Las dudas con AstraZeneca hacen reavivar el escepticismo de los franceses con las vacunas
La experiencia con la gripe A, el auge de la naturopatía también entre el personal sanitario y los escándalos farmacéuticos han instaurado la desconfianza
ParísUna enfermera inyectaba hace unos días la primera dosis de AstraZeneca en el primer ministro francés, Jean Castex, ante las cámaras de televisión. “Os felicito, no he notado estrictamente nada y mira que soy un poco sensible al dolor”, declaró entonces Castex, de 55 años, haciendo un poco de teatro para dar más credibilidad a su papel.
El gobierno hizo esta puesta en escena para intentar convencer a los ciudadanos escépticos –que en Francia son muchos–, después de que se anunciara la reanudación de la campaña de vacunación, interrumpida brevemente por la detección de varios casos sospechosos de trombosis. Pero este recelo no es nuevo. De hecho, el escepticismo de las vacunas es una particularidad francesa muy conocida desde hace tiempo. Así lo corroboraba una encuesta mundial publicada en 2019 por el instituto Gallup, donde Francia aparecía como el país más desconfiado entre los más de cien que participaron en el sondeo: uno de cada tres franceses no creía, entonces, que las vacunas fueran seguras.
No siempre ha sido así. “Las encuestas de principios de los 2000 mostraban que había realmente un consenso político, social y cultural fuerte en cuanto al interés de la utilidad de las vacunas en Francia”, explica al ARA el investigador en psicología social en la Escuela de Estudios en Salud Pública (EHESP), Jocelyn Raude. “Las primeras encuestas que se hicieron sobre este tema demuestran que más del 90% de los franceses estaban a favor de las vacunas”, puntualiza.
Sin embargo, entre 2009 y 2010, una sucesión de acontecimientos hizo cambiar esta tendencia hasta el punto que “la cobertura de vacunación en relación con las vacunas no obligatorias, como por ejemplo la de la gripe estacional, cayó de manera considerable en las personas mayores y en los grupos de riesgo”, continúa Raude. ¿Qué pasó?
La campaña de la gripe A y las farmacéuticas
Este recelo “se observa por primera vez durante la campaña de vacunación contra la pandemia de gripe A (H1N1) de 2009”, apunta el investigador. “Hubo pronósticos de expertos bastante catastróficos, que aseguraban que habría entre 400.000 y 500.000 muertos, pero finalmente hubo pocas defunciones en Francia”. Raude explica que, en aquella ocasión, el gobierno encargó 75 millones de dosis, pero la gripe H1N1 resultó ser “poco letal”, incluso menos grave que la gripe estacional. Esto hizo que la población se desentendiera de la vacunación y a la vez “generó una especie de recelo entre los franceses en cuanto a las acciones de salud pública, que en aquel momento les parecieron desproporcionadas y que costaron mucho dinero”, añade.
A esta aprensión se le sumó el cambio de imagen de la industria farmacéutica a los ojos de los ciudadanos. “De verse como una industria parapública, se convirtió en el símbolo del liberalismo económico. Es entonces que aparece el término big pharma y la idea que esta industria busca maximizar sus beneficios con la salud de las personas”, razona el experto. En el debate público también emergen personalidades provenientes del ámbito científico, próximas a la naturopatía, como el profesor Henri Joyeux o el premio Nobel de medicina Luc Montagnier –descubridor del virus del sida–, que empiezan a criticar públicamente las vacunas. “Tanto uno como el otro emitían un discurso muy angustioso en los medios de comunicación franceses”, valora.
Asunto Mediator
Este cóctel de ingredientes acabará explotando con el asunto del Mediator, “un antidiabético que los médicos recetaban como un inhibidor del hambre para que los pacientes se adelgazaran –detalla Raude–, a pesar de que no era su función inicial”. Este escándalo sanitario “no tiene nada que ver con la vacunación, pero validará la hipótesis que hay un problema de corrupción en torno los medicamentos y la vacunación en el país”, razona el doctor.
Ahora, con la detección de varios casos de trombosis de personas que habían recibido la vacuna de AstraZeneca, “se ha activado una inquietud latente que estaba desde hace diez años”. La reticencia del personal sanitario a vacunarse, un problema típicamente francés según Raude, tampoco ayuda. Si bien “los médicos son los que dan más apoyo a las vacunas”, pasa más bien el contrario con los profesionales de salud como enfermeros y fisioterapeutas. “En general, son más jóvenes y, por lo tanto, de menos de riesgo, pero también porque la medicina alternativa suscita mucho entusiasmo dentro de esta comunidad”. El profesor apunta que numerosas encuestas han demostrado que hay un vínculo entre la adhesión a las prácticas médicas alternativas y la desconfianza hacia las vacunas.
Los franceses están a la espera de que las pruebas para detectar el covid-19 que uno mismo se puede hacer en casa lleguen a las farmacias. Estaba previsto que los autotest -destinados principalmente a los asintomáticos mayores de 15 años- se distribuyeran la semana pasada, pero aún no están disponibles para el gran público.
El ejecutivo había estudiado la posibilidad de que también se vendieran en supermercados y es por eso que el grupo Carrefour compró un millón. Pero los deberán almacenar o vender, porque finalmente las autoridades han descartado esta opción. Hoy por hoy, pues, solo se podrán comprar en las farmacias aunque todavía no se sabe exactamente cuándo. También queda por acordar el precio y si la seguridad social reembolsará el coste. La dirección general de Salud ha asegurado a este diario que estas cuestiones todavía están "en suspenso". Algunos medios franceses, sin embargo, ya han dado los primeros números: cajas de 20 tests a 40 euros o bien cajas de 5 a 15 euros.