La frivolidad de Trump no detiene los misiles rusos: Kiiv sacudida y Europa impotente
El ataque sobre la capital ucraniana del jueves, con al menos 23 muertos, demuestra una vez más que Moscú no se sentará en la mesa de negociación
LondresLa madrugada del jueves Kiiv vivió uno de los ataques más devastadores de este año, el segundo más duro desde el inicio de la guerra: 31 misiles balísticos, más de 600 drones y decenas de puntos afectados. El balance, que se ha actualizado hora a hora, es este viernes por la mañana de 23 muertos, incluidos varios menores, más de sesenta heridos e infraestructuras civiles destrozadas: un centro comercial, la sede de la Unión Europea y la del British Council, miles de ventanas rotas, suministro eléctrico cortado, familias aterrizadas y una ciudad. El Kremlin pagaba así los supuestos esfuerzos de Donald Trump por conseguir la paz. Diferentes líderes europeos y de la UE reaccionaban con indignación –no muestran tanta frente a lo que ocurre en Gaza–, que es otra forma de impotencia.
Sólo unos días antes, la diplomacia europea se había desplegado en Washington, con Trump en el centro de la foto. Pero lo que para los más optimistas parecía una oportunidad se convirtió, sólo en retórica grandilocuente y en promesas etéreas. Trump se presentó como el gran mediador, hablando de reparto de territorios, adquiriendo y deshaciendo compromisos a medida que pasaban las horas. El resultado palpable es que la paz "en 24 horas" que debía acabar con "una guerra ridícula que nunca debería haber empezado", según lo prometido durante la campaña electoral, se demostraba, una vez más, una farsa. Ninguna fórmula concreta regida por la diplomacia y el derecho internacional.
La reunión –una especie de espectáculo televisivo– brilló más por el egocentrismo del presidente de Estados Unidos que por ningún avance tangible. Este jueves, cuando los fuegos del ataque a Kiiv todavía ardían por toda la ciudad, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, insistía en que en "diez días" debería haber sobre el papel garantías de seguridad concretas para su país. Debían haberse empezado a concretar en la Casa Blanca, con la presión de Francia, Reino Unido y Alemania, y la Coalición de los Voluntarios, pero no salió nada. Solo elogios superficiales de Trump a los líderes presentes, bromas sobre el bronceado del canciller alemán, referencias a la historia ya la Segunda Guerra Mundial… Solemnidad de andar por casa. Ninguna concreción ni compromiso real para la protección de Kiiv.
La cumbre de Alaska entre Trump y Putin hace dos semanas solo sirvió para reforzar la sensación de farsa: Putin no tiene intención de ceder, y los ataques del jueves dieron la prueba más cruel. Rusia no negocia, ataca.
Los especialistas se pronuncian
Un grupo de expertos con los que el ARA habló hace unos meses ya habían advertido que un alto el fuego no puede ser improvisado. Natalia Bugayova, de el Instituto para el Estudio de la Guerra, señalaba que los tratados de Minsk fracasaron y prepararon el terreno para una invasión más amplia. Sin garantías de seguridad sólidas, Putin volvió a traicionar el acuerdo en el 2022.
No valen promesas volátiles, como las que hace Donald Trump. Tiene que haber documentos precisos: vigencia del acuerdo, actividades permitidas o prohibidas, mecanismos de verificación, implicación de organismos internacionales… Nada de esto surgió de ese encuentro ni de esa cumbre occidental, poco más que improvisada, en el Despacho Oval.
El jurista Mark Weller, de la Universidad de Cambridge, proponía una ruta pausada: retirada de fuerzas, zonas desmilitarizadas de ambos bandos en lucha con contingentes internacionales, aplazamiento de la cuestión territorial hasta una conferencia de seguridad paneuropea en unos años. Al fin y al cabo, como en la Guerra de Corea, un alto el fuego puede requerir años para llegar a un armisticio, y más aún –quizás nunca– para un verdadero tratado de paz.
Mientras, Zelenski y los líderes europeos pueden seguir expresando "indignación", pero es una indignación impotente si no va acompañada de una acción estructurada. Y Trump, un actor errático, no aporta más que ruido. La propuesta de cobertura aérea de última hora, o su negación posterior, ejemplifica su improvisación. Los socios europeos quizá tomen nota, pero no pueden hacer nada. Ni en París, ni en Berlín, ni en Londres, ni en Bruselas hay confianza en que la Casa Blanca pueda liderar un proceso de paz serio, y menos aún con un presidente que trata la tragedia con palabras como las que dijo el jueves: "Quizá ninguna de las dos partes de esta guerra está preparada para acabar con ella".
La próxima semana Putin se añadirá al desfile militar en Pekín para conmemorar el 80 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en Asia y el Pacífico. Asistirá también el líder norcoreano Kim Jong-un, que no visita Pekín desde el 2019. Xi refuerza los vínculos con Moscú y Pyongyang, con lo que el líder chino proyecta una gran influencia sobre dos actores clave. Mientras Donald Trump juega y Europa y Ucrania parecen fuera de juego, pero no alzan la voz ante el negociador de la Casa Blanca. Más bien lo contrario.