". En otras palabras, un número todavía no concretado de despidos de los 3.120 empleados.

El actual príncipe heredero, Mohammed bin Salman.

¿Quién ganará la partida: los árabes o los franceses? Es temprano por decirlo. Pero lo que está claro es que el Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudí (FIPAS) busca todo tipo de inversiones con qué diversificar sus intereses. En 2021 el fondo adquirió la mayoría de la propiedad del Newcastle United y el año pasado se convirtió en el segundo accionista de la histórica marca de coches Aston Martin. Además, el pasado año la prensa económica inglesa informó que en la operación de compra de su 50% de Selfridge's, la empresa Signa recibió el apoyo financiero del reino saudí. No era la primera vez. Porque el FIPAS invirtió anteriormente en Signa Sports, una compañía de venta al por menor de ropa deportiva online que cotizaba en la bolsa de Nueva York desde 2021.

François Pinault, el dueño de Kering, no lanza la toalla. La compañía, que cotiza en París, vale 52.000 millones de euros y posee, entre otras marcas de lujo, Gucci, Balenciaga, Yves Saint Laurent y Alexander McQueen. Recientemente ha comprado un inmueble en la Quinta Avenida de Nueva York, que alberga la tienda de Gucci por 963 millones de dólares.

Por ahora, sin embargo, la potencia de Mohammed bin Salman, el príncipe heredero de Arabia Saudí, parece infinita. Al menos, dispone de 500.000 millones de dólares a través del fondo de inversión para seguir comprando el mundo y limpiando la imagen de instigador intelectual del asesinato y descuartizamiento del periodista disidente Jamal Khashoggi.

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