Oriente Medio

La desafección marca las elecciones en Irak

A mediodía la participación no llega al 20%

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Un colegi electoral, esta mañana en Bagdad

El CairoLas elecciones anticipadas de este domingo en Irak comienzan una nueva etapa con la extendida sensación de que todo continuará igual. El periodo previo a los comicios, marcado por una apatía generalizada, ya había expuesto que el sistema político iraquí continúa dominado por los mismos grupos autoritarios que durante dos décadas se han beneficiado de un reparto del poder en el país que sigue líneas sectarias. La participación a mediodía era del 19%.

Las elecciones, las quintas desde la invasión de Estados Unidos en 2003, tenían que tener lugar inicialmente el próximo año, pero se avanzaron como respuesta a una ola de protestas sin precedentes que sacudió buena parte de Irak, sobre todo el sur y el centro, a partir de octubre de 2019. Los manifestantes, en su mayoría jóvenes y chiitas, abanderaron una enmienda a la totalidad del régimen político del país, al que atribuyen problemas endémicos como la injerencia extranjera, la corrupción, el elevado paro, unos servicios públicos deficitarios y la ausencia de un estado de derecho.

Siguiendo semanas de presión, las protestas consiguieron forzar un cambio de gobierno y de sistema electoral, así como la promesa de celebrar elecciones anticipadas, antes de sucumbir a la fatiga, la pandemia y la brutal represión, incluidos centenares de muertos.

Asesinatos selectivos y llamamientos al boicot

Desde entonces, además, se ha producido una campaña de asesinatos selectivos e intimidaciones contra activistas y potenciales candidatos que ha generado un gran estado de inseguridad ante las elecciones, para las que no se introdujeron cambios profundos que garantizaran una competición justa. Sumado al sentimiento general de desafección, este clima propició llamamientos a boicotear las votaciones por parte de muchos activistas, divididos entre reformistas y revolucionarios.

En este contexto, la carrera electoral volvió a tener como protagonistas a los grupos que ya copaban el Parlamento antes de las protestas. Entre estos dominan los de base chiita, mayoría en el país, incluido el movimiento del influyente clérigo nacionalista Moqtada al-Sadr, que partía como favorito, y una coalición conectada con milicias que tienen el apoyo de Irán. La porción de la minoría suní se la reparten, a menudo apelando a vínculos tribales, el presidente del Parlamento que sale, Mohamed al-Halbousi, y un empresario multimillonario. Y la parte curda la controlan el Partido Democrático del Curdistán, que ha dominado tradicionalmente la región autónoma curda, y la Unión Patriótica del Curdistán, fuerte en la zona fronteriza con Irán.

Cambios en el sistema electoral

A pesar de la resistencia exhibida por el sistema político iraquí, los cambios que forzaron las protestas habían generado en algunos una pequeña brizna de esperanza. Así, los cambios en el sistema electoral, las mejoras de los preparativos para evitar irregularidades y el desgaste de algunos partidos se espera que faciliten el acceso de caras nuevas a un Parlamento que podría ser ligeramente más representativo que los anteriores.

En cualquier caso, no está previsto que ninguna formación obtenga la mayoría necesaria para apuntalar un gobierno en solitario, sino que se tendrá que acordar un ejecutivo de coalición. Este proceso, que ya forma parte de la liturgia electoral iraquí, debido al sistema electoral de matriz sectaria impuesto por Estados Unidos después del derrocamiento del régimen de Saddam Hussein, suele comportar meses de opacas negociaciones. Y probablemente volverán a producir un primer ministro de consenso bastante débil por no poder ir más allá de la retórica a la hora de dirigir los problemas endémicos que provocaron las protestas.

En este sentido, el gobierno saliente de Mustafá al-Kadhimi, formado a raíz de las protestas, no pudo sacar adelante su agenda ni responder a las demandas básicas del movimiento, como por ejemplo investigar los asesinatos de activistas y opositores y hacer justicia. A todas ellas se suman, además, la gestión de cuestiones como los estragos que dejaron años de guerra contra el Estado Islámico y la presión para expulsar las tropas de Estados Unidos del territorio y hacer frente a los ataques de milicias contra misiones diplomáticas.

De hecho, algunas encuestas recientes en el país muestran que, a pesar del retroceso de las protestas en la calle, siguen despertando las simpatías de la mayoría de iraquíes, que consideran estas elecciones poco libres y poco justas, y que continúan pensando que la corrupción es uno de los principales problemas del país. Una combinación que, si no encuentra respuestas, podría volver a desencadenar una ola de movilizaciones.

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