Los judíos huyen de las tropas rusas que quieren 'desnazificar' Ucrania

Miles de miembros de la comunidad vuelven a abandonar Odesa

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Un fiel judío reza a la sinagoga Chabad de Odessa

Enviada especial a Odesa (Ucrania)La sinagoga Shamari Shabat del centro de Odesa acogía cada día a unos 150 judíos que iban a rezar. Desde que empezó la invasión rusa de Ucrania no son más de una cincuentena. La comunidad judía de la ciudad se vuelve a ver forzada al exilio, una vez más en su atormentada historia. Odesa, la principal ciudad portuaria del mar Negro, vuelve a ver sus judíos huir, fundidos entre los miles de ucranianos que estos días llenan estaciones de tren y autobuses en dirección a Moldavia o Rumanía. Muchos tienen en la memoria el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial.

“No tengo miedo de Rusia, solo soy temeroso de Dios”, explica en la puerta de la sinagoga Daniel Oks, un informático de 41 años que hace días dejó a su mujer e hijos de 5 y 12 años en la frontera de Moldavia. “Putin está engañando a su gente y al mundo entero: dice que en Ucrania hay un gobierno nazi, cuando los que se comportan aquí como los nazis en la Segunda Guerra Mundial son los soldados rusos: empezaron a bombardearnos de madrugada y no paran de matar civiles. Yo he vivido toda la vida en Ucrania y nunca me ha atacado un neonazi, es una sandez decir que el gobierno de Zelenski, que es de origen judío y rusófono, sea nazi. Putin nos tendría que explicar a los judíos de Odesa qué quiere decir cuando proclama que quiere desnazificar Ucrania”, añade.

Algunos son tan mayores que saben que quizás no podrán volver nunca a casa. Como la mujer de 105 años que evacuaron el segundo día de la invasión, que pensaba que había vuelto a empezar el Holocausto. “Mi madre me explicaba cómo había huido de los nazis y creo que se debía de sentir como yo”, dice Clara, de 72 años, que se ha escapado de la vecina ciudad de Mikolaiv, a 130 kilómetros de Odessa, donde hace 12 días que no paran los combates.

Imagen de la sinagoga de Odesa.

La ciudad tuvo una gran comunidad judía, unas 350.000 personas, que fue diezmada por las masacres y deportaciones de la Segunda Guerra Mundial. Cuando empezó la invasión rusa en Odesa había unos 40.000 judíos. El 20% se han ido de Ucrania, la mayoría hacia Alemania, y también a Israel y otros países.

La guerra llega en un momento en el que la comunidad estaba volviendo a crecer, y había creado una red propia de escuelas y una universidad. “Putin es un loco, dice que quiere desnazificar Ucrania; la realidad es que aquí los judíos vivíamos en paz”, dice Hanna, maestra de primaria de una de las escuelas judías de la ciudad.  

Griori Vakulenko, director de la organización benéfica Unidad de las Tribus de Israel, explica que ya han evacuado a 300 niños y niñas judíos a Berlín. "Les hemos prometido que volverán. Confío en la paz y espero que no ataquen Odesa, porque sería un ataque contra el mundo entero, pero no sabemos qué pasará". Asegura que él no se siente más en peligro ante una invasión por el hecho de ser judío: “Los soldados rusos no respetan a nadie”.

Controversia con Israel

La comunidad judía ve con escepticismo la posición del gobierno de Israel, que se está presentando como mediador entre el presidente ruso, Vladímir Putin, y Europa. De entrada, hay unos 250.000 judíos en Ucrania que, según las leyes israelíes, tendrían la ciudadanía inmediatamente reconocida, como todos los judíos del mundo, y de paso contribuirían a paliar la desigualdad demográfica de Israel con los palestinos. En todas las guerras donde hay comunidades judías importantes en todo el mundo, Israel juega sus cartas para repoblarse. "Israel quiere que los judíos vayamos hacia allá. Yo misma fui a buscar el visado con mi marido justo antes de que empezara la guerra. Han aprobado una ayuda de 2.000 dólares por familia para establecerse en el país", explica Nelly Kuzinetsova, que trabaja en una empresa de tecnologías de la información.

La Torá, libro sagrado de los judíos, en la sinagoga Shamari Shabat de Odesa

Israel no ha cortado los vuelos con Rusia, donde también viven decenas de miles de judíos; ha apostado por mantener abierta la vía del diálogo con Vladímir Putin y no se ha sumado a las sanciones internacionales. Lo cierto es que Israel ve en Rusia un aliado clave: controla los cielos de Siria, donde la aviación de Moscú ha jugado un papel clave en la supervivencia del régimen de Bachar el Asad en la revolución que estalló en 2011. Por eso, cuando preguntamos al director de la organización benéfica judía de Odesa qué le parece el papel de Israel en la crisis actual, responde con un lacónico: “Estamos esperando que muevan ficha para ayudarnos”. Al inicio de la invasión, el gobierno israelí no quiso sumarse a una declaración de condena en el Consejo de Seguridad de la ONU, cosa que encendió un fuerte debate interno. Después apoyó la resolución contra el ataque ruso que se aprobó en la Asamblea General. El mismo presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, que tiene raíces judías, ha dicho que tiene “buenas relaciones” con el primer ministro israelí, el ultraderechista Naftali Bennett, pero que este “no ha abrazado la bandera ucraniana”.

Víktor Levy, un pintor de Kiev que estos días está en Odesa ayudando a su hijo, conoce bien Rusia porque vivió 15 años a Vorónezh, a unos 500 kilómetros al sur de Moscú. Explica que decidió marchar en 2015, cuando vio que “en la calle las autoridades habían colgado carteles de Stalin, y Stalin es sinónimo de guerra”. Le preguntamos por qué cree que Putin ha atacado Ucrania y responde, con un humor ácido: “No lo sé, no soy psiquiatra”.

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