Editorial

Jóvenes desencantados y valores democráticos

El feminismo es uno de los grandes enemigos de los nuevos fascismos. En la imagen, un grupo de mujeres durante la manifestación del pasado 8 de marzo.
04/11/2025
2 min

No es la primera encuesta que lo dice, pero no por eso es menos importante: sólo cuatro de cada diez hombres jóvenes de entre 18 y 25 años en Catalunya consideran que la democracia es un sistema preferible a todos los demás y un 25% están en desacuerdo con esa afirmación. La encuesta del Instituto Catalán Internacional por la Paz (ICIP) también señala que el 27% de los hombres jóvenes consideran que la violencia machista es un invento del feminismo y un 60% cree que el feminismo está perjudicando las relaciones entre personas de diferentes géneros. La brecha entre chicos y chicas a esta edad es bien visible, puesto que entre ellas el apoyo a la democracia crece hasta el 45% y el rechazo explícito cae al 12%. En el trasfondo de esta diferencia existe, sin duda, un problema de identidad y confianza entre unos jóvenes masculinos que pierden privilegios y se sienten inseguros.

Pero tanto el politólogo Toni Rodon como el director del ICIP, Kristian Herbolzheimer, huyen de conclusiones precipitadas. Lo fácil sería decir que los chicos jóvenes se están derechizando y están asumiendo cada vez más postulados autoritarios en la misma medida que las chicas hacen el camino inverso y abrazan con claridad los valores democráticos y progresistas. Pero, como siempre, en todos los procesos sociales complejos es necesario apuntar a las causas y acertar en el diagnóstico. Los jóvenes en general, con independencia del género, tienen motivos para estar descontentos con un sistema que no da respuesta a sus necesidades. La precariedad laboral, la dificultad para acceder a la vivienda y, en general, la falta de perspectivas de progreso de las que gozaron los baby boomers son factores que deben sumarse al fenómeno de las burbujas digitales y la desinformación, un contexto idóneo para líderes e ideas populistas, discursos de odio de corte antidemocrático. Y en el caso de los chicos se añade la inadaptación a la igualdad de género.

En todo caso, rechazar la democracia no es exactamente lo mismo que preferir una dictadura. Simplemente, son bastantes los jóvenes que consideran que el sistema les perjudica o tiene otras prioridades –por ejemplo, los pensionistas–. Es un hecho que los jóvenes no son una prioridad para los partidos, porque numéricamente son menos y votan menos, precisamente porque están desencantados y, en buena parte, desconectados de los debates políticos.

Como sociedad debemos plantearnos qué estamos haciendo mal para que los jóvenes –especialmente ellos– no valoren la democracia, justo pocas semanas antes del 50 aniversario de la muerte de Franco. ¿Qué se ha hecho mal, por ejemplo, a la hora de explicar lo que significó el franquismo y la lucha por la recuperación de la democracia? ¿Por qué es tan fácil incentivar el reaccionarismo machista y vincularlo a la recuperación de lo que podríamos llamar valores tradicionales, un fenómeno que tiene mucha fuerza en las redes, especialmente en Estados Unidos? La extrema derecha es muy hábil a la hora de inculcar en los jóvenes la idea de que en el pasado existía una especie de orden natural que las mujeres –y, en general, todo el movimiento LGBTI– han dado la vuelta.

La obligación de los demócratas es hacer frente a los populistas y defender la democracia en todos los ámbitos. Nuestra inacción será perfectamente aprovechada por los enemigos de la democracia.

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