Francia

La huelga general y los problemas con la gasolina debilitan a Macron

La movilización para reclamar un aumento de salarios no consigue paralizar Francia

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París ha sido una de las ciudades francesas que este martes ha sufrido algunas escenas provocadas por la huelga.

ParísFrancia ha vivido este martes la primera huelga nacional interprofesional –un eufemismo para hablar de huelga general– del segundo mandato de Emmanuel Macron con un seguimiento modesto, sin paralizar el país, pero los sindicatos advierten de que no será la última. Es un aviso para el presidente. "Habrá más", ha anticipado el histórico líder de la CGT Philippe Martinez. Los ánimos entre los trabajadores franceses están calientes por el aumento de la inflación, que en muchos sectores no va acompañado de un incremento de los salarios, y el malestar se ha hecho muy visible con la huelga de los asalariados de casi todas las refinerías del país. La protesta hace tres semanas que dura y ha dejado a un tercio de las gasolineras sin carburantes y a miles de personas y sectores afectados.

La huelga general llega como colofón a la movilización en las refinerías. Es la primera crisis social que tiene que gestionar el presidente de la República en este nuevo mandato que se divisa muy complicado. El nivel de malestar no es comparable al de la crisis de los chalecos amarillos que se inició a finales de 2018, pero ahora Macron está en una situación política más débil, sin la mayoría parlamentaria que tenía entonces. Al presidente le será más difícil dar una respuesta a la crisis social que se está gestando y que se puede ir haciendo más grande si la inflación, y especialmente los precios de la energía, sigue subiendo sin freno. A las puertas del invierno y sin una solución a la vista para la guerra en Ucrania, nada hace pensar que los precios se contengan en los próximos meses.

A Emmanuel Macron le esperan unos meses difíciles. El ejemplo más evidente de las dificultades que tendrá y de su debilidad son los problemas que está teniendo su ejecutivo, capitaneado por la primera ministra, Élisabeth Borne, para sacar adelante los presupuestos del 2023. Las cuentas incluyen todas las medidas antiinflación, como por ejemplo el escudo tarifario que pone un techo al aumento de los precios de la energía, pero Macron no tiene los apoyos parlamentarios necesarios para aprobarlas.

Presupuestos por decreto

Si no cambia nada en las próximas horas, el gobierno francés aprobará este miércoles el proyecto de ley de los presupuestos sin que sean votados y aprobados por la Asamblea Nacional. La Constitución francesa lo permite en su artículo 49.3 y, de hecho, no es un hecho excepcional recorrer a esta herramienta. No es exactamente lo mismo, pero es comparable al decreto que a menudo utilizan los gobiernos españoles para aprobar leyes, a pesar de que su uso es más restringido en el caso francés. Los sucesivos gobiernos de la República lo han utilizado en una ocasión u otra. Macron, por ejemplo, recorrió a ello en 2020 para aprobar la reforma de las pensiones.

Pero utilizarlo también tiene sus riesgos: el más evidente es mostrar abiertamente la debilidad de un gobierno y la falta de entendimiento con el resto de fuerzas políticas. El ejecutivo ha aceptado algunas enmiendas de grupos de la oposición, pero ni así ha conseguido su apoyo. La izquierda radical de Jean-Luc Mélenchon ha aplaudido la movilización de este martes y ha calificado de "brutalidad" el uso del artículo 49.3 para aprobar las cuentas. "Señora primera ministra, ¿cómo piensa resolver la crisis social de la que ustedes son responsables?", le ha lanzado a Borne una diputada ecologista durante el pleno en la Asamblea.

Solución a la fuerza para las refinerías

Los presupuestos no es el único dossier que Macron impondrá a la fuerza. Ante la dificultad de resolver el conflicto de las refinerías –el gobierno ha presionado a empresas y sindicatos para que cierren un acuerdo para aumentar los sueldos y acaben con la huelga, pero la protesta continúa–, el ejecutivo ha optado por obligar a una parte de los trabajadores a volver a su puesto de trabajo para que el carburante llegue a las gasolineras. El inquilino del Elíseo puede acabar pagando un precio político a tanta imposición. La huelga de este martes ha tenido incidencia sobre todo en los transportes públicos, pero no ha conseguido arrastrar a otros sectores. Aun así, las protestas en la calle pueden acabar arrastrando a los trabajadores de la Educación o la Sanidad, dos sectores también en pie de guerra con el gobierno francés.

Con todo, el conflicto en las refinerías todavía sigue complicando la vida de muchos ciudadanos y empresas. Ahora amenaza también el sector turístico: a las puertas del primer periodo de vacaciones escolares en Francia –que empieza la semana que viene–, los hosteleros aseguran que se está produciendo un alud de cancelaciones de reservas por la falta de carburante. El sector cifra en un 60% la anulación de reservas.

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