El espejo del Cercle: Austin, Portugal y Corea (del Sur)

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Ana Botín y Pablo Isla, sobre la exótica moqueta del Hotel W.

No hace tantos años, sería 2014, Pere Aragonès llegaba al encuentro anual del Cercle d'Economia a solas y visiblemente descolocado. “Oriol me ha pedido que empiece a ir a estos lugares”, explicaba a este cronista. Siete años después, llega al mismo encuentro como president de la Generalitat. Lo cierto, sin embargo, es que su llegada es algo confusa. Al encuentro también asiste el rey por segunda vez en los 36 años que hace que el Cercle celebra estas jornadas (la primera vez fue en 2008, cuando el emérito, Juan Carlos I, sufrió una famosa caída cuando bajaba del escenario). Las medidas de seguridad por la presencia de Felipe VI son tan grandes que muchos invitados llegan tarde, y entre la confusión, las personas que hay en la puerta se pierden la entrada del president Aragonès.

El presidente del Cercle, Javier Faus, defiende los indultos para los presos políticos, pide una España “más alemana que francesa”, una mejora de la financiación, más inversiones y un reconocimiento nacional de Catalunya. Pide “crecimiento sostenible, pero crecimiento” porque “en 2020 hemos visto que el decrecimiento es nocivo”, y pide impulsar las renovables, la ampliación del aeropuerto de El Prat y los Juegos Olímpicos de Invierno. También menciona tres territorios que considera ejemplos a imitar. Una ciudad: Austin, en Texas. Y dos países: Portugal y Corea (no lo concreta, pero se entiende que es la del Sur). Y cita a la economista Mariona (sic) Mazzucato, economista de cabecera de Aragonès.

El president se muestra satisfecho porque Faus haya citado a Mariana (ahora sí) Mazzucato, pero lanza una serie de mensajes que no van destinados a seducir al auditorio: “Vivimos en una sociedad profundamente patriarcal” (en la platea hay de todo menos paridad) y hace una defensa de la ley catalana de los alquileres, por ejemplo. Pero en el apartado político sí coinciden: Aragonès muestra su mano tendida para negociar con el Estado.

Mientras habla Ada Colau (que tiene pocos votantes entre el público, pero ya no causa la inquietud que se percibía en 2015, cuando acababa de ganar las elecciones municipales por sorpresa) llegan tres primeras espadas del empresariado español: Ana Botín (Santander), José María Álvarez-Pallete (Telefónica) y Pablo Isla (Inditex), un claro ejemplo de la voluntad de Javier Faus de celebrar un encuentro que tenga influencia más allá de Barcelona. Esta voluntad también se aprecia en la invitación al rey. Botín aparece con una colorida mascarilla que lleva la palabra Cantabria estampada, y de Pallete llama la atención su aspecto esmirriado de maratoniano dedicado.

El encuentro entre los tres directivos, moderados por Marc Puig (presidente de Puig), acaba pareciendo una charla entre amigos en la que Botín demuestra una capacidad de comunicación superior. La banquera ataca al machismo (“Esto de que las mujeres no quieren ser directivas es una chorrada”), se muestra empática (“Antes me sentía culpable si trabajaba desde casa un viernes, ahora ya no: incluso soy más productiva”) y a favor de los incrementos fiscales (“Estoy encantada de que suban los impuestos a los bancos y las empresas, pero que pague todo el mundo”). Al final, Botín acaba explicando que, si no fuera banquera, le habría gustado ser golfista. Pallete dice que futbolista. Isla, escritor. Todas son profesiones a priori bonitas y alejadas de sus ocupaciones actuales. Y a Marc Puig, ¿qué le habría gustado? “Yo, astrofísico. Me habría gustado”.

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