Boston, epicentro y termómetro de las crisis del Reino Unido
Los trabajadores polacos, lituanos y letones han dejado paso a los búlgaros y rumanos en la capital del Brexit
Boston (Lincolnshire, Reino Unido)Bajo la mirada de Herbert Incram, fundador de la primera publicación informativa con ilustraciones del Reino Unido, The Illustrated London News (1842), grupos de ciudadanos rumanos y búlgaros, también de adolescentes de las mismas nacionalidades, e incluso niños, pasan en la calle muchas de las horas del día que tienen libre aquellos que trabajan.
Están a la entrada de la iglesia gótica de Saint Botolph, en un rincón de Market Place, yema del huevo de Boston. No de la ciudad de los Estados Unidos, sino de Lincolnshire, a 212 kilómetros al nordeste de Londres. El condado es uno de los graneros del Reino Unido: se produce el 30% de las frutas y verduras y el 20% de los pollos que se consumen en el país.
Boston, histórica town con vínculos con la liga hanseática, y de la que salieron los fundadores de la homónima ciudad norteamericana a principios del siglo XVII, aspira a transformarse en city con el jubileo de diamantes de la reina, el próximo año, circunstancia que algunos creen que espoleará el turismo. La torre del campanario de la iglesia –no se le puede llamar catedral, a pesar de las dimensiones, porque Boston es town y no city–, la más alta de Inglaterra, es la gran atracción para los nacionales. Quizás la única, si no se considera como tal la tienda Seacroft Mobility, con una enorme variedad de sillas de ruedas con motor, en un punto privilegiado de la mencionada Market Place. Un detalle que dice bastante sobre qué puede interesar a una población autóctona muy envejecida sobre su condición: la década anterior, Boston tenía el dudoso honor de ser la capital de la obesidad inglesa. Ha mejorado desde 2017 (34% de obesos), pero no mucho (31%).
Por el contrario, la máxima atracción para los extranjeros, que entre 2004 y 2014 llegaron en masa, sobre todo polacos, lituanos y letones, son o eran antes del Brexit las granjas avícolas y agrícolas y las plantas procesadoras de comida de los alrededores.
Justamente por la presencia de tanta inmigración, la town tiene otro honor, es la capital del Brexit: el 75,6% de la población votó "no" a la Unión Europea. "Demasiados inmigrantes, demasiada tensión en los hospitales, en las escuelas, demasiadas burbujas de gente que no habla inglés", dice Anton Dani, ex militante del ultraderechista UKIP, francés nacido en Marruecos, que entre mayo de 2019 y de 2021 ha sido alcalde de Boston, el primero de origen no británico.
Hace tres años, en octubre de 2018, cuando parecía inminente la salida efectiva del país de la UE en el mes de marzo siguiente, los locales con derecho a voto en el referéndum no estaban arrepentidos. "Ahora tampoco", dice Dani, que de todas las crisis que atraviesa el país que bombea la prensa británica –falta de gasolina, desabastecimiento en los supermercados, escasez de trabajadores en los campos o de camioneros – no nota ninguna. "Pánico azuzado por las redes".
Hablamos en su bistrot, El Café de París, establecimiento con ventana privilegiada sobre Market Place, la misma que "recorren cada día los rumanos y los búlgaros, la mayoría gitanos, que no hablan inglés, y que durante la pandemia no seguían las medidas, y se reunían siempre en grupos grandes": "Cada día veo que llegan nuevos".
¿Situación irregular?
Hace tres años se veían muy pocos, es verdad. Ahora son muchísimos más. ¿Tienen papeles? Pregunto a bocajarro a una persona que me aseguran que es uno de los reclutadores de mano de obra que hay en Market Place. Trabaja para Single Resources, una agencia que provee a las empresas locales. Asegura que se llama Ceco Vasilev, búlgaro, de 24 años y no quiere fotos. "Claro que tienen papeles", garantiza en un inglés más que correcto, la única de las personas a quienes me he dirigido que lo habla.
"¿Hay falta de mano de obra, realmente?", pido a Vasilev. "Claro". "¿Y se pagan las 30 libras por hora que dice el jefe de la Asociación de Productores Británicos, Jack Ward?" No sabe de quién le hablo, pero dice que se pagan buenos sueldos. La página de Facebook de la empresa para la que busca personal ofrece, en los turnos de día, de 12 horas, 9,73 libras la hora (11,44 euros), y en los de por la noche, también de 12 horas, 10,28 libras (12,09 euros). Otra agencia, NV Profesional Staff Services, que pone anuncios en los cristales de los escaparates, paga 10,50 la hora para empacar vegetales, 27 libras por cesto de brécol y también 10,50 para recoger calabacín.
Iga Paczkowska, de 39 años, polaca establecida en Boston cuando en 2004 los países del Este pudieron circular libremente por la UE, tiene una agencia de servicios de interpretación y de ayuda con la burocracia del país en West Street, la calle que lleva de la estación al centro de la town. Aporta claves significativas. "El Brexit y la pandemia han hecho que mucha gente se fuera. Sobre todo polacos, lituanos y letones –dice–. Y han venido rumanos y búlgaros, sobre todo, y ucranianos, pero aún así faltan todavía unos 7.000 trabajadores en la región." "¿Tienen los papeles en regla?", vuelvo a preguntar. "Es muy difícil de decir. Algunos sí, seguramente; otros, vete a saber. Faltan trabajadores, esto es una evidencia, y quizás las empresas hacen la vista gorda".
Quien hace la vista gorda, o al menos lo parece, es la administración. El Brexit tenía que servir para controlar las fronteras, pero, si este era el propósito, de momento el fracaso es enorme por lo que se ve en las calles de Boston. Y con este fracaso, también la falta de protección hacia los migrantes y sus hijos. Niños de dos y tres años de aquí hacia allá y trabajadores disfrutando de un día de fiesta en la calle. "Están porque la mayoría viven en casas donde no pueden ir durante las horas diurnas en que los del turno por la noche duermen. Por eso los ves por la plaza y por todas partes", remacha Iga Paczkowska. "Y por eso esta ciudad volvería a votar por el Brexit. Además, ¡todo el daño ya está hecho!"
Herbert Incram, el padre del periodismo ilustrado, tiene muchas imágenes con las que explicar qué pasa en Boston. Por ejemplo, la niña que come chips, ni siquiera fish and chips, con su madre que la mira. Las libertades del Brexit, tal y como lo llamó miércoles el primer ministro Boris Johnson.