Una bomba nuclear económica: lo que China ha aprendido de Estados Unidos

El mercado de la bolsa en Pekín, en China.
Analista de Relacions Internacionals
2 min

En el 2019, Washington descubrió que un burócrata era más efectivo que un misil para derribar a un imperio. Ese año, la administración Trump desenterró una Lista de Entidades que se había creado en 1997 para combatir la producción de armas de destrucción masiva, y empezó a añadir empresas tecnológicas chinas como Huawei. Casi nadie había oído hablar de esta Lista de Entidades. Su impacto fue brutal. Entrar en esta lista negra suponía, de facto, que las empresas americanas tuvieran prohibido venderte sus productos y tecnologías. Y no sólo eso: las empresas no americanas también tenían vetado venderte productos con un mínimo de componentes estadounidenses, bajo amenaza de sanciones. Para la mayoría de tecnológicas chinas, que dependían fuertemente de componentes americanos, ser añadidas a la Lista de Entidades fue el equivalente a una bomba nuclear económica.

Cuando Biden llegó al poder, habían tomado buena nota de ese uso de la economía como arma. Sin embargo, los demócratas no sólo querían hundir a empresas chinas concretas: querían destruir la posibilidad de que China superara tecnológicamente a Estados Unidos. En 2022, Washington activó un mecanismo creado en 1979 e impuso controles a exportaciones que prohibían vender los chips más avanzados en China, necesarios para entrenar a los modelos más punteros de IA. De nuevo, no sólo las empresas americanas, sino también las extranjeras, estaban obligadas bajo amenaza a cumplir estas sanciones.

Durante esos años, China recibió un fuerte impacto económico y tecnológico. En gran medida, Pekín se dedicó a resistir. Pero los burócratas chinos también empezaron a estudiar atentamente las tácticas del enemigo. Si Washington podía utilizar la economía como arma, ¿por qué no podía hacerlo también China?

El alumno supera al maestro

Hace pocos días, el mundo descubrió que Pekín ha aprendido de los americanos y ha desplegado su propia megaarma de coerción y control económico. La apuesta es mayor que la de Washington: China ha impuesto controles a las exportaciones de las tierras raras, materias primas imprescindibles para la mayoría de altas tecnologías, equipamientos militares y sectores económicos del futuro. Actualmente, China controla más del 60% de la extracción y más del 90% del procesamiento. Pekín también ha impuesto controles en las exportaciones de componentes clave de baterías, críticos para sectores como los vehículos eléctricos. Como hacen los americanos, China también obliga a las empresas extranjeras a cumplir con sus restricciones –o quedarse sin suministro– en productos que tengan un 0,1% de tierras raras de origen chino. Las compañías que exporten estos productos necesitarán una licencia china; en sectores como el militar, su exportación queda mayoritariamente prohibida.

Este mecanismo da una enorme capacidad de presión al gobierno chino sobre empresas y gobiernos extranjeros. También ha creado un temor generalizado al control que quiere ejercer China sobre la economía mundial. Trump ya ha respondido con aún más aranceles. Muchos países intentarán depender aún menos de China. Utilizar una bomba nuclear económica es un golpe brutal de poder. Pero tiene también riesgos asociados. Mientras tanto, Europa se encuentra en medio de esta batalla bipolar de coerción económica.

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