Por si aún quedaba alguna duda de que el debate sobre la inmigración es uno de los grandes campos en los que los partidos de derecha y extrema derecha quieren jugar las próximas batallas electorales, el encuentro de la plana mayor del PP este domingo en Murcia y su resultado lo dejan aún más claro. Alberto Núñez Feijóo ha aprovechado la fotografía de unidad de todos sus varones para dejar claro que el partido busca atraer al votante de Vox y frenar la formación en las encuestas asimilando buena parte de su peligroso discurso. Así, en la intervención del líder popular no han faltado los términos relacionados con la "mano dura" ni las promesas populistas que simpatizando de la extrema derecha quiere oír: la expulsión directa de los extranjeros que delinquen y de quienes hayan venido a vivir "de las ayudas públicas".
No es la primera vez que Feijóo lanza estos mensajes. En los últimos meses ya ha habido un goteo de declaraciones que evidencian que el PP está dispuesto a jugar al juego de Vox para arañar votos atizando el miedo en el extranjero y situando el fenómeno migratorio como la fuente de los problemas sociales que se arrastran. El líder del PP también ha querido adelantarse a la formación ultra aportando lo que, a su juicio, podría ser parte de la solución al pretendido descontrol al que consideran que podrán "poner odre". Así, Feijóo se saca de la manga una vieja idea y la actualiza: el visado por puntos para el extranjero, una suerte de plan para tener una inmigración en la carta en la que España seleccione a los que tienen más derecho a venir y arraigar al Estado.
El funcionamiento que propone, como por ejemplo que sume puntos la proximidad cultural del recién llegado, abre la peligrosa deriva de establecer extranjeros buenos y malos o de repartir supuestos carnets de bien integrados con criterios racistas. Son derivas a las que debe estar preparado para hacer frente. La respuesta a todas estas supuestas soluciones no puede ser el silencio o ponerse de perfil. No es fácil rebatir el populismo, que recurre a argumentos simplistas o que atienden al miedo o que prometen imposibles, pero no se puede renunciar a él. Sobre todo viendo hacia dónde parecen apuntar las encuestas, que situaban esta semana a uno de cada cuatro votantes catalanes predispuestos a elegir partidos con discursos xenófobos.
El debate sobre cómo afrontar y gestionar el fenómeno migratorio impacta en los partidos y seguramente precipitará debates que deben ser mucho más profundos de lo que algunos pretenden para ganar unos cuantos votos. El crecimiento demográfico debe ser un motivo para debatir sobre el modelo económico, el aumento de las desigualdades y el urgente refuerzo de los servicios públicos, durante años y años tensionados, y del transporte público insuficiente. El fenómeno migratorio, por mucho que nos prometan algunos, no acabará ni desaparecerá: lea, si no, el artículo en este mismo diario donde Ricard G. Samaranch explica cómo el frenazo drástico de salidas de pateras de Túnez ha desviado la ruta migratoria hacia Argelia. Lo que tenemos que afrontar entre todos es cómo damos respuesta: ¿queremos hacerlo desde la xenofobia y el enfrentamiento? ¿Desde el miedo que algunos pretenden inocular? ¿O desde la certeza de que son necesarias políticas que de verdad remen a favor de la integración y garanticen una igualdad de derechos y obligaciones de todos los nuevos ciudadanos que se sumen a la sociedad catalana?