Alimentación

De padre a hija: 35 años de ganadería y agricultura ecológica en la falda de los Pirineos

La finca de alta montaña de la familia Torner, en Prullans, fue la primera explotación de cultivos y rebaños de la Cerdanya en obtener el sello ecológico

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Teresa Torner en su explotación de ganadería ecológica

GeronaTeresa Torner es una de las campesinas de Cataluña con mayor experiencia en ganadería y agricultura ecológica. En 1989, cuando sólo tenía 8 años, su padre, Abel, que tenía cultivos y rebaños en la Cerdanya, decidió hacer evolucionar el negocio y, de forma absolutamente pionera, pasó de una explotación extensiva tradicional a una de ecológica. Para cumplir con todos los requisitos y controles de este nuevo sello, Abel Torner, que siempre se había mostrado preocupado por obtener productos naturales, sin pesticidas y de proximidad, se dedicó a comprar sólo semillas puras, sin mejoras químicas que favorecieran el rendimiento de las cosechas, y criaba a todos los animales dándoles el mínimo de medicamentos posible.

En el 2015, Teresa Torner empezó a trabajar en una de las fincas de la familia, fiel siempre a esa misma filosofía, y en el 2021, con la muerte de su padre, tomó el relevo de toda la explotación. Su finca es La Bastida, cerca de Prullans, a 1.700 metros de altitud, una de las más altas de Cataluña, desde donde cultiva patatas y cereal forrajero para los animales y administra una cincuentena de cabezas de yegua pirenaica y 100 vacas de raza morena. Torner mantiene el legado ecológico de su padre, anteponiendo siempre la calidad, el bienestar y la salud a la rentabilidad económica y la superproducción: "Tenemos unos valores y una forma de producir que no hemos cambiado, venimos de unas raíces muy profundas y la certificación ecológica es una forma de decir que hacemos las cosas lo mejor posible", explica Torner.

El camino para llegar hasta aquí, sin embargo, no ha sido fácil: "El mundo del ecológico nació como un movimiento social, aquí era desconocido, mi padre tuvo dificultades para salir adelante, ya que, sobre todo al principio le costaba vender con esta etiqueta, algunos compradores le hacían boicot.

Vender por bajo coste y vivir de las ayudas

Ahora, para las nuevas generaciones, tampoco es sencillo llevar adelante el negocio: cuesta mucho hacer compatibles los costes de producción ecológica con el precio de venta que fija el mercado. "En 1982, cuando no teníamos ecológico, contando el cambio de moneda, mi padre llegó a vender el becerro desmamado a unos 700 euros, y ahora, pese a tener el sello, en el 2021 se pagaron a 450, cuando subirlo lo cuesta el doble", dice Torner, que añade: "Más del 50% de nuestras finanzas son las ayudas europeas, que nos permiten sobrevivir". Esta problemática es extensiva a todo el sector, pero especialmente sensible con los productores ecológicos, porque si bien reciben subvenciones más generosas, al pasar muchos controles y certificaciones, también les cuesta más la materia prima y el proceso de producción.

Y es que en el momento en que los productos ecológicos entran en el mercado de intermediarios y distribuidores, compiten con toda la oferta de la gran industria, tanto ecológica como convencional, y aquí les resulta imposible igualar el precio. Torner incluso debe vender a menudo la carne al mismo precio que la no ecológica, ya que no encuentra compradores que quieran pagar su valor añadido. "La globalización no nos ha favorecido, ha permitido una competencia desleal. Hasta que las cadenas alimentarias no den prioridad a un producto del territorio siempre habrá proveedores más industrializados, incluso con el mismo sello que tú, que podrán comercializar a la mitad del precio", lamenta la campesina.

Visto este desequilibrio entre precio de venta y costes de producción, sale más rentable vender la pieza de carne directamente al cliente, sin intermediarios. Ahora bien, para los pequeños productores como Torner, resulta imposible dedicarse a gestionar y buscar uno a uno a los diferentes compradores para cada producto. Por eso, desde hace un año Torner se ha asociado con cuatro productoras agroalimentarias ecológicas del Pirineo bajo la cooperativa Coopyrene, para incentivar la venta directa de todos sus productos y dar un poco de aire a las finanzas.

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