El regreso de los talibanes

La niña que mendigaba a los talibanes

La malnutrición infantil es un problema endémico en Afganistán, que se prevé que empeorará con los radicales en el poder

La Farsihan, de 4 años, a la calle donde pidola entre los coches en Kabul
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Enviada especial a KabulNo la atropellan de milagro. De hecho, verla moverse entre los coches hace tener el corazón en un puño. Farsihan estaba esta semana en el centro de Kabul, cerca del parque Zarnegar, donde siempre se forma un atasco monumental y es un lugar ideal para que los pobres mendiguen entre los vehículos. Hay niños que piden limosna y hombres que venden todo tipo de cachivaches. Farsihan pedía dinero, a pesar de que es tan bajita que no llega ni al retrovisor de los coches. Con todo no parece amedrentarse. Incluso cuando pasan los mastodónticos todoterrenos con los que los talibanes se mueven por Kabul y que antes pertenecían al gobierno, corre detrás de los vehículos gritando: "¡mulá, mulá, dame dinero!"

Farsihan persiguiendo a uno de los todoterrenos que circulan por Kabul.

"Pero niña, ¿qué haces aquí? ¿Dónde está tu madre?", le pregunta un peatón, porque hasta a los mismos afganos les sorprende que una renacuaja que apenas levanta un metro del suelo corra tras los talibanes pidiéndoles dinero. "Mi madre está en casa, yo estoy aquí con mi hermano", contesta la pequeña con la cabeza baja y una voz casi imperceptible. Tiene las manos y los pies llenos de roña, y el vestido que lleva es tan grueso que le debe de hacer sudar la gota gorda con el calor que hace. Dice que tiene 4 años, pero parece más pequeña.

Su hermano es un niño de 10 años. Se llama Sohail, lleva una chaqueta gastada y también anda entre los vehículos pidiendo limosna. "Mi madre nos ha enviado aquí", justifica con cara de no haber roto nunca un plato. Pues vamos a ver a la madre.

Sohail lleva a su hermana Farsihan sobre los hombros, entre los coches, en una calle de Kabul.

La familia vive en la colina donde está la televisión, en el centro de Kabul, en una de las muchas casas de adobe que hay en la ladera y a la que solo se puede llegar a pie subiendo una pendiente que deja sin respiración a cualquiera. "A mí tampoco me gusta que vayan a mendigar, ¿pero qué hago entonces?", se queja la madre, una joven de 25 años que se llama Parekhon y que ya ha dado a luz a cuatro criaturas. Dice que se casó con tan solo 14 años.

La familia es originaria de la ciudad de Mazar-e-Sharif, al norte de Afganistán, pero como tantas otras huyó cuando los combates entre los talibanes y las fuerzas de seguridad del gobierno afgano se intensificaron en verano. Llegaron a la capital a principios de agosto, cuando Kabul todavía era una de las pocas ciudades que no estaban bajo el control de los talibanes. Y ahora están atrapados aquí. No tienen dinero para volver ni para sobrevivir en la ciudad.

Farsihan y Sohail, con su madre, Parekhon, en la casa donde viven en Kabul.

"En Mazar-e-Sharif mi marido tenía trabajo y mis hijos iban a la escuela", asegura la mujer. Ahora todos se dedican a mendigar. Consiguen unos 300 afganis al día (unos 3 euros). Pero por muchos cálculos que hagan, no salen las cuentas. Un kilo de arroz vale 90 afganis, un litro de aceite 150, y 100 un kilo de judías. Y son seis bocas para alimentar.

En la mayoría de hospitales infantiles de Afganistán hay una unidad de malnutrición. En el de Indira Gandhi, que está a tan solo unos centenares de metros de donde estaba el cuartel general de la OTAN en Kabul, hay casi 50 niños ingresados. Es uno de aquellos lugares donde acabas mareado. Las cunas se suceden con bebés esqueléticos o con el cuerpo hinchado como una pelota.

Ahmad tiene 8 meses y solo pesa 4,15 kilos. Su madre, Bahar Salimi, explica que ellos también son desplazados. Vivían en la provincia de Takhar, al norte, y también llegaron a Kabul huyendo de los combates. En la cuna del lado Setaesh respira con dificultad. Tiene un año y tres meses y pesa 4,32 kilos. "Su madre no tenía leche", argumenta su tía, que está a pie de la cuna cuidando a la niña. Según dice, desde que nació, la han alimentado a base de leche en polvo. Nada más. "Es que no quería comer ninguna otra cosa", justifica.

Bahar Salimi, con su hijo Ahmad, que tiene 8 meses y solo pesa 4,15 kilos.

Nasima Zazai, que es una de las médicos de la unidad de malnutrición, se muestra impasible, como si nada de esto le viniera de nuevo. "La pobreza es la principal causa de malnutrición, pero también la incultura total de las madres, que no saben cómo tienen que alimentar a sus hijos", expone. También asegura que influye que las mujeres tengan tantos hijos y de forma tan seguida, porque su cuerpo no tiene tiempo de recuperarse y generar leche. En Afganistán la mitad de los menores de 5 años sufren malnutrición crónica, según datos del año pasado de UNICEF. De hecho, según la doctora Zazai, la situación no ha cambiado en el hospital. Había tantos niños con malnutrición antes, cuando las tropas internacionales estaban en el país, como ahora. Sin embargo, vaticina que todo irá a peor con los talibanes, y que esto es solo la punta del iceberg.

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