Maltratos

Un libro rompe el silencio en Francia sobre el abuso sexual a menores dentro de la familia

Camille Kouchner ha denunciado la cultura de la impunidad de las generaciones post-68

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El libro.Fred Dugit

BarcelonaLa élite intelectual francesa nacida del Mayo del 68 proclamaba una libertad sexual detrás la cual se escondían también abusos a menores en el ámbito familiar. Era un secreto a voces hasta que Camille Kouchner, hija del exministro y fundador de Médicos Sin Fronteras, ha denunciado en un libro que su hermano gemelo sufrió cuando tenía solo 14 años abusos sexuales de su padrastro, Olivier Duhamel, constitucionalista y miembro del comité de expertos de la prestigiosa universidad Sciences Po. La publicación de La familia grande ha generado un auténtico terremoto y con el hashtag #MeTooInceste más de 80.000 víctimas han podido, por fin, explicar los abusos que sufrieron de pequeños. La tormenta ha supuesto un efecto dominó de dimisiones de altos cargos del mundo de las letras que han tenido que entonar el mea culpa, por su implicación o su silencio cómplice.

Duhamel ha tenido que dimitir, como el filósofo Alain Finkielkraut, que quitó hierro a las acusaciones argumentando que la víctima ya era adolescente. La exministra de Justicia Élisabeth Guigou, amiga de Duhamel, también ha tenido que dejar su lugar en la presidencia del Comité Contra la Pederastia. Igual que el prefecto de la región de París, Marc Guillaume, y que el director de Sciences Po, Frédéric Mion. Incluso Emmanuel Macron ha tenido que salir al paso de la polémica para prometer cambios legislativos. 

¿Los miles de tuits de supervivientes de los abusos y el descenso a los infiernos de los primeras espadas de la intelectualidad están ayudando a las víctimas? Las asociaciones aseguran que sí. Laurent Boyet, exinspector de policía y él mismo víctima de abusos cuando era pequeño por parte de su hermano, preside ahora la asociación Les Papallones, que ayuda a menores abusados. “El libro de Camille Kouchner ha supuesto un punto de inflexión, una auténtica toma de conciencia en el ámbito político y social. Se ha puesto en marcha una oleada para pedir que las cosas cambien”, explica Boyet en una conversación telefónica. “Este problema toca al conjunto de la sociedad: ricos y pobres, del norte o del sur, católicos o no... Uno de cada diez franceses ha sufrido abusos cuando era una criatura”, apunta. 

Cultura de impunidad

Intelectuales post-68, con su autoridad moral, habían normalizado las relaciones entre adultos y menores: el propio Bernard Kouchner –de quien la autora denuncia que su madre, la escritora feminista Évelyne Pisier, se separó porque no se ocupaba de sus hijos– había firmado en 1977 una petición para rebajar la edad de consentimiento sexual a los 13 años. 

“Ya era hora –explica al ARA la psiquiatra Muriel Salmona, que también sufrió abusos de pequeña y ahora preside la asociación Memoria Traumática y Victimologia– que la propaganda pedo-criminal dejara de tenerlo todo de cara, y que se acabe la impunidad de los pedófilos y un sistema que hace imposible o ilegítima la denuncia que culpabiliza a las víctimas, las desvaloriza, las aísla y las aboca al oprobio, privándolas de protección, de justicia y de reparación: el 83% no han recibido nunca ninguna ayuda”, destaca. 

Las asociaciones de víctimas están satisfechas de que el libro haya contribuido a denunciar una especie de ley del silencio, cosa que ayuda a los que han sufrido abusos a “liberarse”. El testigo de Camille Kouchner, que es jurista, también es un ejemplo de esta omertà: la autora confiesa que no osó escribir el libro hasta que murió su madre, que había reaccionado a los abusos culpando a su hijo, que entonces tenía 14 años, de haber seducido a Duhamel, su segunda pareja después de separarse de Bernard Kouchner. 

El escándalo que ha rodeado la publicación del libro también ha servido para que los medios de comunicación se posicionen abiertamente junto a las víctimas. Los acusados han tenido que dejar sus espacios en las tertulias. “Esto ayuda a las víctimas a identificar lo que les ha pasado, a sentir menos culpa y menos vergüenza y a conocer sus derechos, así como a explicar los síntomas que sufren como resultado de las violencias que sufrieron, y también a buscar ayuda”, asegura la psiquiatra. Boyet también ha constatado que los buzones que ponen en escuelas y centros deportivos para que las víctimas puedan denunciar están más llenos. Y un consejo que se repite: hablar es el primer paso para curarse las heridas.

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