La escalada nuclear no es ninguna broma

Trump y Putin en la comparecencia conjunta en Alaska
31/10/2025
2 min

Durante décadas, en plena Guerra Fría, el mundo vivió angustiado por la amenaza latente de una hecatombe bélica nuclear. El recuerdo de Hiroshima y Nagasaki era reciente. La división en bloques irreconciliables, el Occidente capitalista contra la Rusia comunista y sus satélites, mantenía a la comunidad internacional en una tensión permanente. El pacifismo fue ganando terreno (también el ecologismo que combatía la energía nuclear). La distensión y la desescalada en el armamento nuclear llegó con los acuerdos entre los presidentes estadounidense Reagan y ruso Gorbachov: a partir de 1985 y con el tratado START de 1991. Con la caída y disolución de la URSS, se produjo un relajamiento respecto a la amenaza bélica nuclear. Pero pese a la destrucción de arsenales, el peligro ha seguido existiendo. Las armas están ahí y tienen un potencial destructivo descomunal, infinitamente superior a las devastadoras setas nucleares que, en Japón, pusieron definitivamente el trágico punto final a la Segunda Guerra Mundial.

EEUU y Rusia siguen siendo los países con mayor armamento nuclear, seguidos a mucha distancia, y por este orden, por China, Francia, Reino Unido, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte. Todos ellos firmaron en el 2017 el Tratado de No Proliferación Nuclear, que entró en vigor en el 2021. Pero con la guerra de Ucrania y la vuelta al poder del presidente estadounidense Donald Trump, la atmósfera está cambiando. En apenas una semana,Vladimir Putin ha sacado pecho de haber probado con éxito dos proyectiles con capacidad nuclear: el misil Burevéstnik y el torpedo submarino Poseidón. Y Trump le ha respondido ordenando al Pentágono reanudar las pruebas con armas nucleares "inmediatamente". La supuesta buena sintonía exhibida por ambos presidentes, con la simbólica alfombra roja que el inquilino de la Casa Blanca desplegó a su homólogo ruso en Alaska, en territorio estadounidense, ha dado paso ahora a un escenario de posible escalada atómica. En sólo tres meses y medio han ido de un extremo a otro.

Con su gesto, los expertos creen que Putin pretende presionar a Trump para que se avenga a ampliar el tratado Nuevo START, que limita el número de armas nucleares estratégicas a los arsenales de cada país. Caduca en febrero del próximo año y, aunque Rusia ha ofrecido a Estados Unidos prorrogarlo un año más, Washington no ha dado respuesta. Moscú está inquieto por el proyecto de escudo antimisiles del presidente estadounidense.

De momento, en ningún caso se puede hablar de un paso adelante peligroso, pero sin duda tampoco de ningún paso atrás. No nos lo podemos tomar en broma. Vale, tanto Moscú como Washington se están planteando la situación como un fortalecimiento de su seguridad. Pero nunca se sabe. En cualquier caso, mientras el conflicto de Ucrania siga abierto, no habrá entendimiento nuclear posible, entre otras cosas porque el debilitamiento del ejército ruso tradicional lleva al Kremlin a hacer valer su fuerza atómica. En el contexto de guerra en Ucrania y del comportamiento imprevisible de dos líderes que se han acostumbrado a prescindir de la diplomacia convencional, el mundo es ahora mismo más inseguro y volátil. Cuanto más se alargue la inestabilidad, más real se hará el fantasma de una distópica destrucción nuclear planetaria.

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