Ahmed Ekzayez: "Siria ya no es el país de la destrucción, sino de la esperanza"
Viceministro de Gestión de Emergencias y Desastres de Siria
BarcelonaAhmed Ekzayez (Idlib, 1983) tiene probablemente uno de los cargos más complicados del mundo: es el viceministro de Gestión de Emergencias y Desastres de Siria. Hasta hace poco más de un año era el director de programas de los Cascos Blancos, la organización de voluntarios que, durante los catorce años de ofensiva del régimen de Bashar el Asad contra los movimientos opositores, rescató debajo de los escombros a decenas de miles de personas en ciudades devastadas por bombardeos. Ahora hace el mismo trabajo, pero desde el nuevo gobierno de Ahmed al Sharaa, que ha asumido con mano de hierro las riendas del país. El viceministro ha visitado Barcelona para participar en un seminario sobre desastres y resiliencia, organizado por la Unión por el Mediterráneo.
El 8 de diciembre hará un año del sorprendente derrumbe del régimen de Bashar al Assad, después de más de seis décadas de dictadura y de catorce años de guerra civil. ¿Cómo ve Siria hoy?
— Hemos heredado un país literalmente destruido. En ciudades como Deir ez-Zor y zonas de Idlib, entre el 80% y el 90% de los edificios están derribados, y algunos pueblos han desaparecido. La contaminación por minas y restos de explosivos es muy alta e impide que los desplazados y refugiados vuelvan a casa y que los agricultores trabajen la tierra. Y ya sabéis que la agricultura es el pilar de nuestra economía. Debemos recuperar las instalaciones de electricidad y energía y nos faltan materiales y equipamiento básico. Incluso la conexión a internet es tan débil que a veces no podemos conectarnos en reuniones telemáticas. Pero, sin embargo, estamos determinados y sabemos que la población siria está dispuesta a trabajar.
También han heredado un país con una gran deuda contraída por la dictadura, que es un fuerte lastre para la economía. ¿Tienen apoyo internacional en esto?
— Hemos recibido un apoyo importante, especialmente de Arabia Saudí y Qatar, también de Turquía y de la Unión Europea. Arabia Saudí ha ayudado a aliviar parte de la deuda, lo que nos ha permitido avanzar en la relación con el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y otras instituciones. Necesitamos miles de millones para la reconstrucción. Por eso necesitamos financiación, pero también cooperación regional e inversión privada. Siria tiene muchos recursos agrícolas y energéticos y un gran potencial económico para los inversores, que pueden generar empleo. Nuestro objetivo es pasar de la ayuda y del simple alivio a la construcción de instituciones, sistemas y desarrollo sostenible.
Y la sociedad siria, ¿cómo participa en esta reconstrucción?
— No nos quedemos esperando a que nos lo hagan todo desde fuera. Hay campañas comunitarias en Idlib, Damasco, Deir ez-Zor, Hama y pronto en Alepo para retirar escombros y reconstruir. El mensaje está claro: construir el país es nuestra responsabilidad como ciudadanos. La sociedad civil tiene un papel esencial. Vengo del mundo de las ONG y siempre digo a mis compañeros que deben ser socios del gobierno, no competidores: deben asesorar, hacer recomendaciones y participar en la aplicación de las políticas. El gobierno define prioridades y estrategias, pero no puede operar solo en el territorio. Las organizaciones locales son clave en ese camino.
Pero muchas voces en la sociedad civil se quejan de que no hay democracia.
— Siria ha sufrido más de sesenta años de dictadura. No se puede saltar de un día para otro de una dictadura a una democracia plena; sería un error. Muchos críticos olvidan ese contexto. No tenemos ahora el lujo, ni los recursos, ni el tiempo, ni las bases para aplicar la democracia que queremos. Hay que avanzar paso a paso. Lo importante es que haya conciencia, voluntad de mejora y un diálogo abierto con los socios internacionales y la sociedad civil. Creo que, si en dos años volviéramos a realizar esta entrevista, vería una mejora también en el aspecto democrático.
Antes ha mencionado las nuevas alianzas internacionales de su gobierno: Arabia Saudí, Qatar y Turquía. Pero no han roto todos los puentes con Rusia, uno de los principales aliados de Al Asad, a los que su gobierno ha permitido recientemente mantener las bases militares en el país. ¿Y qué ocurre con Irán?
— La relación con Rusia, que viene de mucho antes de Bashar el Asad, cuando se establecieron proyectos que todavía hoy gestionan empresas rusas. Lo que pedimos es que sea una relación equitativa y que sirva también para aprender del pasado. Con Irán, en cambio, la situación es completamente distinta. Como ciudadano sirio puedo decir que hemos sufrido mucho por su papel –y también por Hezbollah y otros actores– y que fueron los autores de mucha violencia sobre el terreno. Cuando hablamos de Irán, nos referimos al régimen, no al pueblo iraní. No veo que ese régimen tenga ningún papel en la nueva Siria, ni ahora ni en un futuro próximo.
Y en cuanto a Israel, hace tiempo que se dice que las nuevas autoridades sirias normalizarán las relaciones, como les piden Estados Unidos, pese al genocidio en Gaza.
Nuestro presidente y el ministro de Asuntos Exteriores han dejado claro que el gobierno está abierto a colaborar con todos los países de la región si esto contribuye a la estabilidad y seguridad. Éstas son nuestras prioridades máximas: construir una economía fuerte y garantizar la seguridad en las fronteras. Esto también debería interesar a los demás países de la región, porque la estabilidad de Siria repercute directamente en la suya. La prioridad de la mayoría de sirios es hoy reconstruir el país y tener una economía fuerte. Muchos no olvidarán la historia ni lo ocurrido, pero es importante construir el futuro sobre la confianza.
Ha habido episodios de violencia sectaria y se acusa a su gobierno de no tener en cuenta a las minorías. ¿Confía en que lo podrán superar?
Soy optimista. Conozco bien a comunidades de Deir ez-Zor y creo que, al final, todo el mundo volverá a pensar en el interés de Siria como país unido. Mi mensaje a los hermanos drusos, alauís y kurdos es que ahora tenemos una oportunidad de oro con el gobierno actual para construir una Siria nueva. Compartimos la misma tierra: el daño que te hago a ti también me lo hago a mí, y si tú ganas, yo también. El régimen de Al Asad sembró durante décadas la desconfianza entre comunidades, pero eso podemos cambiarlo. Todos tenemos el mismo objetivo: una Siria próspera, estable y en paz para todos. Siria ya no es el país de la destrucción, sino de la esperanza y oportunidades compartidas.