El ejército israelí se enfrenta a sus límites en Gaza

La combinación de dificultades en la movilización, el agotamiento de los soldados, las tensiones internas y la presión logística crea un escenario complejo para las tropas

21/09/2025

BeirutEl ejército israelí avanza sobre la Franja de Gaza, pero no lo hace fácilmente. Desde que empezaron las operaciones terrestres en Ciudad de Gaza, Sheij Radwan y Tel al Hawa, los tanques y los soldados se enfrentan con calles destruidas, edificios reducidos a escombros y una red de túneles que convierte cada movimiento en una apuesta arriesgada. Las milicias palestinas no ceden, obligando a la infantería a maniobrar con cautela. Cientos de miles de personas han sido desplazadas por la fuerza, y la ciudad está cerca de la catástrofe: sin electricidad, con agua limitada y suministros médicos casi agotados. La Organización Mundial de la Salud alerta de un aumento de muertes por inanición y malnutrición, que superan ya las 435 personas, incluidos 147 niños. Unas 700.000 personas permanecen en Ciudad de Gaza y en el norte de la Franja, pese a las órdenes de evacuación dictadas por Israel.

Para sostener la ofensiva, Israel ha movilizado a decenas de miles de reservistas. Pero la movilización masiva ha revelado fracturas internas. Más de 300 soldados veteranos han firmado cartas en las que se negaban a presentarse si les llaman a Ciudad de Gaza, citando reparos morales ante una ofensiva que consideran desproporcionada y peligrosa. El debate ha calado profundamente en medios locales y redes sociales y algunos oficiales reconocen que la cohesión de ciertas unidades se ha visto afectada. The Times of Israel informa que estas fracturas podrían complicar los planes del ejército a medida que la operación se prolonga. El objetivo del gobierno de Netanyahu es que sus tropas controlen la ciudad antes del 7 de octubre, segundo aniversario de los ataques palestinos.

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En los hogares de los reservistas, la guerra también se hace sentir. Un tercio de las familias reporta dificultades económicas, con padres, madres y trabajadores que dependen del sueldo de quienes están en el frente con facturas sin pagar. El gobierno ha implementado ayudas temporales, pero la realidad del día a día sigue siendo dura, y el estrés se acumula tanto en los hogares como en las filas del ejército.

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Sobre el terreno, los problemas logísticos son constantes. Mantener suministros de combustible, munición y alimentos bajo fuego continuo y con la amenaza de los túneles no es sencillo. La alta rotación de tropas y el agotamiento físico hacen difícil sostener las posiciones conquistadas. Oficiales franceses consultados por este diario explican que cada avance es medido, que los ataques de precisión y las operaciones nocturnas buscan minimizar pérdidas, pero que ralentizan notablemente el ritmo de la ofensiva. Los generales israelíes ya habían advertido de las dificultades de la batalla de Gaza.

Impacto psicológico

Entre los soldados, el impacto psicológico comienza a notarse. Médicos militares confirman que un número creciente de efectivos necesita atención por estrés postraumático, ansiedad y fatiga extrema. "Algunos compañeros no logran dormir, reaccionan con irritabilidad y sufren ataques de ansiedad", explica en Le Monde un oficial de infantería que pide mantener el anonimato. Sin embargo, la prioridad sigue siendo avanzar. La jerarquía mantiene la atención psicológica en un segundo plano, mientras que la ciudad sigue siendo el objetivo inmediato.

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Las estrategias han tenido que adaptarse sobre la marcha. Drones, artillería de precisión y ataques aéreos se combinan con maniobras en las calles para neutralizar la resistencia. Cada unidad, cada reservista joven o veterano, se enfrenta al dilema de cumplir órdenes mientras convive con el miedo a que un error pueda costar vidas. La inteligencia en tiempo real se ha convertido en un recurso imprescindible, para identificar rutas seguras y posibles emboscadas, pero no siempre hay tiempo suficiente para planificar cada movimiento.

La presión internacional también es tangible. Organizaciones de derechos humanos denuncian la situación humanitaria y el número de víctimas civiles, más de 65.000 según la ONU, lo que ha generado debates en Jerusalén sobre cómo equilibrar objetivos militares y repercusiones políticas. En Israel, la cobertura mediática refleja tanto la dificultad de la operación como la firmeza de la ofensiva, alimentando un debate público sobre la sostenibilidad de un conflicto que se prolonga más de lo previsto.

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En el frente, la moral de los soldados varía. Algunos admiten la tensión y el miedo; otros confían en la disciplina y en la preparación como tablas de salvación. Reservistas veteranos confiesan a medios hebreos que, pese al cansancio, la unidad con sus compañeros y la sensación de cumplir con el deber les permite seguir adelante. Pero la incertidumbre sobre el futuro inmediato y las bajas entre compañeros genera un clima de ansiedad que no desaparece.

Gaza se convierte así en un tablero donde cada calle, cada edificio y cada túnel representan un reto. El ejército avanza cuidadosamente, ajustando tácticas y recursos, mientras se enfrenta con críticas internas y externas. La combinación de dificultades en la movilización, el agotamiento de los soldados, las tensiones internas y la presión logística crea un escenario complejo que obliga a Israel a repensar constantemente su estrategia, si quiere mantener posiciones sin desmontar la cohesión de sus fuerzas.

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Los días en Gaza no se miden sólo en combates o avances militares; se cuentan en vidas arrancadas, en calles vacías, en edificios que un día fueron hogares y ahora son escombros. Entre el ruido constante de los ataques y la vigilancia implacable, los soldados avanzan, retroceden y se repliegan. Cada movimiento refleja la capacidad militar pero también el coste humano que el mundo observa con impotencia. La crónica de Gaza no es sólo la de una guerra; es la de un genocidio, donde hombres, mujeres y niños luchan por sobrevivir en ciudades que se han convertido en laberintos de destrucción y desesperación.