Automoción

La Navidad amarga de los trabajadores de Nissan: "Llegué de la baja maternal y me dieron la carta de despido"

Los 1.500 empleados de la automovilística pasan las fiestas en el paro y pendientes de la reindustrialización de las plantas

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Trabajadores de Nissan quemando neumàtic  durante uno de las decenas de manifestaciones que han hecho contra el cierre

BarcelonaEl día que llegó de su segunda baja maternal al trabajo la recibieron con la carta de despido. J.M. es una de las afectadas por el cierre de Nissan. Hasta la semana pasada trabajaba en el centro de distribución que la automovilística japonesa tiene en el puerto de Barcelona (Nissan Distribution Service) y que mantendrá abierto a pesar de su marcha de Catalunya, a pesar de que con una plantilla más reducida. "Fue un déjà-vu, porque en 2009 también fui una de las afectadas por el expediente de regulación de empleo (ERE) que presentó la compañía, que fue muy traumático", explica. Seis meses más tarde de ese ERE, en 2010, la automovilística volvió a darle trabajo en la planta de la Zona Franca y en 2018 dio el salto hacia el centro de distribución para conseguir una mejor conciliación laboral. Tiene 40 años, dos hijos (uno de tres años y otro de seis meses), una hipoteca y algún préstamo para pagar, hoy por hoy, con la entrada de un solo sueldo en casa, el de su marido. "Me han destrozado la Navidad. Tenía que ser una época dulce con dos niños pequeños y ahora mismo estoy en shock", admite. En shock, concretamente, porque no esperaba ser una de las afectadas por el ERE, puesto que en el centro de distribución seguirán trabajando 36 personas.

Su primera reacción cuando hace un año y medio Nissan comunicó que cerraba fue pensar que "era un farol" de la automovilística para conseguir más ayudas de las administraciones públicas. "Llámame incrédula, pero fue una gran sorpresa. No nos creíamos cómo una empresa que llevaba tantos años en Barcelona y que era tan importante podía cerrar, por eso salimos a la calle a manifestarnos", relata.

El segundo palo se lo llevó cuando el fabricante de coches chino Great Wall Motores (GWM) anunciaba la semana pasada que se retiraba definitivamente de las negociaciones para instalarse en la planta de la Zona Franca. "Era la mejor opción, porque sustituías a una automovilística por otra. Teníamos este hilo de esperanza y fue muy decepcionante".

Ahora, asegura, todavía tiene que digerir lo que le ha pasado y decidir qué hace en el futuro más inmediato. Lo más sensato, dice, es acabar los estudios de administrativa, estudiar idiomas y buscar trabajo de lo que sea. "La carta de la reindustrialización está muy bien, pero no sabemos cuánto tardará en hacerse realidad, ni con qué condiciones ni qué puestos de trabajo se requerirán". En lo que no tiene dudas es que las 1.500 personas que se han quedado en el paro quieren trabajar y conseguir una estabilidad que "tristamente" ahora no tienen. Ahora bien, también es consciente de que el contexto actual, con la variante del covid ómicron incontrolada, será muy difícil encontrar un trabajo con el sueldo que tenía (muy por encima del salario medio). "Nos tendremos que apretar el cinturón tres, cuatro o cinco vueltas", admite.

Volver al paro 33 años después

La situación en la que se encuentra J.M. es la que vivirá dentro de aproximadamente seis meses Manuel Sanz, representante de la UGT del comité de empresa de Nissan. El contrato, después de 30 años trabajando en Nissan, se le acabará en junio, cuando está previsto que se cree un nuevo comité de empresa, e irá a las listas del paro, donde estuvo por última y única vez cuando solo 17 tenía años.

Recuerda el silencio que se hizo el 13 de diciembre cuando se comunicó a la mesa de reindustrialización que GWM se retiraba. "Las administraciones en todo momento dieron el relevo casi por hecho", asegura. Padre de tres hijos –el mayor tiene 19 años–, evita hablar de su situación laboral en casa. "No preguntan y a mí me ven tranquilo", explica. Su gran obsesión es trabajar para encontrar una solución en la reindustrialización de la automovilística. "Tirar la toalla es como admitir que todo se ha acabado", añade. Es por eso que en ningún momento se ha planteado buscar un nuevo trabajo y admite que si lo tuviera que hacer lo tendría difícil, porque en sus 50 años es complicado encontrar un puesto de trabajo bien remunerado como el que tiene ahora.

A pesar del atraso del calendario de negociaciones, hasta febrero no se prevé cerrar el relevo y después se tienen que adaptar todas las instalaciones a los nuevos inquilinos, Manuel se muestra optimista con dos de los proyectos industriales que hay encima de la mesa: el hub de electromovilidad encabezado por la empresa catalana QEV y la belga especializada en componentes de la automoción Punch. A la espera de que se materialicen, dice, sin tapujos, que esta Navidad "será dura" para 1.500 familias y en especial para los matrimonios en los que los dos trabajaban en la misma empresa.

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