Estados Unidos

Muere Henry Kissinger, el polémico ex secretario de Estado de Nixon, a los cien años

Arquitecto de la política exterior estadounidense desde los años 60, su figura despierta admiración y repulsa a partes iguales

The Economist
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Henry Kissinger, en una imagen de 1973, frente al comité del Senado que analizaba su nombramiento como secretario de Estado.

Henry Kissinger, el exsecretario de Estado estadounidense bajo los presidentes Richard Nixon y Gerald Ford, ha fallecido esta madrugada del jueves, a los 100 años, en su casa de Connecticut, según ha informado en un comunicado su consultora, Kissinger Asociadas. Figura clave de la diplomacia de la segunda mitad del siglo XX, fue ganador de un muy polémico Nobel de la paz en 1973 –otorgado conjuntamente con Le Duc Tho, de Vietnam del Norte, que lo declinaría.

El mismo año 73, Henry Kissinger apareció ante el Comité del Senado que analizaba su nombramiento como secretario de Estado de Richard Nixon, después de haber servido como asesor de Seguridad Nacional. En la sesión ante el Senado, prometió que como máximo responsable de la política exterior estadounidense perseguiría "una paz duradera". Pero poco después estallaba la polémica cuando se supo que había apoyado el bombardeo de Nixon en Camboya en 1969 y también en Laos. Dos miembros del comité Nobel dimitieron como protesta. Muchos de sus críticos, de hecho, le han considerado un "criminal de guerra". Camboya y Laos, el apoyo a las dictaduras del Cono Sur de Latinoamérica, el abandono de los kurdos a manos de Irak de Sadam Husein, y la represión violenta de aliados de Estados Unidos como Pakistán, Indonesia de Suharto o l 'Irán del sha Reza Pahlavi son la prueba.

Medio siglo después, la paz duradera no ha llegado a ninguna parte: Ucrania y Oriente Medio son el ejemplo más dramático actualmente –especialmente doloroso para Kissinger el conflicto de Palestina, por su condición de judío, y porque facilitó el acercamiento entre Egipto e Israel– pero también, de paso, por la situación de la nueva Argentina de Javier Milei, donde la política de Kissinger tuvo tanta influencia en tanto que, como se ha mencionado, promotor de las dictaduras del Cono Sur, siguiendo las huellas de la acción en el continente de uno de sus antecesores en el cargo, Robert McNamara, responsable implícito o explícito de golpes de estado en Guatemala, Colobia, Brasil o Paraguay. Kissinger no sólo apoyó, en Argentina de los milicos (1976), sino que su implicación tres años antes en el golpe de estado de Augusto Pinochet, en Chile de 1973, del que se acaban de cumplir 50 años, también fue total.

El año pasado, en una conferencia de prensa virtual, con él en su casa de Connecticut, y quien firma este artículo en Londres, tuve la ocasión de plantearle la cuestión. Me respondió seguido, punto por punto, el rumbo que marcó la creencia de su acción política. "Cuando te sientas allí como observador, para decir que estos gobiernos fueron dictaduras, debes entender que el líder de un país como Estados Unidos, todos los líderes, tienen una panoplia de problemas en cualquier momento y, por tanto, hay que juzgar qué hicieron en relación con un conjunto total de intereses. Hablas de Pinochet… Chile era un país democrático…" Y siguió diciéndome: "Allende llegó al poder con el 35% de los votos y empezó a transformar el país en una especie de dictadura cubana. Que no nos gustaba que Allende llegara al poder es correcto [pero] es un error pensar que Estados Unidos inherentemente prefería resultados no democráticos".

Emigrado con 15 años

De familia judía, Kissinger había nacido en Alemania de la república de Weimar en 1923. Se crió en la ciudad de Fürth, cerca de Núremberg, en unos momentos en que el antisemitismo de Adolf Hitler empezaba a imponer su ideología genocida, hasta el extremo de que le prohibieron el acceso a la escuela pública, la posibilidad de asistir a los partidos del equipo de fútbol local, utilizar la piscina municipal y otros equipamientos públicos. Por todas partes proliferaban los rótulos que proclamaban "Juden Verboten"("prohibido judíos"). Con 15 años, llegó a Nueva York después de que su familia huyera del país. Trece de sus parientes, sin embargo, terminaron como víctimas de las cámaras de gas. "Mis parientes, son jabón", llegó a decir en algún momento.

Sin duda, la experiencia de las primeras dos décadas de su vida marcaron su visión política y su visión de la naturaleza humana. Hasta el extremo que se convenció de la necesidad primordial de estabilidad y orden, aunque estuviera al precio de no respetar los derechos humanos: "Si tengo que escoger entre el orden o la justicia, decía a menudo que escogería el orden", ha escrito el su biógrafo Walter Isaacson: "Había visto demasiado claramente las consecuencias del desorden".

Una visión del mundo que dio lugar a la realpolitik que Kissinger siguió durante su período como secretario de Estado. Algunos de sus mayores éxitos de este período fue la apertura de relaciones con China de Mao, con el histórico viaje de Richard Nixon de 1972, la distensión con la Unión Soviética, la retirada de Estados Unidos de Vietnam y el citado acercamiento entre Israel y Egipto.

Negociador brillante e incansable y maestro de lo que llamó "ambigüedad constructiva", se convirtió en una superestrella diplomática que trató directamente con presidentes y primeros ministros: Leonid Bréjnev (con quien cazó jabalíes), Zhou Enlai, Golda Meir, Anwar Sadat. Fue una celebridad mundial que salió con estrellas de Hollywood, ganó un mucho más que polémico Premio Nobel de la Paz en 1973 y enfureció al presidente Nixon acaparando el protagonismo y desafiando sus órdenes. Cuando se le pidió que identificara su mayor éxito y su mayor fracaso, respondió con su ingenio habitual: "No entiendo demasiado tu segundo punto".

El año pasado publicó su último libro. Leadership(Liderazgo), un estudio parcial, pero muy interesante de la historia del siglo XX abordado con los ojos del diplomático que contribuyó a diseñar el mundo y su desorden, y en el que no dejó espacio para las emociones ni en qué considera, tampoco , que los derechos humanos sean un activo con valor de uso o de cambio. Las páginas finales tienen un tono como de modernoEl príncipe. Y, de hecho, muy pocos personajes de la política global tan maquiavélicos como Kissinger. El tratado sobre el liderazgo lo hizo a partir de la evocación de seis líderes que conoció bien: Konrad Adenauer, Charles de Gaulle, Richard Nixon, Anwar Sadat, Lee Kwan Yew y Margaret Thatcher. "El arte del liderazgo –decía– es mover la sociedad de dónde está hacia dónde debería estar". Y como se ha dicho, siempre antes del lado del orden, aunque fuese sacrificando la idea de justicia.

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