La Cámara de los Comunes se convierte en el casino más grande de Londres

Los diputados y la industria del juego tienen relaciones tan fluidas que algunos candidatos apuestan a favor de su derrota y otros reciben dinero para sus campañas

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Vista del  Palacio de Westminster, suyo del Parlamento  británico, en Londres.

LondresEl diputado conservador Philip Davies, de 52 años, desde 2005 representante del distrito de Shipley, en el norte de Inglaterra, cerca de Leeds, es conocido en Reino Unido por su afición a las apuestas, por los vínculos que tiene con la industria del juego y por sus opiniones extremistas. Davies, casado con la ministra sin cartera Esther McVey, es una de las perlas del partido que gobierna las islas Británicas desde el 2010 y que el próximo jueves se enfrenta a la reválida de las urnas con no muy buenas perspectivas, si se hace caso a las encuestas. Y él, como mínimo, hace mucho. Tanto es así, que en medio del escándalo de las apuestas sobre el día de las elecciones, que ha afectado a cinco candidatos y cargos de los tories, además de un buen puñado de oficiales de policía, el citado Davies destaca con derecho propio por el cinismo –o quizás pragmatismo– que ha demostrado.

Sin haber cometido ilegalidad alguna, y sin un posible uso de información privilegiada como sí se sospecha de los otros implicados –hay abiertas dos investigaciones–, el diputado ha apostado 8.000 libras que perderá su escaño, cosa mucho más que probable. Pero el regreso no era muy alto. Por cada libra invertida se ganaban 0,33 céntimos. Si, efectivamente, Davies acaba siendo descabalgado de la Cámara de los Comunes, el pellizco a cobrar será de 2.640 libras (unos 3.120 euros).

El candidato laborista Kevin Craig, representante por Central Suffolk y North Ipswich, en el este de Inglaterra, también ha apostado contra él mismo. Por ahora, no se ha hecho pública la cantidad. Craig ha sido suspendido de militancia de forma inmediata por el líder del partido, Keir Starmer. Davies, de momento, se ha salvado. Pero no los mencionados cinco tories –dos candidatos y tres cargos del partido– sobre los que pesa la sospecha antes comentada –el uso de información privilegiada–, penada con dos años de cárcel.

El estado de las apuestas en Reino Unido de cara a las elecciones del 8 de junio del 2017

El creciente ruido en relación al juego y Westminster dice mucho de unos hábitos de los que el ex primer ministro Tony Blair llegó a decir que "forman parte de la cultura británica". "[Las apuestas] son ​​parte de quienes somos nosotros y deberíamos estar orgullosos", aseguró. No en vano, durante su segundo mandato (2001-2005), Blair acabó desregulando la industria del juego, hasta permitir una publicidad muy agresiva en unos momentos en los que ya empezaban a intuirse las posibilidades de expansión del negocio que ofrecía internet.

El chocolate del loro

El juego en Reino Unido reporta en estos momentos unos ingresos anuales de 18.150 millones de euros. Las estadísticas oficiales del órgano que lo regula indican que existen 1,44 millones de adictos, además de 80.000 menores que también lo son. Pero las apuestas políticas, que se han permitido desde que en 1935 las aceptó por primera vez la casa Ladbrokes, representan, más o menos, el chocolate del loro en relación al volumen total de dinero que se mueve. El gurú del sector Mike Smithson cree que para las elecciones generales del próximo jueves sólo se habrán jugado entre 10 y 20 millones de libras. Y la compañía Betfair calcula menos: ocho.

Pero siempre que se acerquen los comicios a la Cámara de los Comunes, este capítulo despierta mucha curiosidad. El motivo es muy básico: las apuestas políticas indican, al menos entre los jugadores, un estado de ánimo general, que hace inevitable asociar su sentido, si a favor de unos u otros, al resultado de la votación. Cuanto más se pagan, menos posibilidades de victoria. Cuanto menos se pagan, muchas más de triunfo. Sin embargo, hay riesgos. Lo denunciaba en 1966 el semanario Life and Work, la publicación oficial de la Iglesia de Escocia, en unos años en los que se debatía la conveniencia de permitir apuestas políticas. Todo esto, decía, puede acabar en una enorme desvirtuación del voto y en "una gran muestra de cinismo".

El ejemplo más claro es el dilema extremo al que se enfrentan los electores de la circunscripción de Shipley. Si el diputado Davies no quería perder las 8.000 libras apostadas, quizás ni siquiera ha hecho campaña, o la ha hecho muy mal. Así, sus conciudadanos, de forma coherente, no le quisieran como representante y no le votarían. Pero la paradoja es que el castigo político puede terminar en premio económico. Por el contrario, si quieren hacerle pagar políticamente su cinismo, podrían votarlo masivamente y perdería el dinero jugado. Sin embargo, en este caso lo premiarían, porque continuaría como parlamentario, trabajo que ha podido compaginar con la asesoría para Merkur Group, una empresa que gestiona máquinas tragaperras, al precio de 600 euros la hora, y que ha podido llevar a cabo después de haber ganado 60.000 euros el pasado año para colaborar con Entain, el grupo matriz de las casas de apuestas Coral, Ladbrokes y PartyPoker.

¿Prohibición o no prohibición?

A raíz de los hechos conocidos en los últimos diez días, algunos parlamentarios han pedido que se prohíba apostar a los diputados. El todavía jefe de la oposición y máximo aspirante a convertirse en nuevo premier, Keir Starmer, ha dicho que no es necesario. Incluso admitió haber apostado ocasionalmente a los caballos. Y el jefe del Partido Liberal Demócrata, Ed Davey, ha confesado que apostó por el resultado de las elecciones generales de 2010 y por la elección parcial del distrito de North Shropshire en 2021.

Y es que los políticos no son tan diferentes de los más de veinte millones de británicos que suelen jugarse habitualmente algunas libras, muchas o pocas, en busca de la fortuna. Lo cierto es que no sólo Philip Davies tiene buena relación con la industria.

El propio Keir Starmer recibió una donación de 25.000 libras en el 2020 durante su campaña por el liderazgo del partido de manos de Peter Coates, uno de los fundadores de Bet 365. Y Rachel Reeves, la próxima ministra de Economía si ganan los laboristas, aceptó 20.000 de Neil Goulden, expresidente de la compañía Gamesys, dedicada al juego online. El diputado Scott Benton, conservador, tuvo que dimitir a principios de este año después de ser filmado por periodistas encubiertos del Times ofreciéndose para hacer lobby frente al gobierno en nombre de inversores del mundo de las apuestas a cambio de una adecuada recompensa económica. Los casos son muy numerosos. Y desde hace décadas.

Más allá de consideraciones éticas, sin embargo, lo que indican los hechos revelados recientemente es que Tony Blair tenía razón –"las apuestas forman parte de la cultura británica"– y que el triunfo del laborismo es inevitable. Por una vez, las encuestas de opinión coinciden con el movimiento del dinero. Así, por cada libra a favor del triunfo laborista, el cliente ganaría sólo cinco céntimos.

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