Editorial

Sánchez pasa a la ofensiva pero está lejos de resolver la crisis

El presidente español y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en la rueda de prensa de este lunes.
16/06/2025
3 min

El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, ha aplicado este lunes una máxima que forma parte de su manual de resistencia: la mejor defensa es un buen ataque. A diferencia del pasado jueves, cuando Sánchez compareció de negro y muy afectado, este lunes ha intentado insuflar moral a la tropa socialista haciendo una defensa cerrada de la limpieza de la organización y también de la obra de su gobierno. Allí donde se le ha visto menos incómodo es en el ataque a la derecha y la extrema derecha, al PP y Vox, que a su juicio son mucho peores que el PSOE en materia de corrupción. El líder del PSOE también ha desafiado a Alberto Núñez Feijóo a presentar una moción de censura, traspasando así la presión al PP, que tiene a Vox a su derecha acusándole de no tener el valor de dar este paso.

Las cinco horas de reunión de la ejecutiva del PSOE han servido, pues, para intentar pasar página y pasar a la ofensiva con el argumento de siempre, es decir, que siempre será peor un gobierno del PP y Vox. Sin embargo, Sánchez y el PSOE en su conjunto están lejos de haber ofrecido una explicación convincente a que sus dos últimos secretarios de organización estén involucrados en un escándalo mayúsculo de cobro de comisiones. ¿Cómo se explica que Sánchez siguiera confiando en Santos Cerdán cuando estalló el caso si todo el mundo sabía que él era quien había llevado a Koldo García a Madrid y le había colocado como chófer de José Luis Ábalos? ¿Por qué no se encendió ninguna luz de alarma ni nadie sospechó nada? ¿Ni siquiera cuando el expediente de expulsión de Ábalos quedó olvidado en un cajón hasta ese mismo lunes? Si debemos dar por buena la versión de Sánchez –que ha sido traicionado consecutivamente por Ábalos y por Cerdán, y que el escándalo de corrupción está circunscrito a los tres protagonistas– es evidente que los controles internos han fallado de forma estrepitosa. La resolución de la crisis está todavía lejos.

En este sentido, cabe subrayar el compromiso de celebrar en el Congreso una comisión de investigación sobre el caso, que sería bueno que además de aclarar todas las responsabilidades sirviera también para conocer el alcance del fenómeno en toda la obra pública y para introducir los cambios legislativos que sean necesarios. No puede ser que en pleno 2025 los ciudadanos no puedan confiar en la limpieza de los concursos públicos y las adjudicaciones de obras. Y aquí también debería ponerse la lupa en las empresas constructoras.

Capítulo aparte merece la actitud del jefe de la oposición, Alberto Núñez Feijóo. Resulta incomprensible que este lunes haya renunciado a comparecer por contestar a Sánchez y lo haya delegado en el portavoz Borja Sémper, que ya ha dejado claro que no habrá moción de censura. Feijóo no quiso responder personalmente a Sánchez porque sabe que hay una parte de su electorado que no entiende que no presente la moción. Parece que Feijóo está decidido a llegar a la Moncloa siguiendo la ley del mínimo esfuerzo, pero en su camino va perdiendo también cualquier muestra de credibilidad. Y es que en algo tiene razón Sánchez: el PP no puede dar lecciones a nadie en esa materia.

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