Un problema para el país y para el independentismo

La presidenta de Aliança Catalana, Sílvia Orriols, en el parlamento de Catalunya.
04/05/2025
2 min

Un fragmentado mosaico de partidos, entidades, grupúsculos y webs conforma el espacio de la extrema derecha independentista. Los nombres que suenan más ahora mismo son dos: Aliança Catalana y Sílvia Orriols, pero no salen de la nada y tampoco están solos, aunque el sector que representan está todavía lleno de divisiones. Impulsados ​​por la frustración generada tras el 1-O y el aumento de la xenofobia que afecta a casi todo Occidente, han encontrado un espacio para crecer. La frustración es el mejor caldo de cultivo para la extrema derecha y los políticos que dicen combatirla harían bien en recordarlo. Pero muchos de los elementos clave de la extrema derecha independentista defendían ya estas ideas antes del 1-O. Alguno venía de círculos neonazis, incluso de organizaciones claramente españolistas como Cedade. Os ofrecemos una completa radiografía de este sector para ayudarle a entender mejor este entramado de organizaciones que compiten entre ellas para defender unas ideas que todavía son marginales en la política catalana.

La extrema derecha independentista es una opción política minoritaria, pero también es un problema para el independentismo y para el país. Por un lado, divide a los independentistas más de lo que ya lo estaban. Pero también es una opción que renuncia a buena parte de los catalanes, voluntariamente, y se les pone en contra. Convierte la catalanidad en una reserva indígena pura sin apenas capacidad de crecer. Esta forma de entender la catalanidad está condenada al fracaso por la sencilla razón de que, les guste o no, buena parte de la población de Cataluña no ha nacido y continúa y seguirá llegando gente nueva. La catalanidad, si es que pretende crecer, sólo puede hacerlo convenciendo, por contagio. Renunciando a ellos, renuncian a la posibilidad de una independencia que dicen reclamar.

La extrema derecha, sea independentista o españolista, es un problema para el país porque utiliza la frustración de los ciudadanos para atizar el odio de unos contra otros. En lugar de aportar soluciones a los problemas, aporta división, confrontación y las mismas medidas contraproducentes. Expulsar a los que han nacido fuera no arreglará la economía, al contrario, y eso no dará más trabajo a los que se queden. Imponer por la fuerza una moral tradicional y retrógrada ya se ha hecho antes y tampoco mejorará la vida de nadie, tal y como demostró el franquismo. Donald Trump, entre escándalos, polémicas y cambios de rumbo repentinos, demuestra cada día cómo fallan algunas de las ideas que defienden este tipo de organizaciones.

Pero el crecimiento de la extrema derecha también es un síntoma. Lo es el de la extrema derecha españolista, encabezada ahora mismo por Vox, y lo es la de la que se autodenomina independentista, liderada por Aliança Catalana, dos organizaciones que coinciden en muchas de sus propuestas. Su crecimiento es síntoma de una frustración que los demás partidos no ven capaces de abordar, de un modelo económico que impulsa la desigualdad y de una cohesión social cada vez más amenazada.

stats