Mitos y coleccionismo

Lista de espera por un reloj de 60.000 euros: la nueva moda de los más ricos

La gran demanda de los legendarios Rolex, y la relativa poca oferta han espoleado el mercado 'vintage' y el de segunda mano

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Tienda Rolex, del paseo de Gràcia de Barcelona

LondresEl tiempo es oro, sin duda, y si se quiere un Rolex para medirlo, aún más. Y por razones no sólo relacionadas con el precio, que también, sino, literalmente, por el tiempo que puede tardar en comprarse uno nuevo. Esto, si se puede llegar a comprar nunca. Porque aunque tenga todo el dinero del mundo, ser propietario no es tan sencillo como coser y cantar. No es posible, por ejemplo, entrar en una de las tiendas distribuidoras oficiales en Barcelona, ​​en el paseo de Gràcia, o en Bond Street, en el centro de Londres, y salir con 9.000, 30.000 o 60.000 euros menos en la cuenta corriente –depende del capricho– pero, al menos, luciendo un Rolex en la muñeca.

La mítica marca asociada en Suiza, pero que nace en Londres en 1905 de la mano del bávaro Hans Wilsdorf y del socio financiero Alfred Davis –hasta 1919 no estableció su sede en Ginebra–, ha popularizado una manera de referirlo se a los aspirantes a un Rolex nuevo con el término an expression of interest, "una muestra de interés". La fórmula sirve para dar esperanza al potencial cliente, haciéndole saber que el vendedor lo tiene en lista de espera. Nada más. Pero no le garantiza que pueda acabar comprándolo, al menos del modelo y características específicas que desea, salvo que tenga una especial relación con el minorista. Probablemente, después de haberse dejado muchos cuartos antes en joyas u otros relojes.

Oferta y demanda

La razón básica de la lista de espera, fenómeno que se ha acentuado con el paso de los años, es la creciente demanda y la relativa carencia de oferta, lo que favorece el mantenimiento y/o el aumento de los precios, también o especialmente en el mercado de segunda mano y el vintage.

Rolex en exhibición en uno de los escaparates de la tienda David Duggan, de Burlington Arcade, de Londres. El reloj incluye, como se ve, la documentación original.
En el centro de la imagen, un Rolex Daytona de 1973, que cuesta 79.000 euros. Se encuentra en el escaparate de la tienda The Vintage Watch Company, de las Burlington Arcade, en Picadilly.

El Contrôle Officiel Suisse des Chronomètres (COSC), el órgano que valida los estándares de calidad de los relojes suizos, no obliga a declarar su producción anual. Rolex nunca lo ha hecho. Ni siquiera en 1910, el año en el que el COSC dio por primera vez a un reloj de pulsera el certificado de precisión. Hasta entonces se creía que sólo podían ser exactos los de bolsillo, y los de pulsera se consideraban poco más que una joya para mujeres. Sea como fuere, un informe de Morgan Stanley de 2022 estimaba que el número de unidades de Rolex fabricadas anualmente alcanza los 1,05 millones. Patek Philippe fabrica 68.000, Breitling 170.000, Omega 570.000 y Longines 1,8 millones.

Una imagen de archivo del fundador de Rolex, Hans Wilsdorf.

¿Se venden todos cada año hasta el punto de que muchos clientes se quedan sin ella? "Y más que lo hubiera", dice al ARA Mark Willian Powell-Richards, de 42 años, director hace ocho de la empresa familiar M. Nightindale, fundada en 1982, una de las beneficiadas de la presunta escasez . Atiende a este cronista en la tienda de Cross Street en la esquina con Hatton Garden, epicentro del comercio de compra y venta de joyas, diamantes y relojes de lujo de Londres, cerca de Holborn. "La mítica lista de espera de Rolex ha favorecido nuestro negocio", dice. Porque Powell-Richard vende, entre otras marcas, Rolex. De segunda mano, o como prefiere llamarlo el fabricante, pre-owned, en otras palabras, con un anterior propietario.

Lo mismo dice Patrick Ndabai, de Vintage Watch Company, una casa fundada en 1995 bastante alejada de Hatton Garden, situada en la exclusiva Burlington Arcade, junto a Picadilly, uno de los centros del lujo de la capital británica. En el establecimiento, cuyo escaparate es la envidia de cualquier coleccionista de Rolex, hay no menos de 2.000 en permanente stock.

Además de la condición y el estado de la maquinaria, la denominación vintage hace mucho a la hora de poner el precio. Y tanta es la escasez y tanta la demanda, o quizás sólo especulación entre los especialistas que intentan mantener la burbuja, que en este local han rebajado de treinta a veinte o veinticinco, depende del modelo, los años que un reloj debe tener para recibir la ya prestigiosa etiqueta.

A diferencia de lo que ocurre en Hatton Garden, que con poco más de 5.000 euros ya te puedes ferir, Ndabai informa igualmente a este reportero que en su establecimiento hay que llevar en el bolsillo o en la tarjeta un mínimo de 9.300 euros para empezar a pensar qué prenda llevarse. "Cuanto más antiguo, más caro. Por ejemplo, si quieres un GMT nuevo, por unos 9.000 euros lo puedes conseguir. Si es vintage, a partir de 18.000". "¿Y un Daytona?", le pido, en relación con uno de los más míticos de la casa de la corona. Me saca uno del escaparate, de 36 milímetros de diámetro de esfera, de 1973, diez años después de que se lanzara el modelo, y me dice que cuesta 92.000 euros, si quiero regalarle a alguien muy especial, lo que se quiera grabar es gratis.

