El frente cultural ucraniano: el cine como escudo y medio para la expresión del trauma en Ucrania

El documental '20 días en Mariúpol', premiado en los Oscar, ha puesto el horror de la ocupación rusa en el primer plano internacional

Olha Kosova
4 min
El director de '20 días en Mariúpol' Mstyslav Chernov, tras recoger el Oscar al mejor documental.

KiivEn Kiiv, todo el mundo hablaba de esta película: periodistas, críticos e incluso transeúntes. Lo hacían casi en susurros, evitando detalles y descripciones innecesarias, como si fuera algo prohibido e íntimo, a veces limitándose a una breve frase: "Hay que ver". La razón detrás de esa reacción colectiva sólo se revelaba después de experimentar la película en persona. Cuando terminaba la proyección, un silencio cargado invadía la sala, roto sólo por algún comentario esporádico. Aquel silencio, como el dolor experimentado, parecía quedarse contigo para siempre. Como bien describió un periodista ucraniano, 20 días en Mariúpol es una película que deseas olvidar de inmediato pero que nunca consigues olvidar.

El éxito de la película en los Oscar no cogió a los ucranianos por sorpresa y, al mismo tiempo, se convirtió en una de las victorias más importantes de esta guerra. 20 días en Mariúpol trasciende por varias razones: destaca especialmente el hecho de que retrata la realidad de Mariúpolo, una ciudad cuya sola mención evoca lágrimas, a pesar de su ausencia en los titulares actuales. Pese a la abundancia de testigos y registros fotográficos, la película logra capturar la esencia del sufrimiento de Mariúpolo de una forma que sobrepasa cualquier expectativa.

El collage de reportajes filmados por Mstyslav Chernov, ensamblados en una sola narrativa, resultaba más aterrador que cualquier concepción de lo que ocurría en esta ciudad industrial en la costa del mar de Azov. Para la comunidad profesional, esta película también se convirtió en un manual sobre la importancia de preservar la memoria de las ciudades, como recordó su autor en su discurso en los Oscar: “Las películas forman recuerdos, y los recuerdos forman la historia”.

Residentes de la ciudad de Mariúpolo cargando sus pertenencias por las calles destruidas.
La destrucción de Mariúpol en abril de 2022.

20 días en Mariúpol no ha sido el único intento de retratar la tragedia de esa ciudad en la pantalla. En otoño del 2023 se generó un escándalo con el lanzamiento de Yurik, que, según sus creadores, era una obra de ficción basada en hechos reales. En esta película, un niño intenta salir de la ciudad sitiada y llegar a Estonia. Los habitantes de Mariúpolo creían que la película minimizaba la magnitud de los crímenes rusos y la describían como "un escupitajo en el alma".

En particular, el público se indignó porque los personajes de la película tenían luz y agua y podían moverse libremente por la ciudad, pese a los numerosos casos documentados en vídeo de residentes a los que disparaban en las calles de Mariúpol. Los creadores de la película después se justificaron diciendo que no querían traumatizar a los espectadores con una representación demasiado cruda de la vida bajo empleo. La película de Mstyslav Chernov, sin embargo, no tiene compasión del espectador.

Esta victoria también resalta el derecho intrínseco a narrar la propia historia. La invasión rusa, que se inició en febrero del 2022, incluye una lucha destinada a erradicar la identidad nacional ucraniana. La narrativa sobre la inferioridad de la cultura ucraniana y la inexistencia del idioma ucraniano no es nueva para los ucranianos, se remonta a la época del imperio ruso. Ahora estas tesis son repetidas en una u otra forma por Vladimir Putin y Dmitri Medvedev, y las utilizaron como pretexto para la invasión.

Críticas en Ucrania

Por tanto, cualquier intento de dar preferencia a la cultura rusa provoca resistencia e indignación entre los ucranianos. Parecía que nada podría empañar la alegría del primer Oscar. Sin embargo, fue seguido de dos escándalos que sacudieron el mundo cultural del país.

Uno involucró a Disney Entertainment, que en la versión condensada de la gala de los Oscar –la que envía a cadenas internacionales para que la emitan una vez terminada la ceremonia– omitió la entrega del premio a 20 días en Mariúpol. Disney aseguró que la decisión sobre qué partes y categorías se omitían a su versión corta se había tomado semanas antes. Lo que particularmente indignó a los ucranianos fue que la versión abreviada del año anterior sí incluyó la película Navalny, sobre el opositor ruso. Este documental ganó el Oscar en la misma categoría, superando Una casa hecha de astillas, una historia de cuatro niños del frente de Lissychansk, producida en colaboración por Dinamarca, Suecia, Finlandia y Ucrania. Por último, Disney cedió e incluyó 20 días en Mariúpol en su nuevo formato.

También desató una ola de críticas la presentación deSombras de antepasados ​​olvidados, obra maestra del cine ucraniano dirigida por Sergei Paradjanov, en un festival de cine ruso en París dedicado al recordado político Aleksei Navalni. Según los comentarios de usuarios indignados en las redes sociales, esto confirmaba la tesis ampliamente extendida de que "el liberalismo ruso termina donde comienza la cuestión ucraniana".

La embajada de Ucrania se dirigió al ministerio de Cultura ya otras autoridades de Francia acusando a los rusos de apropiación cultural. "La cultura sigue siendo cínicamente utilizada para legitimar la agresión rusa. Es conocido que este festival ha apoyado durante años al gobierno ruso. Claramente, a pesar de los supuestos cambios formales en el enfoque por parte de los organizadores, sus métodos en muchos aspectos se mantienen sin cambios", subrayaron los diplomáticos.

A pesar de los desafíos tanto domésticos como internacionales, los creadores ucranianos persisten en su afán de narrar su versión de los hechos. Su voz se manifiesta no sólo en el terreno del cine documental, sino también a través de otros formatos narrativos, como series, entre las que destacan Ucrania: los que se quedaron y La transportadora. Esta última producción ucraniana-francesa parece haber encontrado el secreto para satisfacer al exigente espectador ucraniano, renunciando a cualquier pretensión de historicidad y realidad de los acontecimientos. La propia cultura, que se convirtió en fuente de agresión, se ha convertido en escudo y medio para la expresión de trauma.

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