Cesáreas sin anestesia: así es parir en el infierno de Gaza
Las mujeres abandonan el hospital una hora después de haber dado a luz porque no hay espacio suficiente
BarcelonaLa vida se abre paso incluso en las circunstancias más terribles. También en Gaza. La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que hay 50.000 mujeres embarazadas en la Franja sin alimentación adecuada, sin agua para mantener la higiene, sin lugar seguro donde descansar y, en la mayoría de los casos, sin seguimiento médico. “Un día, cuando llegamos al hospital, nos encontramos a una mujer llorando desconsolada –explica al ARA Ruth Conde, una enfermera pediátrica gallega de Médicos Sin Fronteras (MSF) que acaba de regresar de Gaza–. Se había puesto de parto y había ido al hospital, pero todavía no había dilatado lo suficiente. Como todas las salas de parto estaban llenas, volvió al campo de desplazados. Se hizo de noche y ya no pudo regresar al hospital. Parió a un niño muerto en una letrina", relata.
El sistema sanitario de Gaza ha colapsado y los pocos hospitales que siguen en pie se han convertido también en un lugar de refugio para muchos civiles que se han quedado sin hogar. "Las madres viven en una situación de estrés constante, en muchos casos se han tenido que desplazar dos o tres veces y están en lugares sin condiciones higiénicas básicas y con un déficit nutricional que pone en peligro su salud y la de los bebés" , detalla la enfermera. También explica que "las familias priorizan a las mujeres embarazadas a la hora de repartirse la comida, pero si son madres que ya tienen hijos, ellas prefieren dar la comida a las criaturas". Se ven obligadas a escoger entre los hijos que ya han nacido y el que llevan en el vientre. Más de un tercio de las embarazadas sufren anemia y la mitad infecciones genitourinarias.
Embarazada de seis meses, Rana Abu Hameida, de 33 años, es una de las pacientes del Hospital Emiratí. Vivía en Beit Lahia, en el norte de la Franja, pero tuvo que huir de casa a causa de la incursión terrestre israelí. Ahora sobrevive en una tienda de campaña. MSF ha recogido su testimonio: “No logré transporte ni que me atendieran en ningún centro médico. Cuesta encontrar un lugar donde hagan los controles de embarazo y cuesta organizarse la vida para realizar un seguimiento si tienes que pasar el día buscando comida y agua”, lamenta.
Precisamente, Conde ha trabajado cinco semanas en el Hospital Emiratí, que atiende a embarazadas y parteras en la región de Rafah, donde la población ha pasado de 300.000 habitantes a 1,5 millones con el desplazamiento forzado por los bombardeos israelíes. Antes hacían 15 partos diarios. Ahora setenta. Y eso que solo atienden los partos críticos. Lo hacen con recursos mínimos, porque Israel ha bloqueado también la entrada de suministros médicos. "Hay que hacer cesáreas con lidocaína, el anestésico de los dentistas", describe la enfermera. En el norte de Gaza, donde no puede trabajar ninguna organización médica internacional, la situación es aún más desesperada: se hacen cesáreas sin anestesia.
Altas una hora después de parir
Debido a la falta de espacio y camas disponibles, las mujeres deben irse del hospital con las criaturas una hora después de un parto vaginal o cuatro o cinco horas después de una cesárea. En los campos de desplazados donde se alojan, el riesgo de infecciones es muy elevado y por las noches no existe transporte sanitario. “Algunos bebés se marchan sin ropa, solo envueltos con una manta. La gente cree que en Gaza no hace frío, pero había 10 grados y llovía. Una madre recién parida y un bebé necesitan un lugar limpio, caliente y tranquilo, pero esto actualmente no existe en Gaza”, lamenta la enfermera.
Um Raed, una mujer que parió a mediados de diciembre en Jabalia, en el norte de Gaza, relata su experiencia en el ARA a través de WhatsApp: "Los bombardeos se oían muy cerca y no pudimos salir del refugio, era imposible concentrarme en las contracciones. No tenía ni ropa para el niño: las demás desplazadas me la llevaron". También dice que el bebé, pese a tener pocas semanas de vida, tiembla cuando oye el ruido de los aviones de guerra que sobrevuelan la zona: "No deberían aprender a reconocer el peligro tan pronto". Cuando le preguntamos qué desea para su niño, responde con una sola palabra: "Vacunas". El refugio en el que sobreviven está lleno de gente enferma.
La enfermera gallega no esconde su admiración por sus colegas palestinos. “La gente me dice que soy valiente por haber ido a Gaza. Y está claro que hemos pasado miedo. Pero nosotros hemos elegido ir, mientras que el personal médico local no ha tenido ninguna opción. La mayoría están desplazados y, al igual que sus pacientes, viven en una tienda, tienen que hacer cola para conseguir comida o gas para cocinar y tampoco tienen un lugar seguro para ellos ni para su familia. Sin embargo, cada día van a trabajar y atienden a muchos pacientes. No he visto caer a nadie". Conde asegura que entre los profesionales "nadie tira la toalla, pero la realidad es que sin ayuda humanitaria suficiente y entre los bombardeos que afectan también a los hospitales, la asistencia sanitaria que se puede ofrecer en Gaza es una gota en el océano: tiene que haber un alto el fuego ya. Con todo, volver a la normalidad va a costar mucho tiempo”.