Paul Newman, con la cazadora de competición de carreras, luciendo el Rolex Daytona que le regaló su mujer, Joanne Woodward, a principios de los años 70. La actriz hizo grabar, en el reverso, la inscripción: "Drive carefully, Me".

En términos generales, si pueden permitírselo, un Rolex es, además de un símbolo de estatus, una buena inversión que, como todas, puede sufrir altibajos. Especialmente para aquellos que deban heredarlo, hijos o nietos, o incluso si, en caso de ir mal dados, el propio comprador debe acabar deshaciéndose de ellos. Un ejemplo es el Rolex Submarinero. En 2015 un no vintage podía costar unos 5.100 euros. En 2021, un ejemplar del mismo modelo y del mismo año, con menos de veinte, podía venderse por más de 13.000.

Portada de la revista 'Time' dedicada a la muerte de Fidel Castro.

Pero el Submarinero que no tiene precio es el que lucía Fidel Castro cuando derrocó a Fulgencio Batista. Da testimonio de una histórica foto de Life en la que el barbudo revolucionario aparece en el balcón del hotel Hilton tras su entrada triunfal en La Habana, el 8 de enero de 1959. Otra foto icónica del dictador cubano no con uno, sino con dos Rolex en la muñeca izquierda, se hizo el 27 de abril de 1963, en Moscú, durante una reunión con Nikita Jruschov en el Kremlin. Preside la escena un retrato de Karl Marx, que debe medir el tiempo que falta por hacer o acabar de destruir la revolución. Con los dos relojes, el Submarinero y un modelo GMT, Castro podía saber, con un vistazo, qué hora estaba en la capital de la URSS, en Washington y en La Habana. Y en la imagen con la que la revista Time ilustró la muerte de Fidel en el 2016, que hizo su hijo, Alex Castro, y que pertenece al fondo de la agencia Getty, se ve perfectamente que lleva un Pepsi Rolex GMT-Master [referencia 1675] con protectores de corona, con el que viajó a la capital de la URSS.

El boom Newman

Coleccionistas de Rolex ha habido siempre. Pero algo que añadió mucha relevancia y valor a la compraventa de estas maquinarias de precisión tuvo lugar en el 2017. En ese año, el reloj que a principios de la década de los 70 del siglo pasado Joanne Woodward le regaló a Paul Newman , un Daytona de 1963, no automático, se subastó por la cifra récord de 16,4 millones de euros. Y el mercado estalló. "En un día puedo vender seis o siete", me asegura Hugh Stanton, uno de los cuarenta y cinco comerciantes de The Arcade, una galería comercial dedicada sólo a joyas y relojes de lujo, situada también en Hatton Garden.

Le manifiesto mi interés por un Explorer I, de 36 milímetros, de segunda mano, sí, pero no vintage, porque imagino que no llegaría, después de lo que me había comentado Patrick Ndabai. Me pide 5.400 euros. "¿Es para un regalo, para una persona que vive en Barcelona. ¿Tengo que pagar tasas para exportarlo?", inquiero. "Antes del Brexit, exportaban muchos cada mes. Treinta, quizás cuarenta. Ahora, si quieres enviarlo a través de FedEx, tienes que pagar el 20% en impuestos." En ese caso, 1.080 euros. "Pero no seas ingenuo. Llévalo a la muñeca, como si fuera el tuyo, y punto. ¡Ningún problema!" El mismo modelo que me ofrece por tan módico precio, pero de 1968, con la caja original, con los papeles del momento de la compra por el primer propietario –algo no excepcional, pero tampoco habitual, dado que ha pasado más de medio siglo desde que salió de fábrica– supera los 26.800. "Me lo pensaré", le digo intentando que no se note que ya lo he pensado.

El boom que vive el mercado de segunda mano de Rolex lo ha previsto la compañía Watches of Switzerland, el principal distribuidor de la marca en Reino Unido, que a finales del año pasado aseguraba que a raíz de las actuales condiciones económicas , con una inflación relevante (4% en Reino Unido) e incertidumbres derivadas de las tensiones geopolíticas, una parte significativa de sus ventas durante los próximos cinco años provendrán de las unidades de segunda mano y las vintage. Sobre todo gracias al crecimiento de las ventas en Estados Unidos. No todo el mundo está de acuerdo, sin embargo. Porque algunos analistas apuntan a que la burbuja de precios se ha pinchado, al menos en parte.

Más allá de las oscilaciones económicas, sin embargo, un reloj de lujo no sólo mide el tiempo, sino que también lo atraviesa, como una flecha, a menudo pasando de generación en generación y contando pequeñas historias que no figuran necesariamente en los libros de historia con mayúsculas. En Hatton Garden o en Burlington Arcade hay muchas pruebas. Y una conversación sobre estos ingenios y memorias personales que transmiten puede ser casi tan satisfactoria como lucir uno.

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