La leyenda de los 102 monos y un anís
La badalonesa Anís del Mono llega a los 150 años de una historia llena de giros inverosímiles
Una de las modas entre las familias burguesas de finales del siglo XIX era tener animales exóticos en casa. Vicenç Bosch, un notario que nunca ejerció, no quiso ser menos y envió una carta a unos amigos colombianos para preguntarles si podían enviarle “uno o dos monos”. Los receptores confundieron la o por un cero y la cifra ascendió a 102 ejemplares. "En una primera remesa llegaron a Badalona 50 monos en barco", explicaba en una entrevista en La Vanguardia el otorrinolaringólogo Andrés Clarós Domènech, cuyo padre era amigo de los colombianos que habían enviado a los animales.
Bosch repartió los monos entre amigos y zoológicos pero se quedó uno que decidió tener en la fábrica. Sin quererlo lo convirtió en la imagen del negocio que fundó junto a su hermano Josep: Anís del Mono. En aquella época en Badalona había 28 fábricas de anís, cuatro de ellas junto a la de los hermanos Bosch. “Cuando la gente debía encontrarse en un punto, decían: «Quedamos en la fábrica donde está el mono»”, rememoraba Antonio Guillén, gerente de la compañía desde hace más de 20 años, en la Televisió de Badalona.
El origen del mono como imagen del anís tiene tantas versiones como resacas ha provocado este licor en sus 150 años de vida, que celebra este 2020. Las otras dos más repetidas son menos épicas. La primera es la que la propia licorería explica en su página web: su fundador recibió como regalo de negocios a un mono procedente de América. La segunda es la que sostiene su limpia: a Bosch le presentaron tres proyectos distintos de etiquetas, una con un toro, la otra con un águila y, la ganadora, la del mono. El simio, con cara de humano, tenía un parecido sospechoso con Charles Darwin, autor de El origen de las especies, que en aquellos momentos estaba de plena actualidad. Se desconoce si Bosch lo hizo para homenajearle o para ridiculizarle, pero la frase que el mono de la etiqueta aguanta en una mano (“Es lo mejor. La ciencia lo dijo y yo no miento”) es claramente un guiño al intenso debate que suscitaba entonces.
Donde no hay dudas es que la etiqueta tiene una de las faltas de ortografía más longevas de la historia. La impresión se dio en Francia y, en lugar de poner en ella destilación imprimieron destilación. Inicialmente nadie se dio cuenta y cuando se detectó el error ya era demasiado tarde para corregirlo, porque la marca estaba registrada. ¿Pero por qué decidieron los hermanos Bosch crear esta bebida? El gerente de la empresa, que no ha atendido las llamadas del ARA, explicaba que la idea era tomar una bebida energética. El empresario importaba de América con sus barcos todo tipo de productos, sobre todo tabaco y cacao, y quería una bebida que diera energía a sus trabajadores para cargar y descargar.
La inspiración del diseño de la botella, que se conoce como el diamante de Badalona, tiene un origen más romántico. Bosch se basó en un frasco de perfume que compró para su mujer en la plaza Vendôme de París, donde se concentraban las perfumerías de lujo de la capital francesa. El recipiente que escogió era de corte adiamantado pero de forma cuadrada. Cuando llegó a Badalona encargó una réplica en un formato redondo a una fábrica de vidrio. El modelo revolucionó el sector, que acabó haciendo réplicas de mil formas distintas.
En 1897 muere Josep Bosch, y Vicenç Bosch se queda en solitario al frente del negocio. Con el objetivo de publicitar el producto, el empresario, apasionado por el arte y la música, decidió convocar ese mismo año un concurso de carteles. Se concedían tres premios: el primero, de 1.000 pesetas; el segundo, de 500, y el tercero, de 250. Además, Bosch se reservaba el derecho a repartir 200 pesetas más a otros premiados. Se presentaron 162 obras de grandes artistas de la época que posteriormente fueron expuestas en la Sala Parés de Barcelona. El ganador fue Ramon Casas, con el cartel Mona y mono. El dibujo era el de una mujer con una mantilla que lleva un mono cogido de una mano mientras con la otra aguanta una copita de anís. El cartel se conoció popularmente como Manola, una imagen que sigue ligada a la compañía. La pasada Navidad Anís del Mono recuperó su etiqueta en una edición especial que sacó al mercado.
En aquella época Bosch también encargó a Puig i Cadafalch un quiosco de Anís del Mono de estilo modernista que se instaló en el andén de la estación de Badalona y que estuvo abierto casi cuatro décadas.
