Inflación alta: ni está ni se la espera

Los bancos centrales no auguran incrementos de precios a pesr de los agresivos estímulos para paliar la crisis

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La inflación a las principales economías

BarcelonaLa recuperación de las economías ricas ya ha empezado, y una de las principales razones, además de la vacunación masiva, que permite ir reabriendo la actividad, son los enormes estímulos que han aprobado las administraciones para dejar atrás la recesión. Ahora bien, además de estimular el crecimiento, la teoría económica apunta que los precios pueden aumentar. ¿Cómo lo ven las autoridades? ¿Existe realmente este peligro?

La respuesta, de entrada, es que no, más allá de subidas puntuales de la inflación, tanto en los Estados Unidos como en la zona euro. En las últimas semanas algunos políticos y economistas, la mayoría defensores de postulados más liberales, tradicionalmente más preocupados por las subidas de precios y por incrementos de la deuda pública, han lanzado advertencias en este sentido.

La Reserva Federal –el banco central de los EE.UU.– anunció el miércoles el repunte de precios más fuerte en 13 años, del 4,2%, pero el propio presidente de la Fed, Jerome Powell, quitó hierro a las cifras e indicó que los precios se mantendrán bastante estables y que solo espera subidas de carácter “transitorio”.

La Fed ha aprendido “las lecciones de la crisis de 2008, cuando también se esperaba inflación”, asegura Òscar Jordà, profesor de economía de la Universidad de California en Davis y asesor sénior del banco de la Reserva Federal de San Francisco, una de las doce ramas regionales del banco central norteamericano. En este aspecto, desde 1998 la inflación en los Estados Unidos ha sido de media una décima superior al objetivo del 2% que marcan la mayoría de bancos centrales, mientras que en la zona euro ha sido cuatro décimas inferior. En otras economías, como Japón, ha sido casi del 0%. Pero si se miran las tasas a partir de la crisis de 2008, la media baja todavía más.

Actualmente, en los EE.UU. “se espera inflación por cuellos de botella”, dice Jordà. “Cuando se abre la economía, las líneas de suministro no están al 100%, por lo que puede haber problemas de suministro a corto plazo” que causan una “subida de la inflación muy llamativa”, explica Jordà. El economista pone como ejemplo la madera, un material muy utilizado en Norteamérica para construir casas, que ha sufrido escasez por culpa de la parada de la pandemia y que ha hecho aumentar puntualmente los precios del mercado inmobiliario.

Ahora bien, la inflación también está afectada por “motivos que sobrepasan la política monetaria” de los bancos centrales, recuerda Jordà. Por ejemplo, en los EE.UU. una fuerza que empuja los precios al alza es el coste de la sanidad, que lleva años encareciéndose y que ya representa un 18% del cesto de la compra básico de la familia media norteamericana. 

Recuperación más lenta en Europa

¿Se pueden producir en la eurozona estos repuntes de los precios? “Me encantaría”, dice Xavier Freixas, catedrático de economía financiera de la UPF, puesto que una subida de la inflación después de una recesión es sinónimo de que la economía vuelve a crecer. Pero las posibilidades de que se produzcan en la zona euro son escasas.

En Europa, “el crecimiento es muy bajo” y “con crecimiento bajo y paro alto es difícil pensar que habrá cuellos de botella”, comenta Freixas. “El punto de partida es muy diferente” entre los Estados Unidos y los países del euro, añade el catedrático de la UPF, que destaca que en los EE.UU. la actividad económica se ha retomado con mucha fuerza este 2021, sobre todo con la campaña de vacunación masiva a la población –mucho más rápida y extendida que en la Unión Europea– y gracias también a los estímulos fiscales “mucho más agresivos” que ha aprobado el gobierno federal. De hecho, si se compara la respuesta a la crisis del coronavirus, la eurozona y los EE.UU. no han actuado de manera muy diferente en cuanto a medidas monetarias –tanto el Banco Central Europeo como la Reserva Federal han sido agresivos–, pero sí hay diferencias fiscales.

La UE ha aprobado un paquete de 750.000 millones de euros, el programa Next Generation, que combina ayudas a los gobiernos de los estados miembros y créditos; es decir, una parte del total se tiene que volver. Los fondos se cobrarán en seis años. El contraste con los EE.UU. es, pues, muy notable: entre las ayudas ya aprobadas y las que están pendiente de aprobación en los próximos meses, el gobierno federal dedicará casi seis billones de dólares a estímulos fiscales.

Además, Freixas recuerda otro indicador de la situación económica diferente en ambos lados del Atlántico: en la zona euro los tipos de interés todavía son negativos, mientras que en los EE.UU. son positivos. El hecho de que la zona euro haya tenido los tipos en mínimos históricos desde 2015 mientras que en estos más de seis años la Reserva Federal se haya visto obligada a subirlos en varias ocasiones demuestra que la economía norteamericana ha tenido tendencia a crecer más que la europea desde la crisis de 2008.

Hay la posibilidad de que los efectos de la inflación en los Estados Unidos lleguen al Viejo Continente, a pesar de que Freixas cree que es “difícil de saber” ahora mismo si se puede llegar a “importar” un incremento de precios. En cualquier caso, una importación en Europa de la inflación norteamericana dependería de factores que van más allá de la política monetaria o de la actividad económica, como por ejemplo el tipo de cambio. Freixas considera que si el tipo de cambio entre el euro y el dólar “se queda como ahora”, sí se podría llegar a producir una subida de precios en la eurozona, puesto que el coste de las materias primas aumentaría.

“La gente olvida que una parte de la inflación es global”, dice Jordà, que recuerda que en países emergentes, como por ejemplo los latinoamericanos o los asiáticos, hace una década la inflación era de media del 10%, mientras que ahora está cerca del 2%.

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