Historia

La aguja: un pequeño invento que supuso un gran avance para la humanidad

Este instrumento ya se utilizaba en el Paleolítico cuando la ropa empezó a tener funciones ornamentales y sociales, más allá de proteger del frío

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Una aguja hecha con hueso que data del Neolítico hallada en la Cueva del Oro y que se puede ver en el Museo de Prehistoria de Valencia

BarcelonaCada mañana hacemos una acción cotidiana, la de vestirnos, tan normalizada y automatizada que casi la hemos convertido en un acto reflejo. Sin embargo, una acción que en su aparente sencillez abarca una gran complejidad de condicionantes. ¿Se ha preguntado alguna vez por qué nos vestimos? ¿Cuáles son los impulsos que hacen que, cada día, millones de personas se vistan? Uno de los primeros motivos que suele venir a la cabeza es cubrirnos el cuerpo para no pasar frío. Pero, en este caso, ¿por qué seguimos vistiéndonos en plena ola de calor veraniego, cuando la mínima prenda nos supone una molestia? Expertos en la materia han intentado desarrollar esta cuestión, a partir del estudio de un invento que, pese a su sencillez, cambió el transcurso de la humanidad para siempre: la aguja de coser.

La aguja, puntiaguda por un extremo y con un agujero por el otro para poder pasar un hilo, es uno de los inventos más emblemáticos y bien pensados ​​de todos los tiempos, a juzgar por el hecho de que, desde la prehistoria hasta nuestros días, apenas hemos variado su diseño. Según ha publicado la revista Science este viernes, la aguja de coser está entre los artefactos más icónicos descubiertos en el Paleolítico y demuestra que los humanos ya se cosían la ropa en aquella época, haciendo incluso ropa interior –lo que demuestra que se vestían por capas– y decoraciones de los trajes. Sencilla y perfecta en sí misma, ni le sobra ni le falta nada. Su función principal también sigue inalterable: unir dos piezas independientes para realizar una, lo que permitió no sólo cubrir los cuerpos sino también construir viviendas. Una acción que ya se llevaba a cabo antes de la aparición de la aguja, a través de sus dos antecedentes más directos: el buril de piedra y el punzón de hueso. Estos dos utensilios, especialmente el segundo, ya permitían elaborar ropa más o menos apretada para ofrecer una vestimenta que protegiera del clima y que fuera medianamente cómoda. Por tanto, ¿cuál fue la necesidad que motivó la invención de la aguja de coser, si esta necesidad ya estaba cubierta? Los investigadores que han publicado su estudio en Science apuntan que si bien el buril de piedra permitía llevar a cabo estas acciones, la aguja las perfeccionó, como reflejo de una sociedad que cada vez era más compleja y con unas necesidades más allá de las consideradas primarias. Mientras el buril perforaba una superficie para que posteriormente y de forma manual se pasara el hilo, el acierto de añadir el agujero a la aguja supuso unir ambas acciones en un solo gesto. Un invento, el de la aguja de coser, que acompañará al desarrollo y la expansión delHomo sapiens.

Primera necesidad: proteger del frío

El estudio apunta a que el clima –y concretamente el frío–, fue un motor fundamental para el avance y desarrollo de la indumentaria. De hecho, no es casual que la primera aguja con agujero de la que tenemos constancia apareciera hace 40.000 años en una zona de bajas temperaturas como Siberia, coincidiendo además con el último ciclo glacial. De la misma forma, la aparición de agujas en Europa fue muy tardía, posiblemente porque la protección de la ropa no era tan determinante en un clima marítimo más suave y con temperaturas invernales más bajas. Los condicionantes del clima dan pie a distinguir dos tipos básicos de ropa durante la prehistoria. Una primera más sencilla, con formas holgadas y básicas cercanas a la estructura del poncho, que ofrecía una protección climática limitada, frente a una más compleja, más ajustada al cuerpo y formada por varias capas sobrepuestas de abrigo, que ofrecía un aislamiento más efectivo. El avance de la segunda tipología descansa sobre el principio térmico básico de atrapar el aire cercano al cuerpo, a fin de reducir la pérdida de calor. Por tanto, al disminuir el espacio entre la piel y la indumentaria y al añadir diferentes capas, se multiplica la eficiencia en la protección hacia el frío. De hecho, en las zonas subárticas se necesitan hasta cuatro capas de abrigo superpuestas para sobrevivir al aire libre en caso de estar hablando de tejidos, ya que dejan pasar más el viento y la temperatura. En el caso de las pieles empleadas durante el Paleolítico, hablaríamos tan sólo de la necesidad de dos capas para la supervivencia.

