Josep Maria Álvarez: “No puede ser que las energéticas se estén haciendo de oro con la guerra”
MadridHace seis años que Josep Maria Álvarez (Belmonte de Miranda, Asturias, 1956) es el secretario general de la UGT estatal después de 26 años liderando el sindicato en Catalunya. Su equipo más próximo habla catalán y él confiesa que vuelve cada fin de semana a Barcelona.
Cuando parecía que nos recuperábamos de la pandemia llega la guerra. ¿Qué consecuencias económicas cree que tendrá?
— Hemos de esperar un poquito para poder hacer balance. Y las consecuencias económicas las tenemos que amortiguar. Y aquí hay un punto clave que es repartir la riqueza a través de los salarios.
Ahora estáis en plena negociación del AENC. ¿Cómo se evitará la pérdida de poder adquisitivo si no se indexan los salarios al IPC?
— Esto tiene que salir del acuerdo, si es que hay acuerdo, con la CEOE. Y nosotros estamos en la mesa de negociación con el firme propósito de no perder poder adquisitivo, pero podemos posponer el momento en el que se nos restituya el diferencial de inflación.
La patronal no ve con buenos ojos las cláusulas de revisión salarial.
— De la misma manera ella sabe que nosotros sí que las queremos, con flexibilidad, pero sí.
¿Hacia a quién va dirigido el mensaje de la movilización del miércoles 23?
— Un pacto de rentas comporta tocar dos cosas: salarios y beneficios. Lo que veo complicado es cómo puedes limitar los beneficios. Los salarios es más fácil. ¿Cómo puedes garantizar que las empresas dediquen los beneficios a mantener los precios de sus productos? El pacto de rentas lo tenemos que visualizar no en uno, sino en unos cuantos pactos. El de salarios, que podemos pactar patronal y sindicatos. Y con el gobierno tendremos que hablar de política fiscal y de control de precios. Justamente la manifestación del día 23 va dirigida a tres sitios: a la Comisión Europea, al gobierno de España y a la patronal. A la gente no se la puede continuar engañando. Esta idea tan tarambana de la derecha de que la solución es bajar los impuestos en realidad es para que sus amigos, que son las empresas, ganen más dinero. Bajar los impuestos tiene poca incidencia sobre el precio final, pero mucha en la cuenta de resultados de las empresas. Lo hemos visto con la bajada del IVA del precio de la energía.
¿Cómo se controlan los precios?
— Es que tenemos una Comisión de la Competencia que no hace nada, que permite que se dispare el precio del aceite de girasol 24 horas después de la invasión de Ucrania. Es pura especulación, porque el aceite está en el almacén. Pasa igual con las harinas. Es pura ficción especulativa y los especuladores tienen que saber que el Estado puede actuar y actúa ante una situación de guerra.
¿Esto es lo que piden al gobierno español?
— Queremos que sea contundente en este tema. Y queremos que averigüe hasta qué punto la soberanía española le permite hacer cosas. Y la patronal se tiene que comprometer como institución a decir a las empresas: escuche, no haga negocio de la guerra. No abusen de los precios. Con los carburantes y la energía, de manera clara, pero con la alimentación vemos algunos casos también. Este es el objetivo principal de la manifestación.
Los empresarios tendrían que estar de acuerdo con el control de precios, ¿no? Porque ellos también son perjudicados...
— Una parte sí, la otra no. Se tiene que decir claramente que las eléctricas y las empresas de energía se están haciendo de oro con la guerra y esto no puede ser. Tienen reservas para años, y lo que ha costado 20 lo venden a 220.
¿Què llevaaréis a la mesa de la reunión de este lunes?
— Los acuerdos tienen que tener más de una pata. Una de cobertura para las personas, con los nuevos ERTE, que todavía no se han desarrollado. Un paquete de sector primario, por ejemplo para ayudar a sustituir los piensos que vienen de Ucrania o Rusia. Y algo respecto a los beneficios de las empresas se tiene que hacer.
¿Los de las eléctricas o más allá?
— En general todos los excedentes que no sean razonables. Escuche, ¿una empresa cuánto es razonable que gane? Incluso por sectores. Si hay pelotazo se dice: el 50% del pelotazo se lo queda el Estado para compensar a los que están perdiendo. Este es el papel del Estado desde mi punto de vista.
¿Os habéis recuperado del susto de la reforma laboral?
— Es que ya ha pasado tres veces en votaciones agónicas. Con la función pública, las pensiones, que sufrimos mucho, y la reforma laboral.
Esta última salió de casualidad...
— Sí, gracias al milagro de San Casero. Es un tema que siempre quedará, porque a mí me habría gustado mucho compartir esta victoria con toda la izquierda. Algunas izquierdas han tenido la mirada muy corta, y me sabe mal porque nos han acompañado hasta la puerta y en el momento de entrar se quedan fuera.
¿Habla de ERC?
— Hablo de ERC, de Bildu y del PNV. A Junts ni los considero. Es más, ¿cómo puede decir que el acuerdo no habla catalán? ¿Qué se han creído? ¿Que el catalán es suyo o qué? ¿Qué es eso? Esta señora [Miríam Nogueras], ¿qué se ha creído? ¿Que puede hablar en nombre de Catalunya? Seamos serios. Catalunya afortunadamente es mucho más que Junts per Catalunya, y desde el punto de vista sindical, infinitamente más. Hablamos de más del 80% de representación entre la UGT y CCOO. Esto me enfadó. ¿Ahora resulta que yo no hablo catalán? Y lo de ERC, personalmente me ha entristecido.
