Es que quizás Andreu y Fergie tenían una relación abierta
Los divorciados más escandalosos de la familia real britancia estarían pensando en casarse de nuevo después de 28 años sin unión legal pero compartiéndolo todo
BarcelonaLa casa de Windsor las cosas más antiguas siempre son una parte muy activa de su presente inmediato. Como no tienen nada que hacer en todo el día porque son monarcas de pura raza, no hacen nada nuevo interesante, lo que siempre hace que, irremediablemente, las cosas que les ocurrieron hace muchos años sigan estando de actualidad. Esta semana hemos tenido una nueva muestra de ello con la información que ha dado el columnista Ephraim Hardcastle al Daily Mail, donde ha publicado que el defenestradísimo príncipe Andrés y su predefenestradísima ex esposa Sarah Ferguson estarían estudiando casarse de nuevo.
Para los que llevamos años consumiendo la ambrosía pop que siempre nos ha proporcionado esta estirpe, leer esta noticia nos ha hecho reír más que ninguna otra cosa, puesto que en ningún momento habíamos tenido la sensación de que se hubieran divorciado. De hecho, su divorcio legal, visto con la óptica de hoy, resulta clarísimamente un puro teatro que hicieron para calmar las aguas de la sociedad de la época, mucho más rígida que la de ahora. Imagínense...
Ferguson, que acudió de la mano de la siempre todosolísima Diana de Gales a Ascott a buscar un buen marido, se salió pronto con la suya quedándose nada menos que el hijo preferido de la reina Isabel II, que contaba con ese enorme privilegio pero con ningún otro. De muy joven la prensa ya le había puesto el apodo de Andy Randy, que podríamos traducir finamente como Andreu el Faldiller pero que en realidad significa Andreu el Calent. Tan sonora era su fama que cuando Ferguson le conoció en 1985 ya estaba bien enterada de lo que se encontraría: un talonario de por vida que, sin embargo, le daría pocas satisfacciones emocionales. Lo sabía todo el Reino Unido. Era difícil que ella no lo supiera, ¿no encuentran?
Sin embargo, la relación prosperó. Auspiciados por la siempre añorada reina Isabel II, la llegada de Fergie a Buckingham fue un bálsamo para la monarca, que vio una especie de forma tácita de desacreditar a quienes decían que su hijo estaba siempre randy buscando mujeres debajo de las piedras. Aquel decorado, que acabó con boda al cabo de un año, hizo aguas muy pronto. Andrés siguió siendo Andrés y haciendo exactamente todo lo contrario que un palacio espera de un príncipe. Tenía conductas agresivas y maleducadas tanto en público como en privado, cometía escándalos de todo tipo y, en su esfera más íntima, seguía igual de desbocado que antes de casarse. Viendo que aquello no cambiaría nunca a mejor, Sarah hizo justicia por su cuenta y decidió gozar de la libertad que su marido también se tomaba cuando estaba en Londres y cuando era de viaje oficial con la royal navy, puesto que era –presuntamente– un valioso militar.
Escándalos tempranos
Sólo tres años después de aquella supuestamente sanadora boda, ella ya fue pillada con un amante. Las polémicas nunca se detuvieron, pero ellos no se separaban porque son dos royals de la vieja escuela pero con poco talento –o inteligencia– para disimular mínimamente. Ella era de familia noble emparentada por varias vías con los Windsor y él sabía muy bien lo que había visto hacer en casa y estaba encantado. No cabe duda de que no estaban nada disgustados con lo que iban sabiendo el uno del otro, como sí le ocurría a la malograda Diana, muy afectada por las infidelidades de Carlos. Al final, el currículo público del matrimonio –juntos y por separado– era tan extravagante que en palacio entendieron que si las cosas no debían cambiar, más valía que se separaran y que, al menos así, podrían justificar públicamente su provocador comportamiento basando que estaban solteros y que ella ya no era de la familia real.
En enero de 1992 anunciaron su separación, pero, lejos de terminarse los problemas, a ella los paparazis la pillaron ese mismo verano con un amante que le lamía los pies junto a una piscina mientras ella estaba en topless. Evidentemente, esas fotos –que acabaron en la portada del Daily Mail– supusieron un descalabro tan grande que el hecho de que estuviera separada de Andrés no frenaba nada para el machista gran público, que se repetía compulsivamente que aquella mujer –fue muy criticada como "mala madre"– debía educar a dos limpias de Isabel II. Sin embargo, ni ese escándalo logró que se divorciaran legalmente.
Juntos en los momentos más desesperados
De hecho, a pesar de que el revuelo mediático siguió entre uno y otro durante una cantidad innumerable de motivos durante años, no fue hasta 1996, diez años después de casarse, que se divorciaron oficialmente. Posteriormente, vinieron entrevistas muy polémicas de ella criticando a todos los Windsor, ya que estaba muy endeudada y tenía que hacer lo que fuera para devolver los créditos. Él tampoco dejó de enlazar escándalos financieros y políticos hasta que vino el definitivo: el caso Epstein, en el que se le relacionó con una menor. Ella, pese a la gravedad del escándalo, siempre le defendió públicamente.
Desde su divorcio hasta ahora han pasado 28 años en los que la sociedad y la prensa han hervido permanentemente contra ellos y, viviendo de la institución que ambos vivían, divorciarse era evidente que era el único remedio estético que podían aplicar a su compleja situación. Pero durante estas casi tres décadas nunca se ha perdido la relación ni entre ellos ni de la familia real británica con ella, que le ha invitado a todos los acontecimientos privados convenidos. De hecho, cuando se divorciaron ella perdió el título de alteza real pero nunca el de duquesa de York, que es nada menos que el que llevó siempre la madre de Isabel II, Isabel Bowes-Lyon.
La relación entre Andreu y el resto de Windsors y Ferguson, tal y como explicó ella, ha estado siempre tan cercana que cuando se le quemó la casa en el 2008 fue a vivir con Andreu en el Royal Lodge, una casa dentro de los inmensos terrenos del castillo de Windsor donde aparcan los defenestrados reales. Lo único que le dio la espalda a ella fue el verso libre del duque Felipe de Edimburgo, que como buen machista de manual no tenía ningún inconveniente con el comportamiento randy pero no podía soportar que su nuera hiciera lo mismo. Con la reina tenía tan buena relación que cuando ella murió heredó sus dos corgios. Lo único que le...
¿Campanadas de boda?
Visto en perspectiva, resulta muy evidente que si por ellos hubiera sido, nunca se habrían separado, ya que se conocieron en una situación en la que sabían perfectamente quién era quien y vivieron desde el principio en una completa armonía sexual en la que cada uno hacía lo que quería mientras compartían una casa y dos –¡pobres!– hijas. Yo creo que si en vez de ser de su época fueran de la generación actual, no les hubieran hecho divorciar porque todo el mundo sabe entender lo que es una pareja abierta ya cada vez más gente le parece una buena idea vivir así la vida matrimonial.
El último elemento en defensa de esta tesis es que ahora podrían estar estudiando casarse de nuevo y eso a La Firma ya no le parece mal, ya que el rey les habría dado el visto bueno. La sociedad ha cambiado mucho y en Palau saben que ningún nuevo asunto extramatrimonial sobre ellos podría tener un impacto nocivo sobre la institución. Además, ¿quién es Carlos III para dar lecciones morales de fidelidad? ¿Quién es él para decirles que no? Por si acaso, el rey les ha dicho que no hagan una boda ostentosa y que les presta una capillita de Windsor –aka sin paparazzi– para hacerlo. Tiene 75 años. Es rey de una sociedad –un poco– más moderna que él.