¿Qué dietas han seguido los reyes británicos a lo largo de la historia?
El Hotel Drouot de París ha anunciado que presentará en subasta 4.000 menús imperiales, presidenciales y reales nunca vistos
BarcelonaDe fuera, la rigidez y la inmovilidad de Buckingham son valores que rezuman de sus paredes centenarias. Pero a pesar de los más reacios al cambio, dentro, algunas costumbres se renuevan. Por la influencia del relieve generacional, por la conciencia del mantra "menos es más" o por simple empacho de opulencia real, los menús servidos en palacio han cambiado sustancialmente en poco más de un siglo. De los 17 platos que el rey Jorge V se embotía en el estómago un día cualquiera a principios de siglo, podrían hacerse cuatro menús de coronación de su bisnieto, Carlos III, y aún sobraría comida.
Sobre la modestia gastronómica del actual rey de Inglaterra ya se escribieron diferentes artículos que se ponían las manos en la cabeza con los platos frugales para la celebración que lo convertía, en septiembre del 2022, en el heredero de los reinos de la Commonwealth. Para conmemorar un día tan señalado –al menos, para él– Carlos III degustó una quiche vegetariana de espinacas, habas, queso y estragón, como entrante; un costillar de cordero con un abonado asiático, primero; una berenjena ensalada con una salsa de yogur y chutney con cebollas fritas, como plato para ir haciendo bajar, y, de postre, uno trifle de fresas y jengibre. Nada más.
A la reina Victoria este menú no le habría tocado ni un diente, tampoco a Isabel II y ni siquiera al modesto Jorge V. Las diferencias abismales entre las comidas de los reyes de Inglaterra se han podido saber después de que el Hotel Drouot de París haya presentado en subasta 4.000 piezas del chef francés Cristophe Marguin, en las que se incluyen menús imperiales, presidenciales y reales nunca vistos.
De la reina Victoria a Isabel II, pasando por Jorge V
Menús infinitos, alta gastronomía francesa y mucha carne
En Buckingham, comida es mucho más que un trámite biológico, por lo que cada contexto histórico, ocasión e invitados piden unos requisitos concretos. En el caso de los platos de la reina Victoria, la extensión de su reinado también se trasladaba a la mesa, donde "una comida habitual era equivalente a un banquete de la época", aseguró el jefe de cocina de la reina Victoria, Eduard VII y Jorge V, Gabriel Tschumi, en el libro Royal chef: Recolecciones de vida en royal households from queen Victoria to queen Mary. Un menú de un día cualquiera de 1885 contenía: paté de cabeza de ternera, tortilla y rodaballo en pan rallado seguido de croquetas de pan dulce de ternera, cortes de venado, pollo engordado en corteza salada y ternera asada. El plato principal incluía faisano y pollo, acompañado de patatas fritas. Por último, el postre podía ser suflé de jengibre y pastel de almendras relleno de crema de vainilla y flor de naranjo. Para los que todavía tenían espacio, también se ofrecía una mesa auxiliar de embutidos que incluían lengua y ternera.
El primer rey de la pseudoausteridad alimentaria: 0 alcohol y carne un máximo de 3 veces a la semana
Su nieto, Jordi V, fue el rey que inició el camino hacia la pseudoausteridad, quizás no por placer, sino como señal de solidaridad con sus ciudadanos durante la penuria de las dos guerras mundiales. Los fastos reales terminaron. Se prohibió el alcohol, el desayuno pasó de diez platos a dos, el almuerzo también se redujo a tres platos y no se servía carne más de tres veces a la semana. También fue el promotor del cambio de la alta gastronomía francesa que se había servido en los últimos siglos hacia unos platos de esencia británica como los cutlets –una rebanada fina de carne del muslo o las costillas de cordero–, asados y la tarta de cottage, además de los currys, para no perder la marca colonial.
Platos buenos pero sin cantidad, con especial importancia en la bebida
Si algo destacaba de los menús de su limpia y heredera de la Corona, la reina Isabel II, no eran precisamente los platos, sino el beber. La mujer que reinó 70 años en el territorio británico tenía una especial predilección por buenas bebidas alcohólicas y no precisamente baratas. Un ejemplo fue el menú que tuvo lugar en el castillo de Windsor en 2008 cuando el entonces presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, y el exmodelo y cantante Carla Bruni fueron invitados a una cena con Isabel II y Felipe de Edimburgo.
Para empezar, disfrutaron de un solomillo de rodaballo, seguido de un plato principal de medallón de cordero con alcachofas y habas, coliflor con salsa holandesa, zanahoria con estragón, patatas finas a rodajas y ensalada. El postre fue pastel de ruibarbo con crema de vainilla y fruta. Pero el plato fuerte fue la calidad de los vinos: un Margaux 1961, de 2.720 euros, y una botella mágnum de Krug de 1982, valorado en 4.600 euros.