¿Han quedado tocadas las relaciones con ERC?
— No, tocadas no. Las relaciones con ERC tienen muchas más raíces. Nosotros también decimos que hay muchas más cosas que cambiar. Ahora, cuando tú estás subiendo una montaña, y hay una fuente, si tienes la oportunidad de llegar para beber, ve. ¿Quiere decir esto que renunciamos a hacer la cumbre? No. Pero damos este paso. Y la reforma es un gran paso. Que pregunten a los miles de personas a las que les están cambiando el contrato temporal por uno indefinido, o a las personas que ganaban 14.000 euros al año y ahora pasarán a 18.000 o más de 20.000. ¿Esto no son ganancias? No hacerles entender que esto es más importante que una cuestión partidaria, que eso sí que es una cuestión de país, esto me entristece.
¿Fue por motivos políticos, entonces?
— No hay ninguna otra explicación.
¿No crearon el PSOE y Unidas Podemos una expectativa excesiva con la derogación de la reforma laboral?
— Es que ha habido derogación. ¿Hemos derogado aspectos de la contratación? Sí, pero no hemos vuelto a lo que había porque no era bueno, no queríamos volver al 2004. Y con ERC me duele porque hay cosas que se han quedado por el camino y se podrían haber conseguido...
¿Por ejemplo?
— Cosas que tienen que ver con el marco catalán de relaciones laborales. Reivindicaciones históricas del sindicalismo catalán y de país de verdad.
¿Intentarán ahora avanzar en alguna en estos dos años que quedan, en principio, de legislatura?
— De lo que se trata es de hacer un nuevo Estatuto del siglo XXI de las personas trabajadoras. Y más que de la indemnización, tenemos que hablar de las causas del despido. En España han desaparecido las causas para el despido. La otra cuestión es cómo se produce el despido. Hemos pasado de tener la aprobación previa de la administración a un proceso con el cual con un mes de negociación como dice la ley ya se puede producir el despido, y aquí tenemos que buscar un punto de equilibrio.
Ahora que pasa mucho tiempo en Madrid, ¿cree que hay un peligro real de gobierno PP–Vox en España?
— Jo creo que le tenemos que dar un tiempo a Núñez Feijóo. Quizás alguien me dirá que soy un iluso, pero tengo una cierta esperanza de que en España haya una derecha homologada con las derechas europeas. Tenemos que hacer todo lo posible para que el PP no caiga en manos de Vox.
¿Se imagina el escenario con la extrema derecha al poder?
— Nosotros seríamos los primeros que pagaríamos, antes que los partidos políticos. No tengo ninguna duda de esto. Yo si abro Twitter y me busco a mí mismo y veo qué cosas bonitas me dicen en algún momento aparece la bandera española y Vox. Estamos viendo cosas que nos pensábamos que no pasarían… pero bien, ya resistiremos. La UGT ha resistido unas cuántas dictaduras. Y no sé si Abascal tiene un número en la Seguridad Social que no provenga del erario público. Es evidente que la extrema derecha sabe que los objetivos son los sindicatos.
La extrema derecha intenta penetrar en el voto obrero...
— Hace un discurso obrerista para llenarse la boca. Piden que bajen los impuestos, pero no que se toquen las eléctricas. Y cuando hablan de la Seguridad Social hablan de privatizarla. Y no explican que no hay ningún sistema privado en el mundo que haya funcionado. Y si no, que se los digan a los chilenos.
Los sindicatos también se tienen que poner al día, cada vez tienen menos afiliación...
— Tenemos que dar este paso del sindicato que digo yo de plaza. El centro de trabajo hoy ha quedado pequeño, pues nosotros tenemos que organizar el sindicato en la plaza, y puede ser en la red o la plaza física. Yo creo que este último acuerdo (el de la reforma laboral) en este tema nos ayuda. Yo tengo la percepción que la gente nos percibe con más utilidad ahora que hace un año a raíz de la reforma laboral, el acuerdo de pensiones, etc.
Ahora que lleva seis años aquí y vive el gobierno de Ayuso, ¿cómo ve el discurso que se emite en el sentido de que Barcelona y Catalunya están en decadencia mientras que Madrid, en cambio, es una turboeconomia?
— La comparación no me parece muy razonable. Madrid es la capital y tiene un millón de funcionarios del estado que viven, trabajan y cotizan en Madrid y esto no lo puede tener Barcelona. Ahora bien, sí que hay una ostentación de poder, no solo hacia Catalunya, sino también hacia Andalucía y el País Valenciano, que le puede salir cara. No me compararía con Madrid, sino con el País Vasco. Al País Vasco le funciona muy bien la formación profesional, que en Catalunya no tira ni de lejos. Espero también que el sistema de financiación de las comunidades autónomas tenga un reequilibrio. No se puede permitir que la capital sea un paraíso fiscal. Creo que se tiene que trabajar en un frente con otras autonomías para impedir que la Comunidad de Madrid, que además es como un distrito federal, pueda disfrutar de esta doble condición: como capital y a la vez como paraíso fiscal. Por eso la gente no se tiene que reflejar en ella, porque no es un modelo reproducible. Tiene demasiado alimento, por decirlo así.