La respuesta del gobierno de Israel a la aceptación por parte de Hamás de los términos de la última propuesta de alto el fuego –una tregua de sesenta días–, que inicialmente la organización terrorista había rechazado, ha sido implacable: Netanyahu ha movilizado a 60.000 reservistas del ejército para llevar adelante la conquista de Ciudad de Gaza, donde viven en condiciones infrahumanas un millón de personas. Y, sin más dilación, este miércoles por la noche ya ha comenzado el asalto.
La espiral de radicalización de Tel-Aviv parece imparable. Si alguien –empezando por Hamás pero siguiendo, en el otro extremo del drama, por los familiares de los rehenes– creía que ese gesto de aceptar el alto el fuego ponía al primer ministro israelí en un aprieto, ya se ha visto que para nada. Ni las dudas expresadas por mandos del ejército israelí (actuales y retirados) sirven para detener la voracidad aniquiladora de Gaza que aviva siempre el gobierno de Netanyahu, que no le basta con el asedio del hambre que está aplicando nada disimuladamente en toda la Franja. Quiere una aniquiladora victoria militar total.
El objetivo es diáfano: barrer hacia el sur a la población, hacerle la vida imposible, confinarla en campos de refugiados. De hecho, ahora mismo no se sabe dónde irán. Y así ahogar operativa y definitivamente lo poco que debe de quedar de la estructura de Hamás. Ante esto, no hay ningún escrúpulo humanitario que valga. Ni la ONU, ni la creciente presión de Europa y de las ONG mundiales, ni las imágenes impresionantes de niños muertos por ataques y por falta de alimentos. Nada de eso está deteniendo el programa claramente genocida de Israel. En este punto del conflicto, la impotencia y el dolor inhumano de los gazatinos han tomado dimensiones inconcebibles. Con la complicidad sin fisuras de los Estados Unidos de Donald Trump, Netanyahu parece poder permitírselo todo, sin límites morales de ningún tipo.
El plan para ocupar Ciudad de Gaza, una urbe devastada pero todavía poblada por un millón de habitantes (algunos retornados del sur en enero, cuando hubo un alto el fuego), que tenía que ser validado este jueves por el gabinete de seguridad de Israel, está ya en marcha desde ayer. Aunque parezca imposible, la guerra puede tener ahora una fase incluso más cruenta para cientos de miles de civiles.
Las órdenes de movilización de los reservistas israelíes llegarán en los próximos días, y los llamados al ejército tendrán como máximo dos semanas para alistarse. Este contingente se sumará a los más de 70.000 soldados que ya operan en distintos sectores de la Franja. El nombre elegido para la ofensiva de Ciudad de Gaza es Chariots of Gideon II. En 1948, durante la Nakba (la expulsión de los palestinos de sus tierras y casas a raíz de la fundación del Estado de Israel), hubo una operación Gideon en Bet-Shean, ciudad del distrito norte de Israel. La continuidad histórica resulta evidente.
En mayo de 2024 Israel ordenó la evacuación de Rafah, entonces habitada por cerca de un millón de personas. Hoy es una ciudad fantasma. Muchos indicios apuntan a que con Ciudad de Gaza se quiere hacer lo mismo, reducirla a la nada. La invasión ya ha comenzado. Un nuevo horror.