Barcelona“Solo me gusta el camino que conduce al éxito”, confesaba Lagerfeld en una entrevista a Le Figaro en 2001. Sin florituras ni marchas forzadas, el modisto solo quería diseñar piezas para hacer felices a las mujeres que las llevaran. Sus ideas estaban en constante movimiento, lo horrorizaba la institucionalización de la moda, no se consideraba artista y tampoco hacía arte, simplemente creaba para desafiar la permanencia y modernizar la industria. Con unas gafas de sol negras que le permitían observar sin ser observado, pelo blanco platino estilizado con una coleta baja y siempre vestido con traje clásico, Karl aprende a vivir bajo su personaje.
Un relato manipulado
La biografía, titulada Karl, escrita por Marie Ottavi y publicada por la editorial Superflua, revisita los hitos profesionales más destacables del diseñador entrelazándolos con las relaciones personales y amorosas que marcaron su vida. La autora hace un trabajo de campo muy extenso –entrevista al propio Karl Lagerfeld y a la princesa Carolina de Mónaco, íntima amiga del modisto– para descifrar un personaje muy controvertido y opaco. Karl utilizaba la confusión para evitar revelar la información que, de una manera u otra, lo había hecho sufrir a lo largo de su vida: la vinculación de su familia con el nazismo, la inexistente relación con sus hermanas, la competitividad con el diseñador Yves Saint-Laurent o el amor tumultuóoso con Jacques de Bascher. Ya desde muy pequeño su madre le remarcó la importancia de crearse un personaje y de mantenerse hermético. El vínculo con ella, Elizabeth Lagerfeld, marcará el ritmo de su desarrollo. Elizabeth, que nunca asistió a los desfiles de su hijo, será la primera en despreciarlo y a la vez impulsarlo hacia su profesión: la de modisto.
Lagerfeld abandona Hamburgo en 1952 después de un intento frustrado de dedicarse a la ilustración y se instala en París en un entorno dominado por las siluetas fluidas y liberadas de Coco Chanel y el New look entallado de Dior. Su primer flirteo con la alta costura no se produce hasta 1954, en un concurso de figurines de moda en el que participa junto con Yves Mathieu-Saint-Laurent. Los dos superan la prueba con éxito y se convierten en los aprendices de Pierre Balmain y Hubert de Givenchy.
Los años en Chloé y Fendi
El ascenso de Lagerfeld al poder es lento y progresivo. Después de unos primeros años como alumno de Pierre Balmain y Jacques Patou, inicia un camino en solitario hasta que recibe la propuesta de dirigir la casa de modas francesa Chloé. El crecimiento descarado de la firma se debe a las creaciones prolíficas de estilo bohemio y romántico que idea Lagerfeld, que “aporta ligereza y modernidad” a la ropa, según constata la periodista de moda Suzy Menkes. En el terreno de la cosmética, Karl será el primer diseñador que presentará un perfume, Chloé, bajo el sello de Parfums Lagerfeld. Simultáneamente, también se encarga de Fendi, la firma italiana que dirigirá hasta el día de su muerte. Ahí introduce el tratamiento de las pieles, “desmitifica su uso y deja de considerarlas una joya; las convierte en un artículo de moda, y esto da un nuevo estatus a la marca”, detalla Ottavi. Lagerfeld modelaba la indumentaria desde la certeza de que sus creaciones tenían que representar todos sus deseos. “Me atrae todo lo que todavía no he creado”, confesaba. En ese momento, todavía no había llegado a Chanel.
El renacimiento de una grande 'maison'
El aterrizaje de Lagerfeld a Chanel se produce en 1983, dispuesto a “cambiarlo todo sin modificar nada”, constata Marie Ottavi. La herencia de Mademoiselle Coco seguía viva, pero en plena entrada de los años 80 la casa necesitaba rejuvenecerse y adoptar un aire más fresco. En su primer desfile, el 25 de enero de 1983, Lagerfeld pone las bases de todo lo que representará la firma durante más de 30 años. La pasarela abre con la silueta más icónica del guardarropa de Chanel, el traje sastre, un código inconfundible que se irá reinventando a lo largo de las temporadas. Siguiendo en la línea iconográfica, el diseñador será el primero en sumergirse en los archivos históricos de la firma para detectar los elementos que había que modernizar. Entre ellos encontramos las cadenas, el tweed o la doble C del logo, un legado de códigos que permiten que la hegemonía y la unicidad de la firma se mantengan a lo largo de las décadas.
Una moda viva
La maison francesa evoluciona sin descanso durante los 30 años capitaneados por Lagerfeld. Las pasarelas lucen top models de la talla de Inès de La Fressange (años 80) o Claudia Schiffer (años 90) que se suceden en armonía con el estilo predominante de la época. La ostentación y atrevimiento de los 80 muta hacia el minimalismo y el estilo urbano de los 90, cuando los códigos de la cultura underground se convierten en su principal inspiración. “Karl Lagerfeld digiere tanto contracorrientes estéticas como subculturas emergentes”, constata Ottavi, y aprovecha cada temporada para renovar los clásicos de la firma sin perder de vista las tendencias. Había entendido que su tarea consistía en crear algo efímero y después pasar página. Consciente del valor de los complementos, Lagerfeld aprovecha también la dirección creativa de Fendi para presentar uno de los bolsos más icónicos de la casa italiana: el Baguette.
Entre una cosa y la otra, la competencia no hace más que aumentar: John Galliano al frente de Dior, Alexander McQueen en Givenchy y el renacimiento de clásicos como Balenciaga y Gucci. La concepción performativa de la moda arraiga en las mejores firmas y Lagerfeld no es una excepción. A medida que avanzan los 2000, los desfiles de Chanel son cada vez más representativos del zetgeist del momento. Lo que los hace especiales es que nunca pasan de moda, pero siempre son creaciones a la última. Esta eternidad y a la vez modernidad que exudan las creaciones de Lagerfeld es posible gracias a su universo mental, que, aparte de dar forma a su personaje, también alimenta sus diseños. Las creaciones no cesarán hasta febrero de 2019, cuando muere de un cáncer de páncreas en París. Él, que había sido todo un maestro de las grandes pasarelas, pide que no se le dedique ningún tipo de ceremonia. “No quiero que nadie me vea muerto”, reclama. Ni siquiera entonces dejó caer la máscara.
Relaciones personales difíciles
La biografía narrada por Ottavi pone mucho énfasis en el entorno del diseñador: hay asuntos personales de cierta relevancia que ayudan a entender mejor la figura de Lagerfeld. Una es la relación tóxica que establece con el modisto Yves Saint Laurent, que se inicia como una amistad convencional y acaba convirtiéndose en una competición por el poder y el éxito. “Cuanto más baja tenía la moral Yves, más se elevaba el ánimo de Karl”, explica Ottavi. La dificultad para tejer relaciones estables se evidencia también en el terreno amoroso, concretamente en la relación que mantuvo con Jacques de Bascher durante más de 20 años y que acabó con la muerte del amado en 1989 y un luto que lo acompañó toda la vida. La relación de amor intermitente con su madre es también crucial para entender el personaje de Lagerfeld. “La gente decía que mi madre era cruel –detalla Karl–, pero era mucho peor: era irónica”.