Géiseres, calderas y paisajes fascinantes: una ruta por los volcanes europeos
No hace falta salir del continente europeo para disfrutar de estos cinco destinos volcánicos para alucinar
BarcelonaCuando a principios de año Santorini registró más de 550 temblores con magnitud superior a 3, la Tierra volvió a recordarnos que está viva. Más de 9.000 personas evacuadas, escuelas cerradas y un espeso silencio entre Santorini, Amorgós y Ios. La alerta corrió rápido entre la comunidad científica, aunque los expertos fueron claros: los dos volcanes activos bajo la isla no mostraban indicios inminentes de erupción. Pero el episodio dejó un aviso claro: el fuego de la Tierra no duerme y está más cerca de lo que imaginamos.
No hace falta ir a Hawái o Indonesia para adentrarse en este mundo fascinante: en Europa, el magma también escribe paisajes. El Viejo Continente cuenta con varios puntos calientes donde el fuego y el agua se encuentran para moldear paisajes insólitos. Las islas volcánicas se concentran sobre todo en tres zonas de actividad geológica intensa: el mar Egeo –con las Cícladas como protagonistas–, el sur de Italia –con las islas Eolias y el siempre activo Stromboli– y el Atlántico –donde Canarias y Azores muestran la cara más exuberante y salvante. Y más al norte, Islandia se erige como un caso único: una isla entera moldeada por el magma, donde las fuerzas tectónicas hacen y deshacen el territorio en directo.
Estas islas europeas, nacidas del fuego y rodeadas de agua, son mucho más que postales idílicas: son un viaje a los orígenes del planeta, un recuerdo vivo de cómo la naturaleza puede ser tan poderosa como cautivadora.
Las Cicladas: la gran erupción
En el sur del mar Egeo, un círculo de islas rodea un cráter sumergido: es la caldera de Santorini, epicentro de una de las erupciones volcánicas más devastadoras de la historia. La explosión que fragmentó la antigua isla de Strongyli, hace unos 3.600 años, dejó una cicatriz gigantesca en el fondo del mar, engulló a una civilización y dio lugar a las actuales Santorini, Thirasia y Aspronisi. Y fue tan poderosa que aún hoy condiciona la vida geológica del sitio. Debajo, los dos volcanes activos que permanecen en la caldera –Nea Kameni y Palea Kameni– siguen generando fumarolas y recordando que este paisaje no es definitivo.
Pero las Cícladas van más allá de Santorini. Islas como Milos, Ios o Amorgós, con formaciones rocosas espectaculares, colores cambiantes y playas que parecen de película, también son fruto de antiguas actividades volcánicas. En Milos puedes ver los efectos del vulcanismo en cuevas de piedra blanca, como las de la zona de Kleftiko, y nadar en playas que parecen irreales. La belleza lunar de la playa de Sarakiniko, con sus rocas blancas y aguas turquesas, es uno de los paisajes más hipnóticos y únicos del mundo; no te lo pierdas. En Amorgós, la isla más oriental del archipiélago, el relieve volcánico es menos visible, pero el mar se funde con acantilados y pueblos blancos que se grapan en la roca. El monasterio de Panagia Hozoviotissa, colgado en la pared de la montaña, es un símbolo de la fusión entre la naturaleza y la cultura en este paisaje formado por el fuego y el mar que merece la pena visitar.
Las Eolias: un archipiélago humeante
Siete islas volcánicas en el norte de Sicilia forman uno de los archipiélagos más fascinantes del Mediterráneo. Dice la leyenda que Eol, dios del viento, encontró refugio, y quizá por eso todavía hoy las Eolias parecen sopladas por una fuerza invisible que transforma el paisaje y el tiempo. En Stromboli, la isla más al norte, el volcán nunca duerme. Se puede subir con guía hasta el mirador del fuego –al atardecer, cuando las explosiones iluminan el cielo oscuro y siempre que las condiciones lo permitan– o contemplarlo desde el mar, con una barca que se detiene frente a la sciara del fuoco, la pendiente por donde se cuela la lava.
Lipari, la más grande y poblada, es viva y acogedora, con un casco antiguo animado, un castillo con un impresionante museo arqueológico y calas de arena negra como la playa de Canneto.