Está claro que la protección contra el frío fue la motivación principal para cubrir el cuerpo; un aislamiento portátil que podía marcar la diferencia entre vivir o morir en muchos contextos. Pero parece que la aparición de las agujas con agujero no puede atribuirse únicamente a cuestiones térmicas, sino que es un invento que, para comprenderlo completamente, necesita una mayor amplitud de marco. En este caso, las evidencias arqueológicas apuntan a la función ornamental como motor fundamental que determinó el nacimiento de las agujas de coser, actuando como transición importantísima de la ropa como necesidad física a la indumentaria fruto de una necesidad social . De hecho, el tratamiento estético de nuestra apariencia evolucionó a partir de tres fases consecutivas. En un primer momento, el ser humano empezó ornamentando el cuerpo desnudo, gracias a pinturas (especialmente ocres), tatuajes y escarificaciones. La segunda fase comportó la incorporación de elementos externos, como collares, pendientes o colgantes, hechos de elementos naturales como huesos, piedras o conchas, entre otros. Y, finalmente, alcanzaríamos la tercera fase como estadio superior, en la que el ornamento del cuerpo se desplazaría a la ropa, por lo que la elaboración de la indumentaria adquiriría una mayor complejidad, tanto estructural como semántica.

Diferentes tipos de aguja

Hay que tener en cuenta que, cuando hablamos de una aguja de coser, no nos referimos a una única tipología, sino que se han encontrado muy diversas según su tamaño y morfología. Unas variaciones que respondían a los diferentes usos y funciones que debían desempeñar. Entre la diversidad de agujas encontradas en la zona de Siberia, se cree que las más robustas y con un agujero mayor podían estar destinadas a la construcción de tiendas con pieles, mientras que las más pequeñas y con un agujero más reducido estaban pensadas para a trabajos más hasta que exigían más detalle, como la ornamentación de la ropa. Además, también existen grandes diferencias entre agujas pertenecientes a diferentes áreas geográficas, como por ejemplo las primeras de Siberia y las que se han documentado en China. Esto nos lleva a pensar que fueron invenciones independientes; es decir, que, de forma totalmente desconectada, dos grupos humanos distintos coincidieron en una misma solución ante una necesidad compartida.

Es un hecho irrefutable que las bajas temperaturas fueron el acicate fundamental para que el ser humano empezara a vestirse, pero lo que también es cierto es que, únicamente con esta función, el fenómeno de la indumentaria nunca habría adquirido la complejidad a la que ha llegado. Los pueblos sometidos a un clima más frío fueron líderes en un fenómeno que, solucionada la necesidad de abrigo, empezó a responder a funciones sociales. Gracias a empezar a concebir la ropa como ornamentación, surgió una mayor diversificación regional de las identidades culturales, y la capacidad que tiene la indumentaria de clasificar, singularizar y jerarquizar también precipitó el desarrollo de sociedades con una complejidad organizativa y estructural mayor. Y, además, dado que la incorporación de la aguja mejoró el aislamiento térmico del cuerpo, también posibilitó que se colonizaran regiones situadas en latitudes frías hasta entonces inexpugnables.

Según JC Flügel, uno de los padres de la sociología de la moda, la protección y la ornamentación son dos pulsiones imprescindibles en el acto de vestir, a las que tan sólo falta una, la del pudor; un último factor que, si bien no es determinante durante la prehistoria, será la última pieza del rompecabezas que faltará a la indumentaria para convertirse en el fenómeno de la moda tal y como lo concebimos hoy en día. Pero esto ya forma parte de otra historia.

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