Golpe de estado en Guinea Conakry

Las Fuerzas Especiales irrumpen en el palacio presidencial y arrestan al presidente Condé

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Alpha Conde, presidente de la República de Guinea detenido por las fuerzas especiales del ejército en Conakry

BarcelonaEl vídeo lo difundieron las propias Fuerzas Especiales de Guinea Conakry. En él se ve al presidente de este país de África Occidental, Alpha Condé, sentado en un sofá, vestido con un look del todo informal –descalzo y con una camisa floreada medio desabrochada– y rodeado de militares armados. Uno de ellos, en tono desafiante y burlón, le pregunta: "¿Hemos tocado, acaso, alguno de sus cabellos? ¿Os hemos maltratado, excelencia?". Condé no contesta y prefiere no mirar a cámara. La escena pasará a formar parte de la historia de este país de 13 millones de habitantes: son los instantes después de que los militares de las Fuerzas Especiales guineanes, encabezadas por el teniente coronel Mamady Doumbouya, asaltaran el palacio presidencial, arrestaran al mandatario y protagonizaran un golpe de estado que abre una nueva etapa de incertidumbre en Conakry.

Minutos después, y desde un paraje desconocido, el teniente coronel Doumbouya grababa otro vídeo explicando los detalles del levantamiento. "Después de haber detenido al presidente, que está ahora mismo con nosotros, hemos decidido disolver la Constitución en vigor, disolver las instituciones y el gobierno, y cerrar las fronteras terrestres y aéreas", explicaba el uniformado, antes de dar a conocer sus motivos: "Guineanos y guineanes, queridos compatriotas. La situación sociopolítica y económica del país, la disfunción de las instituciones republicanas, la instrumentalización de la justicia, la falta de respeto a los principios democráticos, la pobreza y la corrupción endémica han llevado al ejército republicano de Guinea a asumir su responsabilidad al frente de todo el pueblo soberano de Guinea".

A pesar del mensaje y las imágenes compartidas por el ejército, desde el ministerio de Defensa han asegurado a la agencia France Presse que el intento de levantamiento no ha tenido éxito. Pero en las calles de Conakry todo el mundo lo daba por hecho. Incluso en algunas zonas de la capital centenares de personas han salido a las calles a celebrarlo y algunos han acompañado entre gritos de “libertad” al ejército camino de la televisión nacional, donde han comparecido para reiterar sus intenciones: "Se ha acabado. Hemos venido aquí para luchar contra la corrupción y la sorpresa", han dicho los militares desde uno de los platós.

Pero a pesar de la euforia de los críticos con el mandatario, de 83 años, queda todavía por ver si el resto del ejército apoya a los rebeldes. También será interesante seguir cuál será la reacción de los fieles al presidente, que ocupaba el poder desde el año 2010. "Las operaciones de seguridad y de control siguen para restaurar la paz", decía en un comunicado el ministerio de Defensa. Desde las Naciones Unidas, el secretario general, António Guterres, dejaba este mensaje en su cuenta de Twitter: "Condeno enérgicamente cualquier toma de poder por la fuerza de las armas y pido la liberación inmediata del presidente Alpha Condé". A lo largo del día se han oído tiroteos en la capital, especialmente en el barrio de Kaloum, distrito comercial y administrativo de la ciudad y donde están la sede presidencial y la mayoría de ministerios.

Situación de Guinea Conakry

Polémica por el tercer mandato

Todo ello se enmarca en un contexto delicado. Los últimos meses, de hecho, no habían sido tranquilos en Guinea Conakry, uno de los países más pobres del mundo a pesar de tener numerosos recursos minerales y naturales. En octubre de 2020, en plena pandemia que también ha hecho estragos en la economía del país, Alpha Condé fue reelegido para un tercer mandato en unas elecciones polémicas, que desencadenaron protestas masivas contra el mandatario y que acabaron con decenas de muertos a raíz de duros enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, que dispararon fuego real contra los que protestaban. El detonante de este descontento social fue la maniobra del propio Condé para perpetuarse en el poder, a pesar de que la Constitución guineana establece un límite de dos mandatos. Para optar a un tercero, el presidente llevó a cabo una reforma constitucional que permitió que se presentara a los comicios del año pasado.

La estrategia de Condé para alargar el mandato se añadía a otros motivos de malestar entre la población: desde los altos índice de pobreza y de desocupación –el 50% de los ciudadanos viven bajo el umbral de la pobreza en un país la población del cual tiene, de media, 18 años– hasta los varios casos de corrupción y represión que han salpicado al ejecutivo de Condé.

El presidente Alpha Condé saliendo de la Gran Mezquita de Conakry en una imagen de 2010.

A pesar de esto, antes de llegar al poder Condé era conocido entre los guineans por ser un histórico y veterano líder opositor, que había sido encarcelado e incluso condenado a muerte. De hecho, en 2010 se convirtió en el ganador de las primeras elecciones libres de la historia del país. Antes, y una vez conseguida la independencia de Francia en 1958, los guineanos se habían acostumbrado a vivir bajo una sucesión de dictaduras y golpes de estado, regadas, en parte, por los intereses de París.

Ahora el país parece destinado a abrir un nuevo episodio en su convulsa historia. A pesar de que todavía hay mucha incertidumbre sobre el recorrido que puede tener el levantamiento y, sobre todo, sobre el futuro del país y del actual gobierno, parece que es el teniente coronel Mamady Doumbouya quien se perfila como nuevo hombre fuerte. Ex miembro de la Legión Francesa y militar con experiencia y formado en Israel, Senegal, Liberia y Francia, Doumbouya había participado en varias misiones: desde la República Centroafricana en la Costa de Marfil pasando por Yibuti o Afganistán. Fue en 2018 cuando, a petición del ministerio de Defensa, creó un grupo de fuerzas especiales adentro del propio ejército de Guinea. Desde entonces, lo había dirigido a pesar de que su figura había sido criticada por actuar de una forma autónoma, a menudo sin hacer caso de las directrices del gobierno.

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