¿Ha llegado el momento de la claudicación de Ucrania?
En las ciudades en guerra, cuando se teme que el ejército enemigo está a punto de llegar, se colocan preventivamente bombas pegadas a puentes y carreteras para hacerlas explotar cuando el asalto es inminente. Es un intento a la desesperada de detener la embestida y mantener el control de la ciudad. La estrategia no suele funcionar: cuando un ejército toma esta decisión es porque la situación es crítica y la pérdida del territorio es prácticamente inevitable.
Pienso en estos puentes a punto de saltar por los aires cuando vuelvo a escuchar el discurso a la nación que Volodímir Zelenski, presidente en guerra, ha hecho este viernes como respuesta al plan de paz de Donald Trump. Las palabras de Zelenski, un mensaje dramático, grave y sorprendente para los ucranianos, parecen la primera claudicación pública del gobierno de Kiev, un intento de mentalizarse para lo que ya parece inevitable: que el fin de la guerra lo decidirán Trump y su amigo Vladímir Putin, y que Zelenski –y sus aliados europeos– no tiene más opción que bajar la cabeza. ¿Zelenski está preparando a los ucranianos antes de la claudicación final? Lo parecía cuando decía: "[Tenemos que decidir si aceptar] los 28 puntos difíciles [del acuerdo propuesto por Trump] o un invierno extremadamente duro, el más duro, con aún más riesgos". Lo parecía aún más cuando advertía a sus compatriotas de que se encuentran "en uno de los momentos más difíciles de su historia".
Zelenski, vestido de oscuro y delante de un fondo aún más oscuro, ha planteado una disyuntiva mayúscula, existencial, desesperada: "Tenemos que afrontar una elección muy difícil: perder la dignidad o arriesgarnos a perder un socio clave". Kiev tiene una semana para dar una respuesta a Trump, el tiempo que la Casa Blanca ha concedido. Los aliados europeos presionarán a Trump para que alargue la cuenta atrás.
Pero la realidad se impone y, más que ante "una decisión histórica", los ucranianos se encuentran en medio de una emboscada, limitados de movimiento, acorralados y con solo una salida viable, que implica obviar "la dignidad" y sucumbir a la voluntad de Washington. Perder la alianza con Estados Unidos suena a ciencia ficción estratégica: básicamente porque Kiev no tiene, por ahora, alternativas reales de protección más allá de la Casa Blanca, y Europa ha demostrado que, a pesar de ser quien más apoyo ha dado a las tropas ucranianas, no tiene fuerza política para tener una silla en las mesas en las que se ha decidido el futuro de la guerra. Aunque suene extraño, sin el favor de Trump, el futuro de Ucrania sería directamente catastrófico, decisivamente mucho más vulnerable ante Putin, que sabe que la inercia de la guerra lleva meses favoreciendo a sus soldados.
Hay otra práctica militar que hacen los ejércitos cuando temen que una ciudad está a punto de caer en manos del enemigo: cavar trincheras kilómetros allá, para establecer una nueva línea defensiva de contacto y proteger la siguiente localidad.
La mayoría de ucranianos siguen en contra de ceder territorios a los vecinos rusos. Dicen que, si esto ocurre, Putin aprovechará estos territorios para lanzar una futura nueva invasión contra toda Ucrania. En el plan de Trump, que acepta la cesión a Rusia de al menos todo el Donbás y Crimea, el punto 7 dice: "Ucrania acepta incluir en su Constitución que no ingresará en la OTAN, y la OTAN acepta incluir en sus estatutos una disposición que impida la futura adhesión de Ucrania". Golpe duro para Kiev. Definitivamente, sin la OTAN, Zelenski intentará hasta el final conseguir alguna concesión para asegurar la protección del país: las futuras garantías de seguridad que salgan del plan de Trump son tan o más importantes que la cesión de territorio. Putin exige una Ucrania prácticamente desmilitarizada.
Si la guerra se detiene pronto y lo hace adaptándose a las normas de Trump y de Putin, Ucrania tendrá que empezar a cavar trincheras. También tendrá que cavar trincheras políticas Europa, que, desorientada en la irrelevancia estratégica, capitula por igual frente a los 28 puntos dictados desde Washington y Moscú.
Si la guerra se alarga, la fatiga del ejército de Kiev, con menos recursos y con menos hombres, se intensificará con la llegada del invierno ruso y el enquistamiento del frente lleno de drones asesinos. El tiempo juega a favor del Kremlin, que no necesita dar explicaciones por los cientos de miles de soldados fallecidos y que, esta semana, cantaba victoria sobre Kupiansk y se preparaba para hacerlo sobre Pokrovsk. Si Putin mira el reloj verá que faltan menos de dos meses para que su operación militar especial –que tenía durar unos días– supere en tiempo a la Gran Guerra Patria soviética contra el Tercer Reich.