Diez años más tarde del concurso de carteles murió Vicenç Bosch y el negocio pasó a manos de sus dos hijos, que se fijaron como objetivo dar a conocer la marca en el resto de España y en el extranjero. En 1909 pusieron el primer anuncio luminoso de la compañía en Bruselas, y al año siguiente la licorería ocupaba un stand en la Exposición Universal de París. También fue la primera en instalar un cartel con luz en España. En este caso la ubicación escogida fue la Puerta del Sol de Madrid en 1913 y, meses después, la plaza Catalunya de Barcelona.
Pero el diseño revolucionario del Anís del Mono no fue objeto de trabajo sólo de Casas: Juan Gris, Picasso o Dalí cayeron rendidos a sus encantos. Gris hizo su particular interpretación cubista de la botella en el óleo La botella de anís (1914), expuesta actualmente en el Museo Reina Sofía de Madrid. Le siguió los pasos el pintor malagueño con Anís del Mono (1916), mientras que el figuerense Dalí incorporó la botella a Naturaleza muerta viviente, creada en 1956.
Incluso Hollywood sucumbió al diamante de Badalona. Anís del Mono compartió pantalla con unos jóvenes Johnny Depp y Al Pacino en la película Donnie Brasco. Unos años más tarde, en 2011, también tuvo su papel de figurante en la galardonada con el premio Goya No habrá paz para los malvados.
Cuando el negocio estaba en plena efervescencia, la competencia intentó quitarle clientes con todo tipo de estrategias. Los más discretos se limitaron a poner nombres de animales a sus licores. Había por todos los gustos: águilas, canguros, leones o topos. Otros apostaron por campañas más agresivas. Es el caso de Anís del Tigre, de las destilerías Lladó de Arenys de Munt. El negocio hizo una etiqueta de un tigre atacando a un mono. El caso acabó en los juzgados. Que todas estas compañías, incluso Anís del Mono, optaran entre el siglo XIX y XX por una imagen en su etiqueta no era casual: entonces la mayoría de la población no sabía leer ni escribir y los animales servían para diferenciar una marca de otra.
Sin embargo, la botella de los hermanos Bosch no sólo ha triunfado por su diseño sino también por su sonoridad cuando rascas la forma adiamantada. En muchas casas ha amenizado largas veladas de Navidad mientras se entonaban villancicos con mayor o menor éxito. Conscientes de este hecho, la propia compañía quiso actualizar el instrumento y en 2012 creó una aplicación que bautizó con el nombre de Monomusic, que podía descargarse con Android e iPhone y que ahora ya no está disponible. El aplique te permitía hacer el característico rico-rico con tu móvil.
Después de 104 años en manos de los Bosch, en 1974 la familia se vendió el negocio a la compañía de alimentación y bebidas Osborne, que le dio un giro para centrarse sobre todo en el mercado español . La empresa andaluza lanzó la campaña Volvamos al mono para reivindicar el origen del anís. Durante todos estos años también ha mantenido la fábrica, ubicada en primera línea de mar, con su aspecto original. El edificio modernista, diseñado por el arquitecto badalonés Joan Amigó i Barriga, fue declarado patrimonio histórico en 2007. La sala de producción que vieron nacer los hermanos Bosch es la misma donde actualmente se destilan 140.000 kilos de matalahúga al año, de donde se extrae el aceite que se mezcla con agua, azúcar refinado y filtrado y alcohol para obtener el Anís del Mono. Entrar en las instalaciones es como realizar un viaje a finales del siglo XIX. Se pueden ver los carteles publicitarios de Casas o los alambiques originales de cobre de 1870.
La fábrica, que tiene una decena de trabajadores, elabora 3 millones de botellas de anís al año básicamente de dos tipos: el dulce (el de la etiqueta roja), y el seco (el de la verde). Sus principales mercados, aparte de España, son Sudamérica, Estados Unidos y el centro de Europa. La marca forma parte de Osborne Distribuidora, que engloba vinos o anís, entre otros, y en el 2019 tuvo una facturación de más de 197 millones de euros, con unos beneficios de casi 11 millones. Badalona quiso rendir el suyo particular homenaje a la factoría que ha dado a conocer el nombre de la ciudad en todo el mundo en 2012, con una figura del mono creada por la escultora Susana Ruiz. Está hecha de bronce, pesa 200 kilos y está ubicada en la entrada del emblemático puente del Petróleo, muy cerca del mar y por donde una leyenda dice que hace un siglo y medio llegaron las decenas de monos que dieron nombre en la marca.