La UE y China, condenadas a entenderse

Macron, Jinping y Von der Leyen en París en una foto de archivo
11/05/2025
2 min

El acercamiento entre Europa y China que han facilitado, de alguna forma, Donald Trump y su guerra comercial se va concretando con gestos cada vez más claros. El último, este pasado martes, cuando ambas potencias acordaron eliminarse sanciones mutuas para empezar un nuevo capítulo en sus relaciones bilaterales. El guiño se hizo coincidir con el quincuagésimo aniversario del inicio de relaciones diplomáticas entre Bruselas y Pekín, un evento del que ya ha salido el compromiso de una ronda de reuniones que debe concretarse próximamente.

El nuevo clima entre China y la Unión Europea, claro, nace de la constatación de que el gigante asiático es hoy tan rival como socio necesario. En un contexto en el que las relaciones transatlánticas con Estados Unidos viven el momento más bajo, el bloque comunitario busca nuevos lazos globales que, todo sea de paso, no deberían acabar en China. Pero, en cualquier caso, el hecho de compartir un contrincante común como es Trump no ahorrará a la Unión Europa una negociación difícil y, muy probablemente, llena de obstáculos y contradicciones.

Para empezar, está la carpeta más candente de la guerra arancelaria, que ha llevado a ambas partes a querer reconfigurar sus relaciones comerciales. El nuevo capítulo implicará mejorar el conocimiento y la confianza mutuos y, en el caso de Europa, supone también el desafío de defender sus valores democráticos y el respeto a los derechos humanos.

La UE tiene la obligación de asumir la negociación velando por unas reglas del juego que sean equilibradas para los intereses de sus empresas. El sector del automóvil será una de las pruebas de fuego. Tampoco puede pasarse por alto que, fruto de las políticas de la Casa Blanca, el gigante asiático ha visto desplomarse sus exportaciones a EEUU y, por tanto, hay ingentes cantidades de bienes chinos que buscan ahora nuevos mercados donde venderse. El peligro de que exista una mayor inundación en el mercado europeo de productos a precios bajos seguro que ya está bien identificado por parte de los negociadores europeos, que tendrán que tratar de corregir la descompensada balanza comercial actual.

Por si fuera poco, el contexto geopolítico grave en el que se da este intento de acercamiento no es nada menor. La guerra de Ucrania, principalmente, es un obstáculo importante para que cualquier acuerdo avance. Esta misma semana, el presidente chino, Xi Jinping, y el ruso, Vladimir Putin, encajaban las manos en Moscú. Ambos hacían gala de unos lazos muy incómodos para una UE que no logra imponer su fuerza para detener el conflicto y que se ve, en cambio, apartada por el propio Trump, que se ha otorgado el papel de mediador con Putin.

Sea como fuere, con el acercamiento a China, los socios europeos buscan redibujar el mapa de sus alianzas. Y esto es también un gran desafío para una UE que, en paralelo, debe gestionar su propia desunión. La inestabilidad global obliga a trabajar en una estrategia comunitaria que pase, también, por fortalecer el continente potenciando el desarrollo tecnológico europeo para garantizar su soberanía en ámbitos estratégicos y asumir cualquier negociación bilateral (con China o con quien sea) con más fuerza.

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