Una epidemia silenciosa

Una droga 50 veces más potente que la heroína golpea más que nunca a Estados Unidos

El fentanilo, que solo necesita dos miligramos para ser letal, se ha convertido en la principal preocupación de la DEA

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Una estrecha carretera antigua entre hileras de casas al histórico barrio de Baltimore norteño de Hampden.

WashingtonUn opioide cincuenta veces más potente que la heroína acaba con la vida de cerca de cien mil estadounidenses cada año. Mata a más gente que los accidentes de tráfico, los suicidios o las armas de fuego. Se trata del fentanilo, un narcótico que tan solo necesita dos miligramos para ser letal y que se ha convertido en la principal preocupación de la Administración para el Control de Drogas (DEA, en inglés). Está presente en dos de cada tres muertes por sobredosis en el país, una ratio que aumenta en ciudades como Nueva York, donde ya es la causante en ocho de cada diez.

Además, es un narcótico altamente adictivo. Varios informes, como uno del noviembre pasado difundido por el departamento de Salud Pública de Los Angeles, confirman que la drogadicción impacta especialmente en los barrios más pobres y concretamente entre la población negra (son el 8% de los habitantes del condado, pero representan el 17% de las muertes por sobredosis). La droga también es habitual entre la población sin techo de varias ciudades del país, especialmente en California. En San Diego, municipio fronterizo con México, se ha reportado una "epidemia de fentanilo", que ha dejado al menos a 203 personas sin techo muertas por sobredosis en 2022.

La agencia antidrogas confiscó en 2022 un total de 379 millones de dosis de este opioide, "suficiente para matar a todos los habitantes de Estados Unidos", según alerta Anne Milgram, jefa de la DEA, en un informe publicado en diciembre. Es más del doble de lo que se decomisó en 2021, hecho que muestra la creciente penetración en el país norteamericano de los cárteles de Sinaloa y Jalisco, que según Milgram son "los principales responsables del fentanilo que está matando hoy a los estadounidenses".

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha viajado esta semana a México para reunirse con su presidente, Andrés Manuel López Obrador, con el que busca vías de cooperación "para llevar ante la justicia a los narcotraficantes y desmantelar las redes criminales". La semana pasada, el país norteamericano detuvo al líder del cártel de Sinaloa, Ovidio Guzmán, hijo del Chapo Guzmán y considerado uno de los responsables de la entrada de fentanilo en Estados Unidos.

Una epidemia indetectable

"Es muy difícil parar la importación a Estados Unidos porque es una droga muy potente: solo se necesita una pequeña cantidad, así que se envía en envoltorios muy pequeños", explica al ARA Joshua M. Sharfstein, vicedecano de Salud Pública en la Universidad Johns Hopkins. Los cárteles mexicanos han perfeccionado la técnica para producir fentanilo e introducirlo en el país. Según detalla la DEA, utilizan químicos provenientes de China, que procesan en "laboratorios clandestinos". En muchas ocasiones, mezclan el narcótico con otros opioides como la heroína, o lo esconden en pastillas de apariencia legal para facilitar su entrada, siempre a través de la frontera sur.

A menudo se hace pasar por analgésicos como el Percocet, ansiolíticos como el Xanax, o medicamentos contra el déficit de atención como el Adderall. Aquí recae gran parte de su peligro, dado que son pastillas habituales entre los jóvenes, que en muchas ocasiones acaban abusando y desarrollan adicciones. Es la forma en la que empieza esta epidemia indetectable. Entre el 1 de enero y el 22 de diciembre del año pasado la DEA confiscó un total de 50,6 millones de pastillas que contenían fentanilo. De estas, seis de cada diez píldoras contenían una dosis "potencialmente letal" de fentanilo.

Además, cada vez son más comunes los casos de consumo accidental. "Como el fentanilo es tan barato y ampliamente disponible, se acostumbra a mezclar con otras drogas, y a menudo quien lo consume no es consciente de que lo está tomando", alerta Sharfstein. Así pasó en un reciente caso en Denver, Colorado, cuando cinco personas murieron tras haber esnifado cocaína mezclada con el opioide. No es por casualidad que la DEA ha detectado un incremento en la circulación de drogas mezcladas con fentanilo por las calles norteamericanas. A los narcotraficantes les sale a cuenta porque es mucho más barato que la heroína, la cocaína o la metanfetamina, y multiplica sus efectos.

El marketing de las drogas de colores

Las bandas de narcotraficantes, con origen en los cárteles de Sinaloa y Jalisco, pero con ramificaciones de costa a costa de Estados Unidos, están expandiendo su producto por medio de renovadas técnicas de marketing. La DEA ha informado del auge de una variante bautizada como "fentanilo de arcoíris". Es la misma droga, pero presentada en formas y colores "más inofensivos". Según la agencia antidrogas, los cárteles utilizan la "apariencia de caramelo" para vender "a niños y jóvenes fentanilo altamente adictivo y potencialmente mortal".

Las drogas son el principal asesino de estadounidenses entre los 18 y los 45 años, según los datos del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades, que calcula que en 2021 murieron 107.000 personas por sobredosis, y en el 66% de las muertes estuvo involucrado el fentanilo.

El opioide no solo es la principal preocupación de la DEA, sino que también es un arma política capitalizada por el partido republicano. Durante la campaña electoral para las elecciones de medio mandato lo convirtieron en un problema de "fronteras abiertas". Pero los datos del Departamento de Seguridad Nacional confirman que no son los migrantes los encargados de introducir la droga en el país, sino los narcotraficantes, a través de los puntos legales de entrada.

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