Imagínate que puedes volar: gafas de realidad virtual para curar el trauma de los niños de Gaza
Fragmento del libro solidario 'Un grito por los niños de Gaza' (Ara Llibres)
RiadKariman Mashharawi es una ingeniera de arquitectura de Gaza que pudo huir después de los primeros 51 días de genocidio. Ahora, desde Arabia Saudí ha creado Belifye [de Believe you can fly, Imagínate que puedes volar], una start-up que desarrolla herramientas de realidad virtual terapéuticas para los niños de la Franja. Su experiencia está recogida en el libro solidario "Un grito por los niños de Gaza" (Ara Llibres), coordinado por Txell Feixas y Cristina Mas.
Cuando el ejército israelí invadió el norte de Gaza en octubre del 2023 y llegó a nuestra casa, vimos la muerte por todos lados. Después de pasar unos días encerrados entre esas cuatro paredes y en medio de los bombardeos, mi padre decidió que teníamos que irse. Cogimos banderas blancas y nos pusimos a andar. Era estremecedor. Pasamos días sin agua, sin comida ni electricidad. Perdimos familiares, amigos y nuestra casa; dos tías mías murieron de hambre y no pudimos hacer nada porque estábamos lejos de ellas.
Casi dos meses después conseguíamos pasar la frontera hacia Egipto gracias a los contactos que tenía mi hermana Majd en Estados Unidos. Ella es conocida en todo el mundo porque, ingeniera como yo, creó un prototipo de cajas de energía solar muy económicas, pensadas para facilitar electricidad a familias que no podían pagar generadores. Mi hermana forma parte de las pocas mujeres ingenieras que hemos estudiado en la Franja. Después ambas hemos viajado para formarnos y siempre hemos vuelto a casa para implementar y compartir los conocimientos adquiridos con los nuestros. De hecho, la Majd también diseñó una exitosa fórmula que transforma escombros en materiales de construcción.
Finalmente, toda mi familia pudo salir de Egipto e irse a Estados Unidos, pero a mí me han denegado el visado estadounidense, sin alegar ningún motivo. Mi novio no ha logrado ni el permiso para salir de Gaza, donde sigue sobreviviendo. Hace año y medio que vivo sola en Riad. No es fácil.
Todos estamos sufriendo: mis hermanos y hermanas, y yo misma, cuando escribo estas palabras. Decidí empezar una terapia, pensando que al menos alguien de nosotros debía curarse para poder ayudar a los demás. Creo en la terapia, y ya lo hacía cuando vivía en la Franja, pero en esta nueva etapa no me funcionó porque la psicóloga no podía soportar escuchar los detalles que le contaba sobre la muerte y estallaba a llorar. Por eso pensé que sería útil crear soluciones de realidad virtual.
Evadirse para curarse
Antes de la guerra había colaborado como ingeniera con empresas de los Emiratos Árabes como diseñadora de entornos virtuales. Lo había hecho para videojuegos, para galerías de arte y también para entretenimiento. Así que cuando pudimos huir de Gaza empecé a crear experiencias que me ayudaran a mí misma a evadirme de la realidad para curarme. Y fue mi hermana Majd quien dijo: "Pues hagámoslo para que llegue a todo el mundo".
Entonces empezamos a trabajar con terapeutas de la Franja, porque crear entornos que ayuden a recuperarse no es sólo una cuestión artística. Aparte, también necesitamos financiación, por lo que pensamos en crear entornos para tratar el estrés postraumático, las fobias o la ansiedad a un público general. Por ejemplo, pusimos en marcha un programa que pudiera ayudar a alguien a superar la vergüenza a hablar en público o el miedo a volar en avión. Este producto ya lo estamos ofreciendo a clínicas y profesionales de la salud mental de Estados Unidos. Y el dinero resultante nos servirá para desarrollar el proyecto prioritario, que busca tratar el trauma de las criaturas que han sobrevivido a guerras en Gaza y en todo el mundo.
Los entornos que estamos trabajando para ayudar a curar a los niños de la Franja buscan crear situaciones de relajación. Se ha demostrado que tres minutos al día inmersos en este estado, de relajación profunda, pueden tener un efecto terapéutico beneficioso. Situamos, pues, a la gente en lugares como la naturaleza, en un bosque bajo la lluvia o en medio de las montañas. En Gaza está todo en escombros, quemado: la gente necesita ver algo que no sean edificios destruidos, en medio de sangre y bombardeos. Es una forma de hacer que la mente se evada y encuentre un momento de paz. También trabajamos con el sonido: los auriculares permiten cancelar cualquier ruido y, a la vez, pueden reproducir sonidos o música que aíslan totalmente a las personas del entorno donde se encuentran.
En nuestro proyecto entra en juego también la inteligencia artificial, que nos permite monitorizar los resultados de cada paciente. Podemos saber cómo responde al estrés para que las gafas capten cómo mueve los ojos, la frecuencia de respiración o si tiembla. Estos datos, analizados con los terapeutas, nos permitirán mejorar los entornos a los que exponemos.
Ahora mismo ya estamos haciendo pruebas en Gaza, donde tenemos unas gafas de realidad virtual. Mi novio se ha descargado los entornos creados y disponemos de un lugar donde los niños pueden hacerles funcionar. Todo esto es una prueba piloto, porque ahora mismo es imposible ir más allá: no podemos entrar más equipos en Gaza, no hay espacios seguros para las terapias ni tampoco disponemos de suficiente electricidad (sólo podemos cargar los aparatos una vez al día y la batería dura aproximadamente tres horas). Pero lo más importante es que tan pronto como la guerra acabe tendremos toda la tecnología preparada.