Putin no quiere ceder ni un palmo de los territorios ucranianos ocupados

El Kremlin avanza en la 'rusificación' forzosa de estas regiones y no descarta reclamar mayores provincias

Un cartel en la entrada de Mariúpol, en la región de Donetsk, muestra el nombre de la ciudad en cirílico. Mariúpol sufrió un asedio de casi tres meses durante las primeras etapas de la invasión rusa de Ucrania en el 2022.
22/03/2025
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MoscúUno de los puntos sobre los que más se había especulado antes de la llamada entre Vladimir Putin y Donald Trump era la situación de los territorios ucranianos ocupados. Curiosamente, en ninguno de los comunicados posteriores a la conversación se hizo referencia a esta cuestión, pero que no se dijera nada significa que no hablaran. De hecho, poco rato antes, en un encuentro a puerta a cerrada con empresarios recogido por el diarioKommersante, el presidente ruso había asegurado que si Occidente le hubiera reconocido la soberanía de Crimea y de las provincias de Donetsk y Luhansk "podría haberse impedido la guerra".

Según esta información, Rusia exige que "los territorios bajo control ruso no vuelvan a Ucrania". Además, quiere el reconocimiento internacional de Crimea y la ciudad de Sebastopol (anexionadas desde 2014), y de las provincias de Donetsk (domina el 99%, según el ministerio de Defensa ruso), Luhansk, Kherson y Zaporíjia (aproximadamente un 75% bajo ocupación rusa). Y esto no es todo. Amenaza con que, si no se satisfacen sus demandas, podría reclamar territorios que Rusia ni siquiera ha conquistado parcialmente, como Odessa, una salida estratégica para los ucranianos en el mar Negro.

Mientras Volodímir Zelenski sitúa las fronteras de 1991, el año de la independencia de Ucrania, como una línea roja de cara a las negociaciones, Putin avanza decidido a afianzar el empleo de las regiones ucranianas. No solo incorporó las provincias a la Constitución rusa en otoño del 2022 tras promover referendos ilegales, sino que lleva años repartiendo a sus habitantes, quienes no han huido, pasaportes rusos. A principios de mes, el Kremlin aseguró que ya había terminado de expedir prácticamente toda la documentación de los 3,5 millones de ciudadanos que viven en el este de Ucrania bajo administración rusa.

Desde el 1 de enero, Moscú ha declarado "extranjeros y apátridas" a los habitantes de estas áreas que no tengan pasaporte ruso. Sin estos papeles no pueden recibir pensiones u otras prestaciones sociales ni tener acceso a la atención médica ni a la educación. Además, según un decreto presidencial firmado esta semana, si no regularizan su situación antes del 10 de septiembre, los expulsarán del país. El gobierno ucraniano denuncia que la imposición del pasaporte ruso viola las leyes internacionales.

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La guerra en la escuela

Otro indicador de que Putin no tiene ninguna intención de dar marcha atrás es el rediseño de la cartografía. Al menos 57 escuelas rusas han tenido que colgar en las aulas mapas de Rusia que incluyen las cuatro provincias anexionadas y Crimea tras denuncias de la fiscalía. Según el medioViorstka, los fiscales argumentan que podrían inculcar a los niños "conocimientos engañosos sobre las fronteras y la integridad territorial de Rusia".

La escuela también es escenario de disputa en los pueblos y ciudades ocupados. Amnistía Internacional advierte que los planes de estudio de la nueva administración están "llenos de clichés y de propaganda rusa". Su informe concluye que los libros de texto contienen "falsedades" y "tergiversan los hechos sobre las violaciones de derechos humanos de Rusia contra los ucranianos". El Centro Nacional de Resistencia ucraniano denuncia que en poblaciones de Kherson, durante el inicio de este curso escolar, soldados rusos hicieron redadas casa por casa para obligar a los padres a llevar a los niños a clase, bajo la amenaza de quitárselos en la custodia. También revisaban sus dispositivos electrónicos para asegurarse de que no seguían ningún currículum educativo ucraniano online.

Determinar qué porcentaje de la población de estas regiones preferiría vivir bajo administración rusa y qué otro bajo administración ucraniana es imposible. Antes de la guerra, casi nueve millones de personas estaban censadas en esta zona, entonces ya muy castigada por una guerra latente desde el 2014. En los últimos años una parte muy considerable ha huido y las nuevas autoridades locales han hecho la vista gorda conscientes de que también era una manera sibilina derusificarmás rápidamente la población. Muchos de los que se han quedado celebran "la liberación" por parte de Rusia, pero otros muchos lo único que desean es vivir en paz y tranquilidad.

Mariúpulo, el falso espejismo

Una de las ciudades del Donbás que más ha sufrido el paso de la guerra fue Mariúpolo. Tristemente conocida en todo el mundo por el bombardeo ruso en un teatro que acogía a cientos de civiles refugiados y por la feroz batalla de Azovstal, en la primavera del 2022, ahora el gobierno ruso la quiere convertir en emblema de la reconstrucción. Antes de la invasión se calcula que vivían unas 420.000 personas, pero durante los 80 días de sitio un 95% de los edificios sufrieron daños y cerca de la mitad fueron destruidos.

En TikTok circulan vídeos de influencers que enseñan avenidas y edificios nuevos de trinca y glosan las maravillas del paisaje renovado. La realidad dista mucho de lo que se ve a simple vista. El número de bloques restaurados sigue siendo ínfimo y la mayoría se encuentran en el paseo marítimo o en algunos complejos residenciales. Además, muchos de los materiales de las nuevas casas son de mala calidad y sus vecinos se quejan de que los acabados son muy deficientes. Por eso el paisaje predominante sigue siendo el de una ciudad arrasada donde los que quedan sobreviven en condiciones precarias.

El pretendido renacimiento de esta ciudad lo han financiado sobre todo empresas de San Petersburgo. En un intento de ligar a Mariúpolo en Rusia, a principios de marzo se creó un autobús de línea entre estas dos ciudades, aunque, a los pocos días, tuvo que cerrar porque no había vendido ni un solo billete.

La cuestión de los territorios "nos será muy difícil", admitía Zelenski en la llamada del pasado miércoles con Donald Trump. El presidente norteamericano hasta ahora no ha demostrado mucha disposición a defender la soberanía ucraniana de estas regiones y, con estas perspectivas, Putin se frota las manos. "No necesitamos nada de los demás, pero no vamos a renunciar a lo nuestro", dijo recientemente. El presidente ruso sube la apuesta mientras se encamina a la mesa de negociaciones decidido a no ceder ni un palmo.

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