Los talibanes han dejado en libertad este jueves al fotoperiodista afgano Mortaza Samedi, a quien detuvieron el pasado 7 de septiembre en la ciudad de Herat por tomar imágenes de una manifestación a favor del derecho de las mujeres a estudiar y trabajar, y en contra de la injerencia pakistaní en Afganistán. Durante las más de tres semanas que ha estado en la cárcel, su familia no ha podido visitarlo ni saber en qué condiciones se encontraba, según ha informado al diario ARA su hermano, Mustafa Samedi. El martes corrió la noticia en las redes sociales de que los talibanes pretendían ejecutarlo, pero el vicegobernador de Herat lo desmintió categóricamente. Mortaza Samedi tiene 24 años y es freelance.
Seis mujeres contra decenas de talibanes
Los radicales reprimen una protesta en Kabul a favor de la educación de las niñas
Enviada especial en KabulLa manifestación estaba convocada para este jueves a las ocho de la mañana delante de la escuela de niñas Rabia Balkhi, en el barrio de Kart-e-char, en el oeste de Kabul, y se había organizado de forma clandestina. A pesar de eso, antes de la hora prevista para el inicio de la protesta, ya había delante del colegio dos vehículos policiales cargados de talibanes. Los milicianos vestían uniformes del servicio de inteligencia del anterior gobierno afgano e iban pertrechados con el equipamiento que Estados Unidos facilitó a ese cuerpo de seguridad: fusiles de fabricación norteamericana M16, chalecos antibalas, cartuchos, esposas e incluso rodilleras de protección.
En las calles adyacentes se han concentrado al menos una decena más de camionetas repletas de talibanes, que han cortado el tráfico a los pocos vehículos que transitaban por la zona. En ese momento delante del colegio solo había tres únicas manifestantes, una de ellas con una pancarta doblada. A pesar de eso y del impresionante despliegue talibán, han tenido el santo valor de abrir la pancarta e iniciar la protesta. Su reivindicación, que los radicales autoricen de una vez a las alumnas de más de 12 años regresar a la escuela. En la actualidad solo las niñas de 7 a 12 años lo tienen permitido, mientras que todos los alumnos varones de educación primaria y secundaria ya hace casi dos semanas que se reincorporaron a las aulas.
La manifestación la ha organizado un colectivo que se hace llamar Mujeres Luchadoras de Afganistán y también estaba previsto que se unieran profesoras y estudiantes. La marcha debía iniciarse en el colegio Rabia Balkhi y recorrer la corta distancia que separa este centro de la escuela Suria, también para niñas. Pero no ha habido tiempo para nada.
A las tres manifestantes iniciales, se han sumado después tres más, que camuflaban su rostro estratégicamente con mascarillas o gafas de sol. La pancarta que han desplegado rezaba, escrita en inglés y en dari (una de las dos lenguas oficiales de Afganistán): “No politicen la educación. No rompan nuestros lápices, no quemen nuestros libros, no cierren nuestras escuelas”. También han exhibido otros carteles con leyendas similares, uno con una cita del Corán sobre la obligación de que todas las mujeres y hombres musulmanes tengan acceso a la educación. No han coreado ningún lema, ni han dado ni un solo paso. La protesta apenas ha durado dos minutos.
Los talibanes se han abalanzado sobre las manifestantes para arrancarles las pancartas, y han dispersado a los periodistas extranjeros que intentaban filmar y tomar fotografías, amenazándoles con arrebatarles las cámaras. De hecho, a un fotógrafo de France Presse le han dado un golpe de culata y le han requisado el equipo. Asimismo le han cogido el móvil a una de las manifestantes y han disparado un tiro al aire.
“De la misma manera que en vuestros países no permitís las protestas ilegales, nosotros tampoco las podemos aceptar ni permitir que informéis sobre ellas”, ha justificado el mulá Nasratullah, que se ha presentado ante los reporteros como el responsable del servicio de inteligencia talibán en la ciudad de Kabul y los ha amonestado como si se trataran de niños pequeños. Lo ha hecho con buenas palabras y tono conciliador. Eso sí, después de que sus hombres intentaran agredirlos. “Si no hay periodistas afganos, significa que la protesta es ilegal y que no podéis informar”, ha insistido.
Para trabajar en Afganistán como periodista extranjero, los talibanes conceden una acreditación que en teoría permite a los reporteros informar sobre todo, con una excepción: lo que ellos llaman “manifestaciones ilegales”, es decir cualquier protesta de la disidencia. Algunas de esas manifestaciones han sido salvajemente reprimidas, y los informadores detenidos y golpeados.
“Los talibanes nos han mandado que regresemos a nuestras casas a preparar la comida. Pero no desistiremos hasta que todas las niñas puedan volver al colegio”, ha asegurado por teléfono tras la protesta una de las manifestantes que prefiere mantener el anonimato. Los radicales han acabado devolviendo las cámaras al fotógrafo de France Presse y el móvil a la manifestante. En protestas anteriores, otros no han tenido tanta suerte.