Cuando Kamala Harris apareció en el programa The View de ABC el mes pasado para darse a conocer, le preguntaron qué haría de forma distinta al presidente Joe Biden. "No me viene nada en la cabeza", respondió la vicepresidenta. Harris no ha sabido distanciarse de la impopularidad de Biden. Pese a intentar proyectarse como una nueva generación de liderazgo, la mayoría de los votantes no la han visto como alternativa real a la continuidad del gobierno actual. Su vinculación con Biden y su condición de vicepresidenta en funciones han sido percibidas como forma de perpetuar unas políticas que, para muchos, no resolvían los problemas inmediatos de los americanos. No se desmarcó lo suficiente en temas económicos, migratorios ni en el apoyo a Israel, y todo esto ha contribuido al regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.
Las insatisfacciones económicas han pesado más que nunca. Los demócratas esperaban que los buenos datos económicos, con crecimiento y paro bajista, junto con su defensa del derecho al aborto, fueran suficientes para ganar el apoyo del electorado. Pero no fue así. Como recordaba James Carville, el asesor de Bill Clinton en 1992, con la frase "Es la economía, estúpido", la economía es la que marca la diferencia y estas elecciones no han sido una excepción.
Aunque Estados Unidos no está en recesión y se ha recuperado más rápidamente que el Reino Unido o la zona euro desde la pandemia, la inflación sigue afectando a la vida diaria de los estadounidenses, especialmente a los que tienen ingresos bajos. Este problema, que ayudó a Ronald Reagan a ganar las elecciones de 1980, sigue siendo una preocupación central para los votantes. Por otra parte, muchos trabajadores ven la inmigración ilegal como un problema importante, ya que creen que contribuye a la caída de los salarios, aunque no existen pruebas claras de ese impacto. Trump y su campaña aprovecharon estas percepciones para presentarse como la mejor opción para gestionar la economía y controlar la migración.
El electorado estadounidense castigó a Trump hace cuatro años, dando la victoria a Biden, ya que consideraron que su gestión durante la crisis de la cóvido agravó un colapso económico debido a la pandemia. Pero en el 2024 los estadounidenses han vuelto a confiar en Trump, como ya hicieron en el 2016. Un sector importante de la población todavía cree que su experiencia como empresario le capacita para reconducir la economía.
Grietas en la coalición demócrata
Estas razones explican parte de las grietas en la coalición demócrata. Trump ha logrado atraer a votantes de clase trabajadora no sólo blancos, sino también negros y latinos. Las encuestas muestran que Harris ha obtenido menos apoyo entre los votantes negros (86%-12%) y latinos (53%-45%) en comparación con Biden en 2020, cuando ganó el 92% de los votantes negros y el 65% de los latinos. Además, pese a la defensa de los derechos reproductivos, Harris no logró el impulso esperado entre las mujeres, se quedó con un 54% de su apoyo, en lugar del 57% de Biden. Así, una de las estrategias más importantes de su campaña, que fue clave para frenar la ola republicana en las elecciones de medio mandato de 2022, no tuvo el mismo impacto con Trump en las papeletas.
Finalmente, en la defensa de Harris, cabe destacar que tuvo que gestionar una campaña de sólo 100 días. La derrota no recae completamente en ella, que puso en marcha una campaña ejemplar en un tiempo récord, sino Joe Biden, quien no admitió que no tenía la fuerza ni las condiciones para hacer frente a Trump ni para seguir como presidente. Su resistencia a dejar paso privó a los demócratas de unas primarias que pudieron dar más fuerza a Harris oa cualquier otro candidato con una alternativa más renovadora para afrontar los retos económicos y la insatisfacción popular. Esta falta de renovación dentro del partido acabó afectando a la candidatura de Harris, que se vio atrapada sin el apoyo necesario para dar el salto final a la presidencia.