El regreso de los talibanes

El parque de atracciones de los talibanes

Los milicianos monopolizan uno de los pocos lugares que los kabulíes tenían para relajarse

Jóvenes se divierten a los autos de choque del parque de atracciones de Kabul
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Enviada especial a KabulEs el lugar preferido de los kabulíes para divertirse y los viernes, que es el día de descanso semanal en Afganistán, estaba siempre a reventar. Se trata de Bagh-e-shar, el parque de atracciones que hay en el centro de la capital afgana. No es el único que existe en la ciudad, pero es el más grande y el que tiene más éxito. Este viernes estaba abierto, pero no era como antes. Milicianos talibanes también han ido a divertirse y se puede decir que han monopolizado las atracciones.

En el parque están las atracciones que más o menos se pueden encontrar en una feria ambulante en España: una noria, autos de choque, una mini montaña rusa… Pero también dispone de un parque infantil, zonas de césped –que tanto escasean en Kabul– e incluso un avión de verdad reconvertido en restaurante. Por esos a los afganos les gusta tanto, porque es un lugar para divertirse, pero también para relajarse. Este viernes, sin embargo, pocos parecían relajados.

Afganos en el parque de atracciones de Kabul este viernes.

Hacia las tres de la tarde ha entrado en el parque un grupo de talibanes. No iban armados, porque no se pueden entrar armas en Bagh-e-shar, pero era fácil reconocerlos por la pinta que llevaban: melenas largas, prominentes turbantes y la raya de los ojos pintada de color negro. La entrada en el parque vale 30 afganis (unos 30 céntimos de euro) y después hay que pagar por subirse a las atracciones. No se sabe si ellos han abonado la entrada, pero lo que es seguro es que no han pagado por subirse y lo han hecho tantas veces como han querido.

“Es la primera vez que venimos. Las dos últimas semanas hemos estado muy ocupados”, ha contestado un joven talibán para justificar su emoción. Primero han subido a la noria y, según parece, les ha gustado porque han repetido. Después han probado la barca y eso sí que les ha encantado. Han monopolizado la atracción durante media hora, sin dejar que nadie más la utilizara. Pero donde se han desmelenado de verdad, y de forma literal, ha sido en una atracción en forma de araña con asientos que se movían circularmente a toda velocidad. Allí han volado turbantes y más de un talibán ha quedado desencajado con los cabellos tapándole la cara. No han faltado las risas y los gritos de entusiasmo, ni tampoco los mirones que intentaban filmar con el móvil la peculiar estampa. También entonces han empezado las amenazas: un talibán que no ha subido a la atracción ha querido arrebatar el móvil a quienes filmaban a los milicianos.

Una de las atracciones del parque de Bagh-e-shar de Kabul.

“Mis hijas querían subirse a las atracciones pero, con este panorama, ya me dirá usted quién sube”, comenta una madre, Gulalai Anwari, con cara horrorizada. Las hijas –tres jóvenes de 17, 15 y 14 años– parecen aburridas, sin saber muy bien qué hacer. “Es la primera vez que venimos al parque desde que los talibanes llegaron a Kabul, y realmente esto ya no es lo que era”, añade la madre, que asegura que antes iban a Bagh-e-shar varias veces a la semana. “Supongo que continuaremos viniendo los viernes hasta que nos vayamos a Pakistán”, contesta cuando se le pregunta si piensa volver. Su familia es una más de las que tienen previsto emigrar.

Otra mujer que se pasea por el parque también afirma que Bagh-e-shar ha cambiado de la noche al día. Se llama Mariam Kasemi, tiene 33 años y ella también iba al parque cada viernes. “Es muy deprimente, ya no suena música en las atracciones”, se queja. De hecho, los talibanes han prohibido la música en todo el país. “Y está muerto, casi no hay gente”. En el parque hay cuatro taquillas para vender tickets para subir a las atracciones. Este viernes solo una estaba abierta, mientras que antes todas funcionaban y se formaban colas interminables.

Lugar de venta de tickets para subir a las atracciones del parque.

Pero no es solo el ambiente, es que la simple presencia de los talibanes intimida. “Asustan a la gente”, opina un joven, Ramin Rahimi, de 17 años, que observa desde la distancia, sentado en un banco, a los milicianos divirtiéndose en las atracciones. Nilofar, que tiene 22 años y que ha ido a Bagh-e-shar con tres amigas, explica que ella ha cambiado su forma de vestir. “Yo antes iba con tejanos y camisa, y mira cómo voy ahora”. Viste una túnica negra hasta los pies, que esconde las formas del cuerpo. Sus amigas lucen el mismo look.

Otros han buscado otra solución. Qais Khairdarzada, que tiene 33 años, explica que él iba al parque cada viernes con su familia. Este viernes, en cambio, su mujer y sus tres hijos se han quedado en casa. “Ya no es un lugar para que vengan, así que he venido yo solo con mis amigos”.  

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