Al sur, Vulcano huele a azufre e invita a caminar hasta el cráter –una ascensión asequible con vistas memorables– oa bañarse en aguas calientes y fangosas de origen termal. Panarea, entre Lipari y Stromboli, es blanca y florida, con islotes esparcidos alrededor y un aire chic que atrae yates y parejas de luna de miel. Más al este, Filicudi y Alicudi son la opción más salvaje: poco habitadas, con caminos de piedra seca y un paisaje que combina helechos, chumberas y el horizonte abierto del mar. Y Salina, con sus dos conos volcánicos cubiertos de verde, es la más fértil y tranquila. Crecen viñas de malvasía, árboles frutales y flores trepadoras, que no podrás parar de fotografiar.
Canarias: tierra de lava
Nacidas del fuego y moldeadas por los vientos alisios, las islas Canarias son un archipiélago de lava, ceniza y verde que se despliega como un archivo vivo de la fuerza volcánica. Cada isla es un capítulo distinto a una misma historia geológica, con paisajes que parecen de otro planeta. En Lanzarote, el paisaje negro y rojizo del parque de Timanfaya muestra un escenario casi marcial: campos de lava, cráteres activos hace pocos siglos y suelos negros. En Fuerteventura, el Calderón Hondo preside un paisaje de dunas y rocas volcánicas que recuerda a un desierto primitivo, modelado por el viento y el tiempo. En Tenerife, el imponente Teide –la cima más alta de España– atrae a visitantes que buscan tanto las vistas desde el teleférico como las rutas a pie para pisar suelo volcánico. Gran Canaria sorprende con un paisaje interior que contrasta con la costa: barrancos vertiginosos, calderas erosionadas y pueblos que se sostienen como pueden sobre acantilados. En la Palma, la erupción de la Cumbre Vieja en 2021 ha dejado un rastro de lava que todavía humea en algunos puntos, una cicatriz que habla de la fuerza subterránea de estas islas. Y aún hay más: el silencio de El Hierro, las formas redondeadas y verdes de La Gomera y los caminos de arena blanca de la Graciosa completan un mosaico natural en el que cada isla vibra con una energía diferente, pero magnética.
Las Azores: verde entre calderas
Conocidas como las "Hawai de Europa", son un archipiélago volcánico de nueve islas que sorprende por la belleza de sus paisajes. Ubicadas en medio del Atlántico, están organizadas en tres grupos y ofrecen experiencias irrepetibles. En el archipiélago oriental, São Miguel es la puerta de entrada y la isla más grande. Aquí puedes visitar las impresionantes calderas de Sete Cidades y Fogo, dar baños termales en Furnas o recorrer campos de lava antigua. Santa Maria, con playas de arena dorada y cuevas marinas, es ideal para las actividades al aire libre y la relajación; y los islotes de las Formigas son un paraíso para el submarinismo. El grupo central ofrece un amplio abanico de actividades: en Terceira, descubre la ciudad de Angra do Heroísmo, Patrimonio de la Humanidad, y explora sus cráteres y cuevas volcánicas. En Graciosa, camina entre calderas y maravílate con un paisaje único en Europa. São Jorge es conocida por sus espectaculares acantilados y terrazas costeras; Pico, con la cima volcánica más alta, es un reto para amantes del montañismo; y Faial, con un puerto histórico, es ideal para navegantes con paisajes frondosos. Por último, en el archipiélago occidental, Flores y Corvo son las islas más remotas y salvajes, con cascadas espectaculares, prados verdes y perfectos si buscas tranquilidad absoluta y un contacto intenso con la naturaleza.
Islandia: la isla volcánica por excelencia
En Islandia el continente se rompe en dos y el corazón de la Tierra late a cielo abierto, entre géiseres, campos de lava y erupciones. En pocos años, la península de Reykjanes se ha convertido en un espectáculo geológico en directo: desde el 2021 se han registrado ya doce erupciones, con magma que brota del subsuelo como un aliento ancestral. La isla, con más de treinta volcanes activos, ofrece una lección viva de cómo la lava puede esculpir paisajes lunares y nuevas tierras. Es el país donde puedes andar entre dos placas tectónicas en el parque nacional de Thingvellir, bañarte en aguas termales en medio de un campo de lava, observar el famoso géiser Strokkur y maravillarte con otros fenómenos geotermales. No dejes de andar entre lagunas de azufre y ríos termales en Hverir o pasear por la playa negra de Vík, con agujas basálticas surgidas del enfriamiento de la lava. En Islandia, no hace falta esperar una explosión para sentir la actividad del planeta: la tienes a la vista, a cada paso.