Israel golpea el sur de Siria y complica unas negociaciones que ya eran frágiles

El ataque israelí a Beit Jinn deja trece muertos y aumenta la tensión en una zona con presencia desigual del estado

Una víctima recibe asistencia médica dentro de un hospital en Beit Jinn, en el sur de Siria.
28/11/2025
3 min

BeirutIsrael ha matado a trece personas, entre ellas dos menores, y ha causado decenas de heridos en una operación llevada a cabo esta madrugada en el sur de Siria. El ataque tuvo lugar ayer en Beit Jinn, una localidad drusa en las faldas del monte Hermon, en la frontera entre Siria y los territorios del Golán ocupados por Israel, cuando una unidad israelí intentó detener a tres jóvenes del pueblo. Según fuentes locales, los soldados quedaron rodeados después de que algunos residentes armados intentaran impedir la detención, lo que llevó a la unidad a solicitar cobertura aérea. Los bombardeos y el uso de drones facilitaron su retirada, pero incrementaron el número de víctimas y forzaron el desplazamiento inmediato de familias hacia zonas consideradas más seguras.

Israel afirmó que los jóvenes formaban parte de una célula implicada en ataques recientes contra civiles en el norte del país, pero Damasco rechazó esta versión y acusó a Israel de haber ejecutado una incursión no provocada que califica de crimen de guerra. El nuevo gobierno sirio ha insistido en que la zona no acoge a milicias chiíes ni grupos extranjeros, y ha denunciado que Israel aprovecha la inestabilidad posterior a la caída de Asad para ampliar su margen militar más allá de la franja desmilitarizada de 1974. Desde la caída de Bashar al-Asad la llegada al poder de Ahmed al Sharaa, el sur de Siria vive en un equilibrio precario. Aunque el ejecutivo ha recuperado el control administrativo de la mayor parte del país, regiones como Quneitra y áreas rurales del oeste de Damasco mantienen una presencia estatal desigual. Las comunidades drusas, que durante la guerra adoptaron una postura ambivalente, siguen organizando su seguridad mediante redes locales de autodefensa creadas para llenar los vacíos institucionales.

Un hombre sentado sobre los escombros tras el ataque israelí a Beit Jinn.

En este escenario, las incursiones israelíes se han vuelto más frecuentes y profundas. Israel sostiene que quiere evitar el reagrupamiento de actores vinculados con Irán, pero en localidades como Beit Jinn los habitantes insisten en que no hay más que campesinos y pastores armados para proteger sus tierras. En los últimos meses se han documentado posiciones temporales israelíes dentro de Siria, pequeñas puertas metálicas en caminos rurales, y controles a civiles, prácticas que Damasco y organizaciones de derechos humanos describen como detenciones arbitrarias o incluso secuestros.

Conversaciones frágiles entre Israel y Siria

La operación llega en un momento crítico para esfuerzos diplomáticos. Israel y Siria mantienen desde verano contactos discretos, con la mediación de Washington y París, para pactar un marco que reduzca el riesgo de escalada y establezca reglas claras en la frontera del Golán. La Casa Blanca considera urgente avanzar antes de que la situación sobre el terreno sea incontrolable. La reciente visita de Al Sharaa a Washington, la primera de un presidente sirio en dos décadas, buscaba proyectar la imagen de un líder dispuesto a explorar vías políticas sin renunciar a la soberanía, reiterando que Siria no se adherirá a los Acuerdos de Abraham y que cualquier pacto debe tener como punto de partida la retirada israelí de las localidades sinas.

La posición israelí se percibe menos flexible. La visita del primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, a posiciones militares en territorio sirio se interpretó como una señal de que su gobierno no considera una reducción de su presencia. En el entorno del presidente se argumenta que una retirada abriría un vacío que podrían aprovechar actores hostiles, en un momento en el que el nuevo régimen sirio todavía no demuestra que controla plenamente al sur.

Para la comunidad drusa, dispersa a ambos lados del Hermon, el ataque añade incertidumbre y las imágenes de civiles muertos en Beit Jinn amenazan con avivar tensiones internas que Damasco intenta contener. En un país que cumple el primer aniversario del fin del régimen de Al Asad, la incursión recuerda que las dinámicas de guerra siguen vivas. Las negociaciones, al mismo tiempo, quedan en una posición frágil: adelantarlas implicaría ahora que Siria cede mientras continúan los bombardeos; detenerlas confirmaría que la lógica militar todavía se impone a la diplomacia.

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